martes, diciembre 12, 2017

Crónica de un amor incierto


Se enamoró de un médico judío que tenía que obedecer un plan de vida que no la incluía. Pero ni la distancia, ni los años, ni tampoco un matrimonio iban a frenar sus sentimientos

Señorita Heart
PARA LA NACION
VIERNES 11 DE NOVIEMBRE DE 2016 • 00:36

En el Muro de Israel foto:la nacion
Era un domingo de abril del 2012. Martina estaba sentada en el futón sin saber muy bien qué hacer. Enojada, se preguntaba por qué había anotado mal el teléfono que tenía a mal traer a un hombre al que llamaba y le decía: "¿Santiago?" "No señora, equivocado". Finalmente, a eso de las 18 hs, sonó su celular. Era él, con su voz dulce y tranquila. Le preguntó si tenía algo para hacer y si se podían ver a las 20 hs. "Sólo te espere casi 24 años", pensó Martina mientras lo escuchaba. "Es lo único que quiero hacer."


Apenas cortó el teléfono, empezó el delirio. ¿Qué iba a ponerse?, ¿cómo la vería él después de tantos años? ¿La reconocería? Martina maldijo haberse cortado el pelo justo unos días antes. De pronto, se sintió vieja y fea. Decidió que si él ya no gustaba de ella igualmente le diría todo lo que había pensado y sentido durante tanto tiempo. No perdería nada.

Tomó la resolución de ser natural y vestirse cómoda. Lo citó en la esquina más linda de San Telmo. Una que él no reconoció. Ya hacía demasiados años que vivía en Israel.


Ese reencuentro iba a cambiar su destino.

Septiembre de 1989

23 años antes, Martina estaba de novia con el que pensaba que era el amor de su vida. Trabajaba, estudiaba, y además encabezaba un grupo barrial en donde alfabetizaba, daba meriendas y hacía asistencia social. Una mujer del barrio le comentó que había un médico recién recibido que quería llamarla para hacer algo por los más ancianos.


Se encontraron un jueves a las 18 hs en un bar y se reconocieron de inmediato. A partir de ese instante, no pudieron dejar de mirarse y Martina, una mujer segura y que todo lo dirigía, una que creía que estaba enamorada, perdió el control. Fueron las miradas, los mínimos contactos equivocados con las manos y la sonrisa de él. En ese encuentro todo dejó de existir.

Trabajaron un tiempo juntos en el barrio y un día Santiago organizó en su casa una reunión para planificar la fiesta de recaudación. Tal vez por azar, a esa reunión no fue nadie más. Estaban sólo él y ella. La vergüenza de Martina fue infinita; su timidez, al borde del ridículo. Él le preguntó si le gustaba Silvio Rodríguez y puso un cassette. Sonó Trova cubana. Santiago le contó que era judío y que su plan era irse a vivir a Israel. A Martina se le vino el mundo abajo y, sin decir nada, se puso a llorar. Entonces él también lloró porque su vida estaba planificada pero también se había enamorado. La besó entre lágrimas. Él debía seguir adelante con su vida y ella sintió que le habían arrancado parte de la suya.

Santiago se fue un jueves a las 18 hs. A esa hora ella puso Trova cubana de Silvio Rodríguez y se juró que nunca lo iba a olvidar. En los años venideros, jamás fue necesario recordar que debía recordar y, a través de fotos, mapas y películas, se mantuvo cerca del universo de su amor.

Abril del 2012

Domingo. No importaba su pelo corto, no importaba lo que se pusiera, lo que importaba era que después de casi 24 años, Martina y Santiago se reencontrarían en la esquina más linda de la ciudad.
San Telmo, la esquina más linda, dónde se encontraron cuando él regreso de Israel
foto:la nacion 

Caminaron, se miraron de reojo y ella sintió el mismo amor tal como si los años no hubieran pasado. "¿Le digo lo que sentí todo este tiempo?", pensó Martina. Sí. "Durante 24 años te pensé todos los días", dijo. Las horas no alcanzaron para contarse la vida. Él se había casado y tenía hijas. Ella había vivido en distintas partes del mundo, nunca se casó, tuvo un hijo. "Te convertiste en una mujer hermosa", dijo él.

Cuando se fue, Martina grabó en su memoria esas horas mágicas: sus manos en las de ella, su piel, su cara, su cuerpo y trató de disfrutar lo vivido. No lo había soñado.

Agosto del 2012

"No aguanto más, quiero estar con él como sea", pensó Martina. Por Skype, y sin verse las caras, ella le dijo: "Negrito, lo intente pero no puedo. Te amo a vos." Del otro lado, silencio. "Martina, yo también te amo" Ella trató de enfocar. ¿Le había dicho te amo? ¿Estaba delirando? Le dijo te amo.Era sábado y afuera se veía el sol que bajaba temprano. Una tarde mágica.

Noviembre del 2012

Un día, a las 7 de la mañana, tocaron el timbre. Martina no esperaba a nadie y estaba muy dormida. Cuando abrió la puerta creyó que estaba soñando. Ante sus ojos Santiago, la miraba con una sonrisa que se le escapaba de la cara.Ella pidió unos días en el trabajo y vivieron los siguientes 10 días como si no existiera nada más. Él no estaba separado, pero hacía años que con su esposa vivían bajo el mismo techo como "amigos".Se hicieron promesas y dijeron que iban a recuperar tantos años perdidos. Imaginaron cómo podía ser su vida juntos; Martina no tenía problemas con la religión y estaba dispuesta a convertirse por amor a él.

Enero del 2013

Martina viajó a Israel y durante un poco más de 20 días recorrió con Santiago Jerusalén, y todos los lugares típicos. Él le mostró las costumbres de su tierra. Fueron días inolvidables y, sin embargo, en la cara de Santiago algo había cambiado: su sonrisa seguía siendo la de siempre, pero con un dejo de tristeza.
Uno de los lugares que visitaron en Jerusalén foto:la nacion

En la despedida Martina estalló en llanto. Santiago se abrazaba a ella y le decía que la amaba y que ella le había devuelto las ganas de vivir. En el control del embarque, antes de subir, ella no podía parar de llorar y volvió a salir para abrazarlo. En ese momento le corrió un escalofrío por la espalada y la angustia la atravesó por completo. Tuvo la horrible sensación de que no lo iba a volver a ver.

El futuro incierto
Cuando Martina regresó a Buenos Aires todo había cambiado. Sintió que había recibido un piedrazo que la había despertado de un sueño maravilloso. Las llamadas eran cada vez más esporádicas. Él le decía que era por su bien y ella se enojaba. ¿Cómo podía decirle eso cuando su bien era él? Martina no entendía nada. Estaba volviéndose loca, lloraba; lo necesitaba cerca.

La ventana de la despedida foto:la nacion
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Un día un amigo de él le contó la verdad: Santiago estaba enfermo. Tenía cáncer y no quería que ella lo supiera, no quería que ella lo viera con dolor, con llanto, con sufrimiento. Martina habló con él y le rogó que le diera la posibilidad de cuidarlo. Nunca quiso, siempre se negó.

Pasaron muchos años y Martina aún hoy lo espera. Ella aún mantiene la esperanza de que algún día toquen el timbre de su casa y sea él.

Lo ama como la primera vez que lo vio, esa tarde de 1989.

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