viernes, octubre 06, 2023

María Jimenez y te doy una canción

 Te doy una canción/canciones

Pero sin duda, para mí –creo que tengo repetidos y gastados tres o cuatro ejemplares iguales de aquel vinilo–, la cumbre era la versión rapidísima que habían gestado a partir del Te doy una canción de Silvio Rodríguez. Ahí estaba la clave, creo. El propio Silvio Rodríguez había pergeñado el tema con esa intención, hacerle una canción de amor, de amor terrenal, a la patria. Y la canción funcionaba. Funcionaba hasta que te dabas cuenta de que hablaba de Cuba, de la patria, de la matria si se quiere y eso, en algún momento, hasta para los más cubanos de los cubanos, se hace insoportable. 

El doble entendido, esa era la clave del himno pero, la virtud de la versión de María Jiménez era que incluso ahí, incluso con el sobreentendido, el tema era pleno. Silvio Rodríguez pone mucho en juego en aquella letra, la propia función del arte, la necesidad política de la palabra, de la palabra amorosa también. Y viceversa. Eso lo supieron ver bien Gonzalo García Pelayo y María Jiménez. En sus Canciones de la Guerra Social Contemporánea, Guy Debord y Alice Becker-Ho no pretendían otra cosa: todos los himnos políticos son canciones de amor. 

Silvio Rodríguez, en 1969. / Wikipedia

Decían que María Jiménez cantaba con el sexo. El machismo exhibicionista de la época la llamaba con el sobrenombre de La Pipa, una manera de defenderse del arrollador erotismo de su voz. Su “garganta profunda” era también una metáfora poco afortunada. Pero no, todo era verdad, con María Jiménez todo era verdad en el sentido sexual de la palabra. Una política de las pasiones, incluso de las bajas pasiones. El bajo materialismo de Georges Bataille. Eros es el motor del 68, eso hay que entenderlo con la misma violencia que lo predicaba Marcuse. Es curioso –esto lo pienso ahora mismo– que todo el proyecto político y poético de Georges Didi-Huberman estos últimos años está también ahí, en la relación política de las pasiones humanas. Los afectos, como decía Spinoza, son la única base posible de la verdadera política. 

No sólo el amor fraternal, la hermandad, también el deseo desatado, el impulso pasional, el amor loco, también el desamor: “Me contaron que estabas enamorada de otro y entonces me fui a mi cuarto y escribí ese artículo contra el Gobierno por el que estoy preso”, decía el breve epigrama de Ernesto Cardenal. 

Aplicado a la canción de Silvio Rodríguez era la bomba. “Como un disparo, un libro, una palabra, una guerrilla, como doy el amor.” Me impresiona ahora recordar la cantidad de veces que me he echado a la calle entonando este himno que para mí siempre será una canción de María Jiménez.




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