lunes, enero 05, 2009

Un Bello Regalo de Navidad

Silvio Rodriguez

Hoy tuve que parar el trabajo. De nuevo hay líos con un micrófono y hasta enero no llegan los recambios (que antes de aterrizar en mi país deberán dar algunas vueltas de despiste). Pero no crean que estoy alicaído. He trabajado mucho últimamente. Al fin estoy grabando un disco con base de trío acústico, casi cuarteto, porque por ahí también cuelo alguna guitarrita. Al piano está Roberto Carcassés, al contrabajo Feliciano Arango y en la batería Oliver Valdés.





Ocasionalmente aparecen algunos otros músicos jóvenes, invariablemente graduados o por graduar en las Escuelas de Arte. Graba la ingeniera Olimpia Calderón. Juan Mario y Enzo a mano, para lo necesario. La escuadra de Ojalá garantizando la retaguardia, como siempre. Hay un tema que parece un cuento de Pushkin, dedicado a García Márquez. Él una vez me regaló un argumento parecido para una canción. Era sobre una novia abandonada. Nunca lo usé y años después lo vi infiltrado en una de sus novelas.


La canción se llama San Petersburgo y tiene un bello contrapunto de clarinete que escribió Roberto para Niurka. Esta es una canción bastante rusa, pero en el resto del disco se asoma un poquito de rock, además de baladas, sones y danzones. Demasiado es un bolero que le dedico a César Portillo de la Luz, gran autor de todos los tiempos, a quien Odilio Urfé llamaba "el filósofo del bolero". Hay un hermoso texto de Víctor Heredia que pude musicarle, llamado Lo cierto.


Hay una Carta a Violeta Parra en la que le cuento algunas impresiones y les beso a sus hijos, que han sido mis amigos. Casi todas las canciones fueron compuestas entre el año pasado y este 2008 que se está yendo. El trabajo creo que se llamará Segunda cita, que también es una canción, en este caso sobre el ángel postizo que a veces llevamos dentro. Aquí les van algunas letras, a modo de anticipo. Felices fiestas y, como dice un amigo parisino, que en todo les vaya antambalé.


Siempre queriéndoles, aprendiz. SEA SEÑORA Sea señora la que fue doncella. Hágase libre lo que fue deber. Profundícese el surco de la huella; reverdézcanse sol, luna y estrellas en esta tierra que me vio nacer. A desencanto, opóngase deseo. Superen la erre de revolución. Restauren lo decrépito que veo, pero déjenme el brazo de Maceo y, para conducirlo, su razón. Seguimos aspirantes de lo mismo que todo niño quiere atesorar: una mano apretada en el abismo, la vida como único extremismo y una pequeña luz para soñar.


Las fronteras son ansias sin coraje. Quiero que conste de una vez aquí. Cuando las alas se vuelven herrajes, es hora de volver a hacer el viaje a la semilla de José Martí. EL GIGANTE Un gigante, cuando era infante, lanzaba pedos que daban miedo. Y aquel bellaco a un gran saco fue traspuesto, por molesto. El gigante, porque era infante, gritó tan duro que hasta el futuro llegó su queja, cierta y vieja como un viento descontento. No se sabe si al fin la grey supo tratar gigantes poco elegantes, pero de ley.


Dale a tu niño besos, pues para eso nos llora el rey. SAN PETERSBURGO A Gabriel García Márquez Sobre algún puente del delta del Neva, la noche blanca cautiva y revela cada suspiro de Elena. Canta una troika con voz de abedules y el as de espadas se bate entre nubes para sus ojos azules. San Petersburgo juega al absurdo con falsa claridad. Y a quien no duerme se le disuelve la frágil realidad.


Sobre algún puente Elena soñaba, y en el oscuro temblor de las aguas una cigüeña volaba. ¿Qué hacen las aves cuando no saben la dirección del sur? Buscando estío surcan el frío en alas del albur. Sobre algún puente bordado de historias, abandonada, lloraba la novia su blanca noche sin gloria.

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