El cantautor cubano Pablo Milanés enamoró otra vez a La Habana, en un concierto único celebrado este viernes dedicado a los 500 años de la fundación de la ciudad maravilla.
El teatro Carlos Marx, apodado como el de los grandes acontecimientos, hizo honor a su calificativo y abrió las puertas a la cita de multitudes, en una fusión de edad, color, ocupación y nacionalidad.
A la hora acordada, las luces bajaron de a poco, una voz estremecedora y 'salvaje' acompañada de piano, bajo y batería cobró vida en el escenario. Y se hizo la magia.
'Vamos a cantar y a ser felices. Mi Habana, mi público preferido', fueron las palabras que el novio de 'Yolanda' dijo al auditorio para darle la bienvenida.
Entre los regalos de la noche, estuvieron Miguel Díaz y su hija Mariana, quienes trajeron de vuelta junto a Milanés 'Los días de gloria', en una hermosa versión a piano y chelo.
El trovador Carlos Varela fue otro de los que gozó el privilegio de acompañarlo con los temas 'Vestida de mar' y 'Los días no volverán', de la autoría de uno y otro, respectivamente, y canjeados en pacto fiel, con el público de testigo.
'El primer amor' de Pablo también subió a escena y la nostalgia alcanzó a cada butaca del teatro.
Con esta canción llegaron los apretones de manos, las sonrisas, la remembranza y hasta alguna lágrima afloró en los rostros, pese a los intentos de dejarla escondida.
Tengo otra sorpresa para ustedes, pero quiero que ella sola se presente, dijo el músico para anunciar la entrada de Francisco (Pancho) Céspedes.
'La felicidad' llegó entonces en las voces de estos dos grandes de la música cubana, recibidos con una lluvia de aplausos y gritos de alegría.
Un número especial con trompetas, saxofón y guitarra se reservó para el intermedio del espectáculo. 'Ámame como soy', pidió Milanés al público y este le amó sin reparo, cantó sin apocamiento.
Durante el mágico encuentro de metáforas que duró casi dos horas, estuvieron clásicos como 'De que callada manera', 'Ya ves', 'Si ella me faltara alguna vez' y 'El tiempo pasa' y 'El breve espacio en que no estás'.
Casi al final del encuentro, una vieja musa se presenció en la sala. 'Yolanda', no por conocida dejó de causar conmoción y, sin pedir permiso, asaltó el corazón de todos los que alguna vez sintieron el amor de su lado.
Para entonces, el teatro estaba de pie y Pablo, desde el escenario, fungía como director del coro gigante formado espontáneamente en la platea.
Así, se despidió el cantautor de su Habana, esa que le acogió de pequeño y que le recordará por siempre como sinónimo de sentimiento y poesía hecha canción. (Tomado de Prensa Latina).
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