martes, septiembre 30, 2025

Crónica del concierto de Silvio Rodríguez en La Habana

Por Jorge Cuéllar Montoya

 Fotografías del laureado fotógrafo cubano, Roberto Chile

“Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno.”


 Con esta sentencia de José Martí, tomada de su ensayo Nuestra América, inició Silvio Rodríguez un concierto histórico en la escalinata de la Universidad de La Habana. No fue casualidad: esas palabras, que hace más de 134 años buscaban fundar una ética de libertad y prosperidad. El concierto se desarrollo ante mas de 10 mil asistentes, la mayoría jóvenes de entre 17 y 25 años, y con el presidente Miguel Díaz-Canel en primera fila.


 El repertorio abrió con Alas de colibrí, América y Sueño con serpientes, antes de internarse en temas como La Virgen de Occidente, Viene la cosa, Para no botar el sofá, Nuestro después, La bondad y su reverso, Casiopea, Tonada del albedrío, Eva, El Escaramujo, Quien fuera, La era está pariendo un corazón. 


Hubo dedicatorias entrañables: una canción ofrecida a Pepe Mujica y su compañera Lucia Topolansky - a quienes ovacionamos efusivamente - y momentos de comunión total con Ángel para un final, El necio, Ojalá, Cualquiera que nace en Cuba, La maza y Venga la esperanza. Cada tema fue celebrado como una confesión compartida, un acto de memoria viva.


 Uno de los momentos de mayor peso simbólico fue la interpretación de “Yolanda” de Pablo Milanés, “Crèeme” de Vicente Feliú y “Te perdono” de Noel Nicola, con Silvio, son reconocidos como los cuatro principales fundadores de la Nueva Trova Cubana. Los tres han pasado a otro plano terrenal, y al evocarlos, Rodríguez convirtió su voz en tributo y continuidad. No se trató de nostalgia: fue un gesto de vigencia, una confirmación de que la trova todavía late como conciencia cultural y política.


 El concierto también sirvió de punto de encuentro para la Tropa Cósmica, comunidad internacional de seguidores que viaja desde distintos países para reunirse en torno a la figura de Silvio. Llegamos mexicanos, centro y sudamericanos, europeos. Historias de amistad y solidaridad —un lagunero avecindado en Holanda, Doris, dama cubana apoyada en la atención de una grave enfermedad gracias a la colecta global en la que colaboró el propio Silvio y la generosidad y solidaridad de uno de los mejores cirujanos cardiovasculares del norte de México, el Dr. Felipe Rendón del Hospital Universitario de Monterrey, México.


Así, la hermosa noche en La Habana no fue solo un recital: fue un acto de afirmación cultural y de esperanza. Con Martí como faro y con la memoria de la Nueva Trova latiendo en cada acorde, Silvio Rodríguez – quien portó una “Kufiya, símbolo de la lucha por Palestina-” volvió a demostrar que su poesía y música no pertenecen al pasado: se canta, se vive, se hereda, trasciende lo artístico  y se vuelve tejido humano.


 

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