viernes, septiembre 18, 2015

Palabras a Mariana, musa de Noel Nicola


Por Germán Piniella
Tomado de segunda cita.
Este  7 de septiembre, a las 7 pm., murió Mariana Rivas. Durante casi cincuenta años, hasta el momento de su muerte, fue parte de mi vida desde que, siendo ella una joven de 18 años, coincidimos una tarde en el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. Aquello fue solo un encuentro fortuito al que no le di importancia, hasta que ella me lo recordó, mucho tiempo después. A partir de ahí, la amistad siguió su curso y, a través de mí, Mariana fue amiga de muchos de mis seres queridos –mi esposa, mis hijas, otros amigos cercanos, hasta de dos de mis nietos.
Germán Piniella, Mariana Rivas, Joel Suárez, Silvio Rodríguez, German Pinelli, Johnny Wildford. Foto: Segunda Cita


No fue famosa más allá de sus amistades, sus colegas de trabajo y el ambiente inicial de la Nueva Trova. Porque Mariana presenció las primeras canciones, las primeras actuaciones (y las segundas y las terceras…) y tuvo a trovadores como sus primeros amores. Casada con Vicente Feliú y luego con Noel Nicola, Mariana fue más tarde un archivo viviente a al que se podía acudir para recordar un texto o cuándo se había compuesto o estrenado aquella canción. Entre muchas otras cosas que hizo en su vida, dirigió en la emisora Radio Habana Cuba un programa con la trova como tema central y en él desplegó todo su conocimiento de la música y la biografía de los trovadores.

 Sin saber de ella, pero gracias a Mariana, muchos seguidores de la trova en Latinoamérica y otros países adonde llegaba la señal de Radio Habana Cuba deben haber oído (por primera o por enésima vez) algunas de las canciones fundamentales. Mariana era talentosa, inteligente y culta. Como no es habitual, eso no la hacía ser pedante, en parte quizás por su cercanía a los grandes y a su extraordinario sentido del humor que la hacía reírse de sí misma y de algunos almidonados personajes. No fue hermosa, en el sentido superficial de la palabra; tuvo defectos, como todos; tuvo virtudes, como casi todos, y soportó su enfermedad con una entereza y actitud de burla como no sé si yo podría hacer de estar en su lugar.

 Sobrevivió al mieloma múltiple más allá de los pronósticos médicos, y durante casi ocho años, a plena conciencia de la muerte, viviendo a plenitud, esperó (esperamos) el momento en que esa hija de puta vendría a llevársela. Y como para hacer patente su capacidad de hacer reír y su habitual irreverencia, cuando la contradecía alguien de su gente más cercana y que compartía su visión del humor, no importa de qué color, bromeaba: “No me jodas, que la que tiene cáncer soy yo”.

O si alguno de nosotros le reprochaba su hábito de fumar y el incesante café decía: “El cáncer ya lo tengo; lo que no tengo es interés en morirme más sana”. Y en esto no había morbo ni cinismo ni autocompasión (solo lo decía ante unos pocos, los más cercanos, nunca ante extraños), sino una manera de retar a la muerte alguien que vivió la vida con toda intensidad. Y ese sentido del humor, que compartía con Noel Nicola, hizo que los dos me buscaran un día para introducirme a Les Luthiers en aquel primer disco inolvidable que disfrutábamos y citábamos una y otra vez, desde que lo oí con ellos en su mínimo cuarto-estudio-lugar-de-amor de la calle San Nicolás.

 Noel y Mariana se separaron, pero quedó una amistad genuina, sin pose alguna, un cariño de hermanos verdaderos más allá de lazos sanguíneos, como el que sienten personas que han tenido estremecedoras experiencias conjuntas. Cuando después Mariana se casó de nuevo, esta vez con un personaje todo de luz y música, Eduardo Collazo, nuestro Tato, Noel era visita habitual al apartamento de Miramar, y allí nos reuníamos, comíamos, bebíamos, y cuando nació Pablo Collazo Rivas allí estaba Noel, quien fue para Pablo, hasta su muerte, uno de sus dos “tíos”.

Yo era el otro. Mariana se ha ido, dejando una estela de recuerdos amargos y dulces, como es la vida, pero más de los segundos que de los primeros. Con los años, cuando sus amistades ya no estemos, quizás sea olvidada de nombre, como pasa muchas veces –ingratitud de la memoria–, pero estará en un recuerdo trovador junto a “Longina”, “Mercedes”, y otras musas del panteón musical cubano, por haber sido la inspiración de una de las más extraordinarias e inolvidables canciones de amor, “Es más, te perdono”, de Noel Nicola. Aquí se las dejo. Los que no la conocieron, traten de descifrar en cada verso cómo Noel retrató con ternura a Mariana. Los que la conocimos, la recordaremos mientras exista la canción, más allá de nosotros.
Es Más, Te Perdono
Noel Nicola
Te perdono el montón de palabras
que has soplado en mi oído
desde que te conozco.
Te perdono tus fotos y tus gatos,
tus comidas afuera,
cervezas y cigarros, es más,
te perdono andar como tú andas,
tus zapatos de nube,
tus dientes y tu pelo.
Te perdono los cientos de razones,
los miles de problemas,
en fin, te perdono no amarme.
Lo que no te perdono
es haberme besado con tanta alevosía.
Tengo testigos: un perro, la madrugada, el frío,
y eso sí que no te lo perdono,
pues si te lo perdono seguro que lo olvido.

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