Pilar de Atarés, Cerro. Foto: Alejandro Ramírez Anderson
Omoa 114. Foto: Alejandro Ramírez Anderson
Nuevos habitantes de la sala de las descargas. Foto: Alejandro Ramírez Anderson
El patio donde se oyó la tradicional. Foto: Alejandro Ramírez Anderson
Francisca, retrospección. Foto: Alejandro Ramírez Anderson
Saludo Infantil. Foto: Alejandro Ramirez Anderson
Saludo a Silvio. Foto: Alejandro Ramírez Anderson
Un dúo que se reencuentra después de muchos años. Foto: Alejandro Ramírez Anderson
Atarés: aplausos, exclamaciones, “Otra, otra…” Foto: Alejandro Ramírez Anderson
Despedida solo con guitarra. Foto: Alejandro Ramírez Anderson
Presentación de Silvio Rodríguez en Pilar Atarés, Cerro; con Frank Fernández, Niurka González, el trío Trovarroco, Oliver Valdés y el poeta Víctor Casaus como invitados.
Jorge Hernández y su madre viven desde hace más de cuarenta años en una casa tranquila, silenciosa, definitivamente más silenciosa de lo que suelen ser los hogares en Pilar-Atarés, en el Cerro. La ventana de la sala, que da a la calle, prácticamente nunca se abre. Nada llega a la casa a través de ella, nada sale tampoco del interior hacia afuera. Pero no siempre fue así: la ventana frontal de Omoa 114, entre las calles Pila y Castillo, fue hace tiempo, allá en los cincuenta, una ventana célebre, un acceso a memorables descargas, con tres, guitarra, clave… Era la casa de María Teresa Vera.
Cuenta Jorge que más de una vez alguna anciana, algún señor entrado en años pasa con su bastón y detiene su paso lento ante la fachada de la casa. Entonces, con cierta luz misteriosa que cobran los ojos, y como en medio de un suspiro de nostalgia, le cuenta de tiempos atrás, de baile y ron, de gente aglomerada en la calle, salpicándose de la alegría de las fiestas de María Teresa; como hacía Francisca Couzo, que hoy tiene 95 años.
Hay quienes aseguran haber visto allí a Manuel Corona, a Sindo Garay, a Hierrezuelo…, en aquel feliz punto de reunión de lo mejor de la trova tradicional, en aquel lugar para la alegría y la poesía popular cuya memoria no puede morir con los pocos que aún la conservan.
Hoy Omoa estuvo llena otra vez, las notas de la trova vuelven a ella, y el barrio las recibe amable, son bienvenidas, como de regreso de un largo viaje, desde lejos, desde hace tiempo. Hoy la trova estuvo como de vuelta, acompañada de música clásica, de música en fin, y se queda; aunque algunos insisten en que nunca se fue.
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