sábado, junio 09, 2007

Silvio en Chile-IV

Silvio:memorias trovadas de una revolución. Joseba Sanz.Editorial txalaparta.


Aunque en aquel viaje todo estaba siendo color de rosa Silvio sabia muy bien que dentro le esperaban experiencias fuertes. En la puerta familiares de los presos y militantes de diversas organizaciones, sujetando pancartas, mostraron su apoyo a aquella visita. Se escucho un tremendo grito, una voz desgarrada de la madre de un preso que seguro traspaso los muros de la prisión:
-¡¡Gracias Silvio!! ¡¡Gracias compañero!!
El grueso portón de la prisión se abrió y entro sintiendo que regresaba al pasado, a un pasado que aun era realidad para las personas que se encontraban allí dentro.
Le esperaban gruesos muros, cerrojos herrumbrosos, gendarmes de duras facciones, responsables quizás de las mas horrendas torturas.
El director de la prisión le recibió, en un modesto despacho, con una amabilidad que se podía intuir irónica y le hizo saber las condiciones de la visita. Al final le dijo:
-¡Ah!, el señor va a cantar; no se preocupe, ellos le darán una guitarra.

Un viejo celador, con inexpresivos ojos que parecían haberlo vito todo, le condujo al otro lado de las rejas interiores hasta un pequeño patio rectangular. Los presos gritaban a viva voz: ¿Qué tiene Fidel que los imperialistas no pueden con él? Y otras consignas a favor de la Revolución cubana. Silvio, emocionado, sin sabe que decir, les abrazo como si hubiera estado muchos años preso junto a ellos. Algunos eran muy jóvenes y reían y lloraban mojándole con sus lagrimas.
Un grupo portaba un lienzo en que se podía leer: “Silvio, los presos políticos te saludan”.
Le entregaron una vieja guitarra, hecha de madera, y Silvio, tras advertir que por la mañana apenas tiene voz y que iba a cantar muy mal, comenzó a tocar las suaves notas iniciales de su Pequeña Serenata. Los presos se agarraron unos a otros y callaron para escucharlo con profundo respeto, sin creer aun que Silvio Rodríguez estaba junto a ellos en aquel miserable patio de llenos de orines, tanta veces recorrido en busca de un resquicio que filtrara un rayo de solo.
Vivo en un país libre,
Cual solamente puede ser libre.
En esta tierra, en este instante
Y soy feliz porque soy gigante…

Ese día los muros de la prisión podían derrumbarse, todo parecía ser posible para aquellos hombres que estaban encontrando un poco de felicidad al cantar con Silvio.
Soy feliz, soy un hombre feliz
Y quiero que me perdonen
Por este día los muertos
De mi felicidad…

Los ausentes, y los presentes: torturados, heridos acosados, mas muertos casi los muertos, entonaban juntos aquella melodía.
Le hicieron regalos de todo tipo, pequeños objetos artesanales la mayoría, hechos en prisión.
Pedro Marín, medido, le dijo_
-Sabes Silvio, que esperábamos tu visita, que estábamos contigo, que confiamos en Cuba.
Otro preso, Manuel Ubilla, le expreso:
-Diles a los hermanos cubanos que aquí hay gente como ellos.

Entre los presos se hallaba el cineasta Navea Cortes, que había trabajado en el equipo de realización de la película cubana Mella. Envió un saludo al director cubano Enrique Pineda Barnet y un abrazo a un compañero que había trabajado con el, Germinal Hernández, y que había quedado en el exterior de la prisión con el equipo de ICRT.
La Internacional se convirtió, ante la intempestiva llegada del celador, en la improvisada despedida para un Silvio que inevitablemente debía marchar.
Tras el completo cacheo a la calle se hizo de nuevo realidad. Afuera los familiares de los presos, gritando consignas, saludaron de nuevo a Silvio.
Mas tarde declararía a la Televisión cubana:
-Una cosa que me impacto muchísimo fue que esta gente que ni siquiera sabe cual va a ser su destino, que no saben cuando van a ser libres, me decían que estaba dispuesto a irse a Cuba, a un país a mas de 10.000 kilómetros de distancia, a morir defendiendo nuestra Revolución…

La prensa se volcó en Silvio. Hasta las revistas y periódicos mas reaccionarios tuvieron que hablar de el. Silvio declaro sobre el concierto:-Fue una cosa inolvidable; recibí en todo momento mucha energía del publico, de la tierra, de los Andes, de los muertos.
En todas las conferencias de prensa que ofreció las preguntas tuvieron un marcado tono político. Era inevitable Silvio declaro:
-Defiendo a Fidel porque así defiendo la dignidad de mi pueblo; el es el hombre que ha sintetizado de una manera ejemplar la historia , las esperanzas y las luchas de los cubanos.
También aclaro muchos aspectos de la política cubana, generalmente desconocidos o malinterpretados, y en un momento afirmo con intenciones de dejar clara su postura en respuesta a un periodista:-Si lo que tu me preguntas es si estoy dispuesto a morir por lo que creo, yo te respondería inmediatamente que si Estados Unidos, por ejemplo, hace una invasión en Cuba no dude si te enteras por alguna agencia, por algún cable, que me cayo una bomba encima en una trinchera defendiendo a mi patria, no lo dudes.

Abundaron las preguntas sobre el aspecto financiero de su actuación, a lo que Silvio respondió:
-Estoy dispuesto a ofrecer otro concierto gratuito. Yo pongo la voz, los músicos lo suyo, ¿Quién pone lo demás?

No se habían conseguido apoyo institucional para cantar gratis para todo el pueblo chileno, que tendría que conformarse con verle por la televisión.
Para los que seguían preocupados por su cachet dijo tajantemente:
-Si quisiera ser millonario no viviría en Cuba
La penúltima tarde de su estancia en Chile Silvio visito la residencia de Pablo Neruda en Isla Negra, hoy convertida en museo. Con una bufanda al cuello para resistir el viento cortante del Pacifico se acerco hasta su casa, que recorrería fascinado durante hora y media, recogiendo una piedra del suelo que se llevo consigo como recuerdo.
De camino al aeropuerto una nueva pancarta de grandes proporciones le esperaba: “¡¡¡CUBA NO ESTA SOLA, COÑO!!!”.
Silvio salio satisfecho de Chile, con la sensación de haber acabado algo empezado hacia 18 años y tarareando:
Esto no esta muerto
No me lo mataron,
Ni con la distancia
Ni con el vil soldado…

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