Marta Arauz Mora.
A mediados del 2016 tuve que viajar a La Habana para atender un encuentro del Parlatino, el día antes de regresar a Costa Rica, llamé a Tinto y me dijo que fuera a su casa a Alamar para almorzar ahí. Llegué con el fanguito (dulce de leche), el café y el jamón endiablado que siempre llevaba, ahí estaba Tinto con su miqueta de café que recién había preparado de una máquina de expreso; conversábamos un poco de la situación del país, cuando de pronto se escuchó en la calle el ruido de las ruedas de los basureros y rápidamente salió a la acera a pedirle a los señores de la recolección de basura que se esperaran un momento, les preparó café personalmente y les llevó las tacitas con un trozo de pan para cada uno. Cuando se fueron me dijo que consideraba a esa gente que realiza una de las labores más insalubres pero más necesaria en la sociedad.
Pasamos al comedor, donde ya Juanita tenía servido el almuerzo. Luego me dio un libro de poemas de Pablo de la Torriente.
El libro está en mi biblioteca pero el gesto de Tinto está en mi recuerdo y en mi corazón.
Salud hermano grande!
Feliz cumpleaños hasta la eternidad!
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