viernes, abril 07, 2017

El rey está desnudo


Dice dirigirse a las multitudes, pero conversa con el espejo. / Eduardo Galeano.

Por Miguel Ángel Castiñeira García .

El rey está desnudo, como en el cuento de Hans Christian Andersen.
Para los premios provinciales de literatura, las editoriales de Cienfuegos se reservan el derecho de publicación. Si ganas, tal vez la obra en formato digital no se materialice. Aunque sea una medida nacional del Instituto Cubano del Libro, esta noticia acaba de rematar el ya inerte panorama literario sureño.

Triste es decirlo, pero solo algunas cabezas despuntan, las otras son más de lo mismo: oscuridad, vuelo poético injustificado… Sin retroalimentación ni cualquier medidor efectivo de calidad, los poetas aquí son libres de tentar a la suerte y reproducir imágenes al azar con la esperanza de dar en el blanco.

Fuera del mismo círculo cerrado, solo algunos espacios como las peñas de la trova, a mi modesto criterio, presentan caminos viables para acercar la poesía al gran público. Sí, no podemos bajar la parada, pero ningún escritor local sabe con certeza cuán efectivo y educativo está siendo su arte. A veces, terminan leyéndose ellos mismos o culpando al público “consumista, ignorante e inculto” de no tener sensibilidad suficiente para apreciar sus trabajos. Digo a veces para no apretar mucho la tuerca.

Ningún escritor que se respete tiene derecho a culpar al entorno de sus fracasos. En condiciones peores ha sobrevivido la buena literatura. Si ellos no se atreven, quedarán en el camino ahogados por sus propias justificaciones.

Para mí no fue una sorpresa ver a Bob Dylan convertirse en Premio Nobel. Su “muy cuestionable” poética ha comunicado más, ha ayudado más a las personas, ha puesto a pensar, ha educado más que cualquier otra obra contemporánea por el simple hecho de ser digerible. Yo conocí a Vallejo gracias al cantautor cubano Silvio Rodríguez. Además, ¿quién podría renegar como literatura la obra de Homero?, el rapsoda ciego marcó un antes y después sin dibujar una línea en el papel.

Galeano dice al respecto: “Me consta que Mario Benedetti no cree que sus poemas para ser cantados son menos literarios que sus poemas para ser leídos (…) Igual ocurre con Nicolás Guillén. “¿Acaso el son, su fórmula popular poética más característica, no proviene de la música popular afrocubana?”; después afirma: “Lejos está mi intención de negar el valor del libro como medio de expresión literaria. Simplemente creo que convendría empezar a cuestionar su monopolio”.

Si no se ponen a cantar sus poemarios, seguirá el anaquel de Mecenas y de Reina del Mar Editores acumulando polvo en la librería Dionisio San Román. Mejor, incluso, será que ni escriban ni publiquen ni convoquen a premios donde no premian como a un escritor le gusta que lo premien: con la publicación.

Tal vez deban eliminar los cursos de narrativa y comenzar a impartir cursos de guitarra, pero la cultura debe llegar a la gente de alguna forma. Es más fácil tirar la toalla y seguir disparando palabras sin hacer puntería. Más cómodo resulta taparse los oídos cuando alguien se pone de pie con un libro en la mano y le dice al autor: “esto no significa nada, me voy como mismo vine”. Porque, aunque nadie lo diga, el rey está desnudo, como en el cuento de Hans Christian 

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