20 Abr 2025
Por María Alejandra Benítez Hurtado
Hay canciones que no se escuchan, se viven; y Silvio Rodríguez, ese trovador que lleva el mapa de América Latina tatuado en la guitarra, vuelve a recorrerlo con versos que son más urgentes que nunca.
El trovador cubano anunció en sus redes sociales una gira por cinco países de Latinoamérica, arrancando en Chile y culminando en Colombia, entre los meses de septiembre y noviembre de este año. Según algunas fuentes cercanas al cantautor, estaría el próximo 31 de octubre en la ciudad de Medellín.
María Alejandra Benítez |
Su gira se erige como un reencuentro íntimo y sincero con las voces y corazones que han acompañado nuestras causas sociales: a lo largo de su carrera, Silvio Rodríguez ha defendido la autodeterminación de los pueblos, los derechos humanos, la solidaridad con Latinoamérica y la lucha contra el imperialismo. En mi caso, conocí la música de Silvio Rodríguez muy pequeña, de la mano de mi abuelo materno, y al ingresar a la Universidad de Cartagena esa afinidad y gusto se profundizó porque la universidad pública es un terreno fértil para la formación ideológica y la sensibilidad hacia las causas y luchas populares, por una combinación de factores como la activa participación estudiantil y profesoral en debates sobre temas locales y nacionales, en la organización de eventos y movilizaciones, y en la producción de pensamiento crítico que busca transformar la realidad social.
Muchos jóvenes universitarios de mi época leíamos tanto a los históricos como Marx, Lenin, Gramsci, hasta los autores más contemporáneos como Butler y Galeano; así como también ciertas tardes se exploraba el pensar profundo de Bateman como un intento fructífero para comprender la alquimia del amor en perspectiva social. Ahí aparecía el gran Silvio Rodríguez, tan íntimo y expresivo, y por primera vez en una clase de Derecho Constitucional el maestro David Mercado (q.e.p.d.) hizo alusión a ‘Canción en harapos’ frente a un cuestionamiento que hice alrededor de las libertades intelectuales. Muchas de esas libertades las ansían jóvenes de los barrios marginados de la ciudad que tienen sueños de estudiar en la universidad pública, pero que habían barreras muy grandes para entrar, y le colocaba el ejemplo de la odisea a mis 14 años para pagar el pin del examen de admisión en el Banco Popular, y su respuesta fue muy sentimental (él maestro nunca acostumbró a dar respuestas de ese tipo en una clase, tan terriblemente poéticas y trágicamente hermosas a la vez): esa juventud barrial y popular me recuerda al sujeto plural de ‘Canción en harapos’, los desgastados, los ignorados, pero que también son valientes al tejer esperanza desde los hilos rotos del sistema, este sistema que cada día intenta convertirnos en monstruos, quitándonos nuestra humanidad.
Silvio Rodríguez es un pedagogo de la resistencia: En ‘La maza’ nos enseñó que, sin utopía, la lucha se vuelve piedra inerte; en ‘El necio’ nos recordó que la terquedad es un acto de amor cuando el mundo pide sumisión. No es para menos: su música, como nuestras movilizaciones, no busca aplausos: busca grietas. Grietas donde plantar la semilla de lo que algún día será -porque tiene que ser – distinto.
Ahora, cuando anuncia su gira abriremos el corazón porque sus canciones son abrazos para los que seguimos creyendo que la educación, la justicia y la dignidad no son privilegios, sino derechos. Para líderes y ciudadanos que aún llevamos en la piel los maltratos del Estado y el grito de la violencia, Silvio Rodríguez es el recordatorio de que hasta los harapos pueden volverse bandera.
Mi adolescente rebelde universitaria interior, que aún subyace entre las líneas del Plan Nacional de Desarrollo de este gobierno en cabeza de Gustavo Petro en materia de Educación, cumplirá su sueño de tener a su cantante favorito en su patria, de volver a llorar en un concierto y de corear con la emoción desbordada, los versos de un cubano universal, de un trovador con inteligencia incalculable que han sido refugio y estandarte. Los silviófilos prepararemos ese viaje a Medellín y cantaremos ‘Ojalá’ convirtiéndonos en espejos donde se reflejan los rostros de todos los que, en harapos o con títulos recién estrenados, seguimos con la esperanza a cuestas, con el corazón en llamas, luchando por lo que es inherente -y debería seguir siendo – al ser humano.
* Abogada; magíster en Derecho Administrativo; gerente regional Bolívar de Prosperidad Social y designada del presidente de la República en el Consejo Superior de la Universidad de Cartagena.
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