El cantante presentó su primera fecha en el estadio de Villa Crespo con un repertorio de sus mejores éxitos y sorpresas para los fanáticos
12 de octubre de 2025
PARA LA NACION Guillermo Courau
Silvio Rodríguez inició su serie de conciertos en el Movistar ArenaKaloian Santos Cabrera
Nostalgia, cabezas que asentían, caricias, miradas cómplices, aplausos de pie y alguna que otra lágrima. La primera fecha de Silvio Rodríguez en el Movistar Arena de Buenos Aires estuvo más cerca de una reunión íntima entre amigos de años, de los que se conocen y se quieren, que de la estructura esperable en un recital. Será porque hacía tiempo que al cubano no se lo veía por acá (la última vez fue hace siete años), será porque el repertorio evitó estructuras y convenciones de lo que “hay que tocar” y lo que no; o quizás, porque el devenir de este presente, vuelve imprescindible la necesidad de una comunión entre pares. Que sin edad, ni religión, y con banderas, piensan, sienten, viven, y se entienden con una mirada.
El poderoso y renovado sortilegio entre el cubano y el público argentino comenzó bastante antes de que este llegara al escenario. A modo de prólogo, la exquisita Paula Ferré tiñó las plateas, todavía famélicas del Movistar Arena, de todo su arte. Silvio no pudo haber elegido un mejor preludio que la voz y arte de Ferré, que se adueñó del espacio y recibió las primeras ovaciones de pie de la noche.
Silvio Rodríguez, en la noche del sábado en el Movistar ArenaKaloian Santos Cabrera
A pesar de acusar un catarro rebelde, por el que pidió disculpas, Silvio mantuvo la performance de sus últimos años. Con una voz que acusa presencia y solidez, y que se acurruca en las melodías con comodidad a pesar de mínimos contratiempos vocales. El resto se apoya en arreglos hechos a la medida de una banda, que tuvo en la fecha del sábado, una de sus mejores noches.
El regreso de Silvio continuó con la estela de homenajes a poetas musicales con “Créeme”, de Vicente Feliú; “Te perdono”, de Noel Nicola; y “Yolanda”, de Pablo Milanés. Que fuera un set solo pensado para el artista, Niurka Gónzalez y Malva Rodríguez González, le aportó un plus de emoción. La imagen era la de una familia, que abría la puerta de la intimidad de su arte, a más de diez mil personas, que recibieron el regalo que se les brindaba, con igual dosis de emoción y respeto
En medio, Silvio aprovechó para recuperar el poema “Halt!”, de Luis Rogelio Nogueras, como crítico puente entre presente y pasado: “Pienso en ustedes, judíos de Jerusalén y Jericó. Pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión, que estupefactos, desnudos, ateridos, cantaron la hatikvah en las cámaras de gas. Pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso camino desde las colinas de Judea hasta los campos de concentración del Tercer Reich. Pienso en ustedes, y no acierto a comprender cómo olvidaron tan pronto el vaho del infierno”.
La noche cerró con un Silvio Rodríguez visiblemente cansado, dos bises que apuntaron directo a la memoria emotiva: “Historia de la silla” y “Rabo de nube”, y un artista agradeciendo los aplausos con una mano en el corazón.
Difícil describir lo vivido, y que aquel que no estuvo entienda la mezcla de emociones. Quizás pueda ejemplificarse con el consuelo de una hija, abrazada a una madre que no paraba de llorar. En tantos años de escucharlo, de cantarlo, de sentirlo dentro de ella, era la primera vez que lo había visto en vivo, abrazada a su hija adolescente, que estaba igualmente conmovida. La noche había terminado, y la magia se había producido. Y así seguirá, mientras floten susurros y canciones en el viento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario