domingo, febrero 19, 2017

En la tarde con Serrat y Silvio

Tony Raful
No hay dudas que el azar es caprichoso. Joan Manuel Serrat escribió las letras de una canción hermosa, cálida, de una ternura caminante que  endosa el amor.  El azar en la historia, el azar en la creación, el azar caprichoso que todo lo compone o descompone, artilugio del zodíaco,  nigromancia de gitanas que en un parque de Madrid te leen el porvenir, o de marquesas en sus castillos feudales alternando el tiempo cifrado del amor. Es caprichoso el azar, nadie lo yugula, es el imprevisto que cabalga en el destino. Lo aleatorio, lo que no podemos explicar lógicamente porque escapa a todo, lo súbito inesperado, las dos caras de la moneda, el último instante que todo lo cambia. Los pronósticos son erráticos, siempre hay una instancia desconocida, un albur que llega, un despropósito que niega lo acordado, el azar es caprichoso dice Serrat, es un mar encandilado, es un alba que danza en la mirada de un amor, es un ardor profano, una memoria  en el borde  del olvido, una luz que se pierde en el pecho de una mujer.
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El azar es concurrente, alberga violines y mariposas, una lengua grave de barítono delante de un reloj de arena, el lírico portento de una ciudad apresurada y tensa. El azar es neblina y luna, una perdida belleza que vuelve,  unos arabescos que dibuja esa magia que es el  mar, como dijo Borges,  ante una pareja de amantes. El azar es el sueño roto, la primavera fugitiva de un ensueño.  Joan Manuel Serrat ese formidable trovador, escribió: “Fue sin quererlo es caprichoso el azar/No te busqué ni me viniste a buscar / Tú estabas donde no tenías que estar/ Y yo pasé, pasé sin querer pasar/ Y me viste y te vi entre la gente que iba y venía con prisa/ En la tarde que anunciaba chaparrón/Tanto tiempo esperándote/ Fue sin querer/ Es caprichoso el azar/ No te busqué ni me viniste a  buscar/ Yo estaba donde no tenía que estar/ Y pasaste tú, como sin querer pasar/ Pero prendió el azar semáforos carmín/ Detuvo el autobús/ Y el aguacero hasta que me miraste tú/ Fue sin  querer/ Es caprichoso el azar/ No te busqué, ni me viniste a buscar”

El mundo gira infinito, la gravedad es un conjuro, el rocío es un destello, vivimos el instante como un madrigal,  sólo el amor nos libera en el azar, comenzamos de nuevo y el vacío es gema y llama, nenúfar o colindancia de un embeleso, ligero navío donde llevo tus ojos o tu boca como un ensalmo, la armadura sonora de tu risa,  la libélula  danzarina de la música y el fuego.

He oído nuevamente a Serrat, he quedado prendado, yo que sé bien que el azar es caprichoso, yo que vengo trazando coordenadas en el fulgor de una estrella, que he visto el rostro tiznado de la historia, sus caídas, sus desencantos, sus estelares cumbres heroicas, allí donde  el azar pone patas arriba la vida. Así debió ser el inicio, cuando el verbo inauguró la vida, y nos fue concedido el amor como una violeta llama de hechizo y candil. El azar subvirtió las esferas, urgió la poesía para embellecer el azul humedecido del cielo. Todo  es movimiento, cambio cíclico, oportunidad perdida o recobrada, ignorancia supina de lo que somos, tránsito votivo del olvido.

El azar es caprichoso, nos une, nos separa, festeja los tiernos quejidos, ahuyenta el velamen de la soledad, nos vuelve imagen sin oficio, nos desarregla y marchita. Somos energías que vibran, marionetas del azar caprichoso. Otro cantor, Silvio Rodríguez, escribió: “Cuando Pedro salía a su ventana/ No sabía mi amor no sabía/ Que la luz de esa clara mañana/ Era la luz de su último día/ Y las causas lo fueron cercando/ Cotidianas invisibles/ Y el azar se le iba enredando/ poderoso invencible/ Cuando Juan regresaba a su lecho/ No sabía oh alma querida/ Que en la noche lluviosa y sin techo/ Lo esperaba el amor de su vida/ Y las causas lo fueron cercando/ Cotidianas invisibles/ y el azar se le iba enredando/ Poderoso invencible/ Cuando acabe este verso que canto/Y no sé madre mía/ Si me espera la paz o el espanto/ Si el ahora o si el todavía...”.

En la voz de Silvio la letra del azar se vuelve cometa y prodigio, todo deriva en esa vorágine del existir, en ese oleaje nimbado de los sueños. El caprichoso azar es el instrumento ciego del destino acuciante.Aprendiendo de todas las emboscadas, afrontemos el azar con una dosis antiquísima de asombro. Somos un cartel efímero de palabras y gemidos. Cantemos al amor o al espanto. Serrat o Silvio, siempre serán, melodías del cuerpo y el alma enfebrecidos un domingo en la tarde, frente a una copa de vino y un aleteo de amor en la fantasía, en el gozo dulce donde atisba  el azar  sus improntas ruidosas de milagros y sollozos.

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