martes, marzo 02, 2021

Musica por encargo


ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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En Cuba, el Grupo de Experimentación Sonora del Icaic fue una experiencia única de comunión artística entre música y cine. Foto: Archivo de Granma

La música por encargo, en no pocos círculos de pensamiento, constituye un arte menor; para muchos, huérfano o carente de lucidez propia. Si buscáramos antecedentes no podríamos enmarcar esta tendencia solamente en el nacimiento del cine –lugar donde se remiten, comúnmente, algunas miradas–, sino que tendríamos que exponer necesariamente a grandes compositores y géneros que, desde el desarrollo de la polifonía, así como de su marcada inclinación litúrgica, ya avizoraban un discurso interesante donde lo temático adquiría un protagonismo indiscutible.

El auge de la música programática y del poema sinfónico denotan un desarrollo extraordinario en cuanto a la transmisión sensorial a través de la música, aunque el factor de abstracción guiada o seductora ya había sido una praxis común desde tiempos donde la monodía y el férreo control clerical marcaban el reloj del arte medieval. Y así sucedería con la llegada de periodos musicales como el barroco, el clasicismo y el romanticismo, donde se irían adecuando afluentes temáticos, ya fueran por encargo expreso de las cortes y, en otros, por credo personal de los compositores. La historia de la música recoge testimonios de grandes obras que se debieron a pedidos específicos y tuvieron diversas modificaciones para su versión definitiva, y en muchos casos los autores encontraron la misma –y actual– problemática: la incomprensión.

En este sentido, podríamos basarnos en dos ejemplos audiovisuales que, aunque envueltos en la ficción, explican, de manera jocosa, en varias escenas, las incomprensiones de mecenas o «empleadores» de dos genios del arte en ramas distintas: Amadeus (Dir. Milos Forman, 1984) y Michelangelo: Infinito (Dir. Emanuele Imbucci, 2019), dedicadas a Wolfgang Amadeus Mozart y Miguel Ángel Buonarroti.

Ahora bien, ¿la música por encargo puede considerarse hueca? ¿Tiene libertad creativa su autor cuando acepta escribirla? ¿Dónde comienza el oficio y termina el arte? Desde el momento en que un compositor vive el éxtasis de la creación, su obra es auténtica, pero si acude a resortes como el facilismo y el mimetismo, entonces carece de originalidad. Así mismo, el autor debe poseer un lenguaje extenso en cuanto a factores históricos y culturales para poder enfrentarse al hecho de componer, no para sí mismo, sino para una audiencia y con determinadas pautas ya vistas con el director –sea este de cine, teatro, TV, publicidad, etc.–. Otro gran ejemplo desde lo endógeno, culturalmente hablando, ha sido el cine cubano y su sólida experimentación en narrativas y construcciones musicales, cuando apostó por arriesgar y confiarles el universo sonoro a excelsos compositores cubanos como Harold Gramatges, Leo Brouwer, Sergio y José María Vitier, Edesio Alejandro y otros.

Componer por encargo suele ser mucho más difícil, pues la música debe ser inherente a la imagen, ya sea por asociación diegética directa o por determinado matiz dramatúrgico, y en la cual cada autor asumirá el reto de lograr que tenga tanto peso morfológico y de elaboración como cualquier otra obra con diferente finalidad.

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