jueves, noviembre 08, 2007

Silvio o la utopía razonable

La Verdad(Murcia)
Miedo me daba el concierto de Silvio Rodríguez. Y no por celebrarse en la noche de Halloween, sino por la memoria de su actuación de hace unos años en Ceutí, junto a Aute. En aquella velada erró cual ánima en pena, mas en ésta los espíritus nos obsequiaron con el Silvio grandioso, el que por méritos propios es considerado como el más influyente cantautor en lengua castellana. Esta vez sí: bendito.Su manera de afrontar esta gira española ha sido, quién sabe si sintiéndose en deuda con el recuerdo, ciertamente generosa. En extensión, en actitud, en intención y sobre todo en repertorio.





El cubano es poco menos que un mito de la música popular, pero se prodiga poco fuera de su isla. De manera que escuchar una buena selección de sus mejores temas, cantados por esa voz que es un regalo armónico y notablemente acompañado, es todo lo que sus numerosos seguidores podían esperar. Y exactamente eso fue lo que ofreció al público murciano. Dos horas más tarde las palmas echaban tanto humo como desde la primera frase deslizada por su garganta, pero ahora con motivo justificado.




Y con el público, que llenó el auditorio pese a lo elevado de las tarifas, puesto en pie.Cuatro bises ofreció Rodríguez, el tercero para la deseada guinda de Ojalá, colofón a un concierto inmaculado. Ataviado con tejanos, camiseta y amabilidad parca en palabras, tuvo un recuerdo para su fallecido compañero de la trova cubana Noel Nicola, de quien interpretó Te perdono, así como para Ché Guevara en el 40 aniversario de su asesinato, con América, te hablo de Ernesto, canción de vieja composición pero reciente estreno. También sonaron -y cómo- Te doy una canción, la preciosa Óleo de mujer con sombrero, la saludable y de rítmica quedona Escaramujo, Mariposas, La maza y hasta una inesperada, al menos para mí, Canción del elegido, bella y emocionante hasta entender el porqué de su prestigio.


Como compositor, por encima de todo, pero también como poeta y cantante.Silvio Rodríguez canta a la esperanza, a la honestidad y a la utopía razonable. Ésa que este mundo comercial intenta hacernos creer que no lo es. Pero, antes que nada, las suyas son canciones de amor. De amor a personas, seguro, pero también a ideas, a la justicia, a la belleza. A un mundo más honesto, luminoso y amable. Por eso calan más. El pasado miércoles, hasta acabar empapados

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