Con el recital de que dará Silvio Rodriguez esta noche sigue la gira que comenzó en la Escalinata de la Universidad de La Habana, Santiago, Buenos Aires y Montevideo, y sigue por Perú y Colombia. Para quienes no fuimos aún a ninguna función, fue posible seguir sus presentaciones a partir de los múltiples posteos, fotos y crónicas de Kaloian Santos Cabrera.
Esas crónicas fueron disipando la infumable "nostalgia de izquierda" que poblada de estupor ante la disolución de las esperanzas de las décadas de los setentas y ochentas, amenazaba con saturar de patetismo las grandes canciones del joven Silvio.
¿Cómo hace el trovador para seguir cantando con emoción y arte verdadero aquellos temas, cuando el contraste con el mundo ha desautorizado aquellos sueños? No hay mas que prestarle un poco de atención al tour para comprenderlo. Silvio usa una gorra en la que leemos la inscripción "aprendiz". No coloca pantallas en sus conciertos. No da entrevistas a los medios (ni siquiera a los amigxs).
Si bien se fotografía con las principales figuras políticas del progresismo de cada ciudad que visita, se ocupa de visitar a la familia de Victor Jara en Chile, el barrio Cuartel Quinto en Moreno y a Lucia Topolansky en Uruguay.
Silvio puede seguir maravillando con sus canciones de siempre porque su necedad lo ha colocado en un lugar distinto, a salvo del oportunismo, la desilusión y la decadencia.
El trovador canta "la ciudad se derrumba y yo cantando", "Vivo en un país libre" o "si no creyera en la locura", y captamos la actualidad de la posición trágica que (casi) siempre –desde Playa Girón y Debo partirme en dos– ha vivido Silvio en Cuba. Canta "quien fuera ruiseñor", "pero la noche es traviesa, cuando se teje el azar" o "con savia de su cuerpo quemaría los templos" y nos hace saber que su añoranza sigue viva, nada burocratizada.
Canta "la mato y aparece una mayor", "lo más terrible se aprende en seguida y los hermoso nos cuesta la vida" y "a tu viejo gobierno de difuntos y flores" y podemos sentir hasta qué punto el poeta sigue hablando de nosotros.
Porque no se es poeta por recitar palabras bellas, sino por el modo en el que esas palabras hacen pasar afectos
y aspiran a ventilar una época irrespirable, a escapar de ella.

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