Otro cuatro de abril
así de triste
te llevó entre sus grises
buen amigo.
Así quita la vida de nosotros
las luces, los abrazos
y las risas.
No avisa, no amenaza,
sólo arranca lo que su
ambigüedad desea.
Cómo hubiera querido
retenerte, para que debatieras
sobre el viento,
sobre la espuma infame
de la muerte!
O del ayer,
mañana o nunca.
Creo que nos hablaste del
destino una vez frente al mar
cubano, amigo mío.
Tenías razón, es como un niño
al que debemos darle un escarmiento.
Y hoy que galopas las centellas
que tras la lluvia te sonríes,
debo decirte que te extraño
y no hay remedio, ni consuelo.
Sólo un vacío donde duermen
su soledad nuestros retazos.
Víctor Heredia
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