Silvio Rodriguez.
Ernesto Estévez, en su momento leí ese escrito que ahora me entero que está dedicado a mi. No lo lei en el sitio que tu traes, al que no suelo entrar porque no todas las pupilas me atraen. Como lo traes ahora y me lo dedicas, te voy a aclarar un par de cosas.
Primero que creo recordar haber dicho que en mi juventud pensaba que la poesía podía cambiar al mundo y que años después me había dado cuenta de que no era así. Lo dije de esa forma, sin abundar, pensando que se iba a entender que quería decir que ni siquiera la poesía, siendo expresión de la espiritualidad y la inteligencia humanas, podía cambiar desgracias y miserias.
Lo otro es que cuando dije que me moría como viví lo hice en uno de los tantos momentos cruciales que vive cualquiera. Esa canción la pude haber escrito el día de marzo de 1968 en que me botaron de Cuba y de la Revolución. De hecho la hice en el momento en que le dije al compañero que me expulsaba que sacara la Revolución de su bolsillo y me la enseñara, para verla aunque fuera de lejos, en su mano. Pero nada: eso sólo me trajo un puñetazo más sobre la mesa y un “salga de aquí y no regrese”, invitaciones con las que bajé una escaleras más largas que nunca para decirle a mis compañeros que me acababan de botar del organismo y que me iba… Recuerdo que salí andando por 23 y que en la esquina de Paseo me detuve por primera vez para mirar atrás y gritar: ¡¿Quién coño te dijo que tú eres el dueño de mi Patria y de mi Revolución?! Es probable que en aquel momento estuviera componiendo otra variante de “yo me muero como viví”; aunque cuando escribí años después esas precisas palabras fue cuando Fidel dijo que seguiríamos por el mismo camino. Por entonces ya yo había hecho la gira por la Patria, viendo que el campo socialista se venía abajo y comprendiendo que alguna enseñanza debíamos sacar de aquello. Por eso, además de decir que me moría como viví, dije que quería “un Congreso del unido” (no del partido, como se anunciaba) y por eso también dije que quería “rezar un hijo nuestro” (no un padre nuestro como estamos acostumbrados).
Perdona la extensión, no me gusta explicar las canciones o las cosas que digo, pero a veces tengo el impulso de hacerlo (y ahora voy a leer a Yamirys para enterarme por qué le respondes así, incluyéndome incluso)
Por cierto, he aquí dos casos en que canciones cambiaron la realidad:
1) A principios de los 70 estuve en un evento en la Universidad Central de Las Villas (por cierto, ese viaje lo hice acompañado del amigo cineasta vasco Antxon Ezeiza) y en esos días tuve ocasión de acercarme a los restos del tren blindado que descarrilara la tropa del Che y el pueblo de Santa Clara. Estando un día por allí me contaron que los enamorados lo usaban para sus encuentros y además aprecié la belleza de la naturaleza apoderarse del hierro que había estado destinado a sofocar la insurrección. Con esas ideas compuse "El tren blindado", y pensado que había escrito un elogio, algo hermoso y digno de ser cantado, la incluí en uno de los primeros conciertos del GES en la Cinemateca. Cual no fue mi sorpresa cuando días después un compañero del ICAIC me contó que cuando yo estaba presentado la canción y contando lo que me la había motivado, un alto oficial de las FAR se levantó indignado, entendiendo que yo hacía una crítica a la Revolución por no ocuparse de aquel Monumento Nacional.
El caso es que, a los pocos meses, aquella belleza agreste que yo había cantado, aquel refugio del amor que contrastaba tanto con el destino inicial de aquel tren, estaba completamente limpio de enredaderas y pintadillo que parecía nuevo. Menos mal que no se les ocurrió enderezar el vagón que desde la batalla de Santa Clara permanecía acostado...
En fin, un vívido ejemplo de que una canción puede cambiar y mejorar (¿?) el mundo.
2) El otro ejemplo es parecido y pasó unos años después, en este caso con la canción "Jalisco Park", de Carlos Varela. El le cantaba al parquecito infantil de su infancia, algo venido a menos por los tiempos de la canción, y aquello motivó que repararan el parque y lo volvieran a echar a andar para deleite de la infancia.
Ernesto Estévez, en su momento leí ese escrito que ahora me entero que está dedicado a mi. No lo lei en el sitio que tu traes, al que no suelo entrar porque no todas las pupilas me atraen. Como lo traes ahora y me lo dedicas, te voy a aclarar un par de cosas.
Primero que creo recordar haber dicho que en mi juventud pensaba que la poesía podía cambiar al mundo y que años después me había dado cuenta de que no era así. Lo dije de esa forma, sin abundar, pensando que se iba a entender que quería decir que ni siquiera la poesía, siendo expresión de la espiritualidad y la inteligencia humanas, podía cambiar desgracias y miserias.
Lo otro es que cuando dije que me moría como viví lo hice en uno de los tantos momentos cruciales que vive cualquiera. Esa canción la pude haber escrito el día de marzo de 1968 en que me botaron de Cuba y de la Revolución. De hecho la hice en el momento en que le dije al compañero que me expulsaba que sacara la Revolución de su bolsillo y me la enseñara, para verla aunque fuera de lejos, en su mano. Pero nada: eso sólo me trajo un puñetazo más sobre la mesa y un “salga de aquí y no regrese”, invitaciones con las que bajé una escaleras más largas que nunca para decirle a mis compañeros que me acababan de botar del organismo y que me iba… Recuerdo que salí andando por 23 y que en la esquina de Paseo me detuve por primera vez para mirar atrás y gritar: ¡¿Quién coño te dijo que tú eres el dueño de mi Patria y de mi Revolución?! Es probable que en aquel momento estuviera componiendo otra variante de “yo me muero como viví”; aunque cuando escribí años después esas precisas palabras fue cuando Fidel dijo que seguiríamos por el mismo camino. Por entonces ya yo había hecho la gira por la Patria, viendo que el campo socialista se venía abajo y comprendiendo que alguna enseñanza debíamos sacar de aquello. Por eso, además de decir que me moría como viví, dije que quería “un Congreso del unido” (no del partido, como se anunciaba) y por eso también dije que quería “rezar un hijo nuestro” (no un padre nuestro como estamos acostumbrados).
Perdona la extensión, no me gusta explicar las canciones o las cosas que digo, pero a veces tengo el impulso de hacerlo (y ahora voy a leer a Yamirys para enterarme por qué le respondes así, incluyéndome incluso)
Por cierto, he aquí dos casos en que canciones cambiaron la realidad:
1) A principios de los 70 estuve en un evento en la Universidad Central de Las Villas (por cierto, ese viaje lo hice acompañado del amigo cineasta vasco Antxon Ezeiza) y en esos días tuve ocasión de acercarme a los restos del tren blindado que descarrilara la tropa del Che y el pueblo de Santa Clara. Estando un día por allí me contaron que los enamorados lo usaban para sus encuentros y además aprecié la belleza de la naturaleza apoderarse del hierro que había estado destinado a sofocar la insurrección. Con esas ideas compuse "El tren blindado", y pensado que había escrito un elogio, algo hermoso y digno de ser cantado, la incluí en uno de los primeros conciertos del GES en la Cinemateca. Cual no fue mi sorpresa cuando días después un compañero del ICAIC me contó que cuando yo estaba presentado la canción y contando lo que me la había motivado, un alto oficial de las FAR se levantó indignado, entendiendo que yo hacía una crítica a la Revolución por no ocuparse de aquel Monumento Nacional.
El caso es que, a los pocos meses, aquella belleza agreste que yo había cantado, aquel refugio del amor que contrastaba tanto con el destino inicial de aquel tren, estaba completamente limpio de enredaderas y pintadillo que parecía nuevo. Menos mal que no se les ocurrió enderezar el vagón que desde la batalla de Santa Clara permanecía acostado...
En fin, un vívido ejemplo de que una canción puede cambiar y mejorar (¿?) el mundo.
2) El otro ejemplo es parecido y pasó unos años después, en este caso con la canción "Jalisco Park", de Carlos Varela. El le cantaba al parquecito infantil de su infancia, algo venido a menos por los tiempos de la canción, y aquello motivó que repararan el parque y lo volvieran a echar a andar para deleite de la infancia.
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