jueves, abril 02, 2015

«La amenaza del desencanto está ahí, pero no nos puede paralizar»

David Casillas 


Desde su primer disco, Atrapados en azul (1997), que contenía aquel magnífico Papá cuéntame otra vez, Ismael Serrano entró con fuerza en el mundo de la música no sólo como una voz singular de sonoridad honda y clara sino también como un cantautor con conciencia crítica que fue capaz de hacer futuro sin romper los puentes con el pasado, apostando por creer en la gente a la que dirigía sus canciones y demostrándoles respeto, conjugando toda esa filosofía creativa con unas letras llenas de significado y una música muy bien elaborada. El próximo domingo, 8 de marzo, actúa en Ávila (Teatro de la Fundación Caja de Ávila, 20,00 horas) para presentar La llamada, su nuevo trabajo discográfico.
Ha elegido para su nuevo disco un título de significado muy abierto, ¿lo ha hecho a propósito?
El título está inspirado en las llamadas del carnaval uruguayo, expresiones populares de esas fiestas en las que los tambores salen a la calle convocando a la gente a que se sume el encuentro. Y yo creo que estas canciones tienen también ese carácter de convocatoria para salir a la calle, para asumir el protagonismo que nos corresponde, para huir del inmovilismo y de la resignación, y por eso le puse ese título.
¿Podría decirse que es una invitación a la gente para que sea protagonista de su vida en todos los sentidos?
Si, totalmente, en todos los sentidos, en lo sentimental, en lo político, en lo personal, en lo colectivo, se trata de recuperar la consciencia en lo que respecta a nuestra capacidad para influir en la realidad. Creo que una de las cosas que impone la crisis es la percepción de que no podemos hacer nada, hay un relato  que nos habla de ella como si fuese un fenómeno de la naturaleza, como si los ajustes, por ejemplo, fuesen fruto de un determinismo científico inapelable, y creo que no, son opciones políticas, y como tales son siempre revisables y tienen que dar una alternativa. Y tenemos capacidad para influir en tanto en cuanto seamos capaces de establecer lazos y vínculos entre unos y otros, y creo que para eso sirve la música, para generar espacios de encuentro.
¿Nota que en la sociedad hay ahora mismo una cierta parálisis o cuanto menos dejadez?
No, yo creo que en ese sentido las cosas están cambiando, que la ciudadanía está más alerta que nunca, se está mirando a sí misma como hace mucho tiempo que no lo hacía. Hay una exigencia de una nueva sensibilidad política, y de hecho los políticos lo están percibiendo, los tradicionales y los nuevos liderazgos que están surgiendo.
La esperanza es buena, ¿pero el peligro de que se rompan las expectativas no puede hacer mucho daño?
Yo entiendo que la amenaza del desencanto está ahí, pero esa amenaza no nos puede paralizar. Hay que atemperar los miedos porque si somos rehenes de ellos, del pesimismo, no avanzamos; hay que arriesgar porque el que no arriesga nunca gana.
Además de hablar de la realidad social, en este disco hay también amor, poesía, filosofía..., ¿cabe todo en él?
Bueno, le canto a todo lo que me emociona, y resulta que no solamente me emocionan mis historias personales de amor y desamor, de encuentros y desencuentros, también lo hacen la realidad más cercana y lo que ocurre más allá del horizonte. El reto de un compositor, y sobre todo de un cantautor, es ser permeable, y ser capaz de entender incluso la lucha y la tragedia ajenas como propias.
También hay en sus canciones muchas referencias culturales, ¿cree que la cultura es una base fundamental sobre la que levantar cualquier objetivo de futuro?
Pues sí, y más aún en estos tiempos porque la cultura, como decía antes, lo que genera son espacios de encuentro, una entidad en común que nos ayuda a establecer lazos de solidaridad, nos ayuda a recuperar nuestra estima y a entender el mundo en el que vivimos… por lo menos a mí. Todas esas referencias literarias son a gente que me ha ayudado a entender y a sobrellevar mis miedos, mis dudas, mis inquietudes; me parece que la cultura es ese tejido sobre el cual se construyen las relaciones de solidaridad entre unos y otros, que nos permiten recuperar una empatía como animales sociales que en una sociedad cada vez más atomizada estamos perdiendo.
El disco es una reivindicación del optimismo pero también hay lugar para el desencanto, ¿son compatibles uno y otro?
Yo siempre trato de abrir una ventana a la esperanza, hay como un empeño tozudo. No creo en la vocación de fracaso, me repatea esa estética del perdedor que a veces los músicos estamos tentados de cultivar. Hay una canción que dice que «quien siempre gana nada sabe de la vida, pero esta noche nos dejamos de derrotas», es cierto, la derrota deja una enseñanza pero ya hemos aprendido suficiente. También hay que tener la ambición de ganar, de avanzar, de conseguir cosas en todos los aspectos de la vida.
Vuelve usted a hacer canciones sobre cuentos tradicionales, ¿encuentra en ellos una capacidad evocadora inagotable?
Sí, porque son valores universales y eternos en muchos aspectos, hablan de contradicciones constantes del ser humano que, por desgracia, no superamos. Y a veces les doy un giro, en un juego divertido de darles la vuelta como si fuesen un calcetín, como en el caso de Rebelión en Hamelín, pensando que quizás los ratones también se pueden revelar de alguna manera, y el caso de La casa y el lobo es una buena forma también de contarle a mi hija, cuando sea un poco mayor, cómo era la realidad cuando ella nació.
¿Tener un hijo cambia la vida más que ninguna otra cosa?
Yo creo que sí. Yo no encuentro ninguna emoción que se le parezca, la incondicionalidad, tu relación con tu hijo… es lo más inspirador, te ayuda a recuperar la capacidad para vivir por primera vez cosas que ya has vivido, una vieja sensación que creías perdida y que de pronto recuperas, porque todo se renueva. Además, cómo uno se reafirma en los principios, en la necesidad de cambiar las cosas. También es verdad que se exacerban los miedos por un lado, pero la emoción y la ilusión son tan grandes que uno se ve obligado a sobreponerse a ello.
Dice una de las canciones de La llamada que «tienen labios como espadas los sinceros»; a pesar de esa capacidad de herir ¿es mejor el sincero que el hipócrita, o no necesariamente?
Pues no siempre; a veces el sincericidio es casi tan malo como la hipocresía en algún punto. Yo creo que el fundamentalismo en cualquiera de los dos casos en esto de la sinceridad es también malísimo.
En la canción Éramos tan jóvenes toma prestada la frase «amo a una mujer clara que amo y me ama sin pedir nada», ¿está Silvio Rodríguez muy presente en su música?
Reconozco que sí, porque Silvio Rodríguez es para mí una referencia ineludible. Escuchándole aprendí a tocar la guitarra, aprendí  las cuestiones armónicas y melódicas y la forma de enfrentarme a una canción que aún hoy me siguen ayudando en mi oficio.
¿Es Silvio sólo motivo de inspiración o también quiere reivindicarle un poco ahora que parece que le tenemos olvidado?
Yo tengo a Silvio Rodríguez tan presente que no sé hasta qué punto la gente no lo conoce, para mí siempre está ahí. Lo cierto es que cada vez que viene a España sí encuentra una respuesta contundente, sí tiene su público, pero también es verdad que los medios de comunicación no lo tienen tan en cuenta como se merece, y menos las radiofórmulas musicales convencionales que han abandonado no ya a Silvio sino este tipo de expresiones artísticas. Pero eso le pasa a Silvio, le pasa a Serrat, le pasa a muchísimos artistas que cuando sacan disco prácticamente no tienen lugar para mostrarlo.
¿Tenemos la memoria de los peces para agradecer a esos creadores lo mucho que nos han dado o son simplemente intereses comerciales?
Yo creo que es un modelo de sociedad en donde todo es tratado como objeto de consumo de usar y tirar, y la carrera de un cantautor no se basa en un hit radiofónico, no es un impacto inmediato que luego se convierte en olvido; no, es una carrera que se construye con una mirada a largo plazo, con una calma, con una cierta lectura en profundidad que el ritmo trepidante no nos permite hacer en muchos aspectos y en muchas ocasiones. Se trata sobre todo de eso, que el cantautor tiene que competir de forma muy desigual con otro tipo de estéticas musicales mucho más superficiales, más inmediatas, y que, bueno, han copado hegemónicamente lo que suena en la radio.
Desde Atrapados en azul han pasado muchos discos y muchos años, ¿ha cambiado mucho la sociedad o seguimos siendo demasiado parecidos a como éramos entonces?
Yo creo que todo ha cambiado mucho. El otro día me decía una amiga que quizás seamos la generación más breve en la historia de la democracia, porque hemos sufrido el tapón generacional de nuestros padres y ahora el empuje emergente de una generación que exige su sitio. Eso ha cambiado, la participación en política de la gente más joven, la sensibilidad de la gente con respecto a lo que pasa, la necesidad de estar informado, la sensación de que el ciudadano es protagonista y de que tiene el poder de influir creo que hacía mucho tiempo que no sentía así.

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