viernes, abril 19, 2024

Crónicas de concierto de Frank Delgado en Casa de América

Con Frank Delgado en sus 45 años de vida artísticos 

 Joaquín Borges

Este viernes 12 de abril, mi amigo Frank Delgado estuvo de celebración y lo hizo con un concierto en Casa de las Américas para festejar sus 45 años de vida artística. La presentación tuvo lugar justo entre dos fechas importantes para él y para mí: el cumpleaños 61 de Carlos Varela, el pasado día 11, y en la víspera del día 13,  fecha correspondiente a los 72 años de que viniese al mundo nuestro hermano mayor, Bladimir Pascual Zamora Céspedes, quien si bien  ya no está físicamente de este lado, sigue acompañándonos de cierto modo. 

No sé con exactitud cuándo conocí a Frank. Quizá fue en algún festival de la FEU entre 1981 y 1982, en los que él intervenía en representación de la CUJAE mientras que yo lo hacía a nombre de la Universidad de La Habana. Tal vez fue en uno de los tantos conciertos llevados a cabo en el anfiteatro del parque Almendares allá por 1979 o a inicios de los 80 cuando ya yo andaba por la colina universitaria. 

O quizá me lo presentó el querido Bladimir (siempre me gustaba decirle por su segundo nombre de Pascual y que él detestaba) Zamora Céspedes, el caimanero mayor, al término de un espectáculo de trova y poesía bajo el nombre de “Ejercicios del corazón”, del que Blado  era algo así como la columna vertebral y donde Frank era uno de los participantes, junto con el también trovador Alejandro Zayas Bazán y la poeta matancera Jacqueline Fong, por aquellos lejanos días estudiante de la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana.

Lo cierto es que, aunque me considero alguien con excelente memoria, claro que no al punto de la de nuestro hermano Humberto Manduley, precisar ese dato me resulta imposible. Lo que sí puedo asegurar es que a 45 años de conocer la cancionística de mi amigo pinareño devenido habanero, a cada rato me sorprendo tarareando una de las muchísimas canciones de este ingeniero, que un día renunció a ejercer la profesión que había estudiado, para dedicarse en cuerpo y alma al quehacer trovadoresco.

Lo anterior lo pude comprobar una vez más este viernes durante su concierto en la Sala Che Guevara de Casa de las Américas, donde me sorprendía al darme cuenta de que me sabía de memoria los textos de la mayoría de las canciones interpretadas por Frank. Fue curioso, porque mientras le oía, pensaba en anteriores presentaciones, sobre todo las efectuadas en ese propio espacio durante los 90, y obligatoriamente evocaba el recuerdo de amores y amistades de aquellos tiempos que en la actualidad se han desperdigado por vaya uno a saber qué rincón del mundo. Del público  de esa época tres décadas atrás, apenas hoy pude saludar a unos pocos.

Al pensar en el hecho de que Frank Delgado estuvo montones de años entregándonos canciones, muchas de las cuales son imprescindibles para acercarse a lo ocurrido en Cuba en un pasado reciente, me parece imposible aceptar que sea cierto que durante una larga temporada de destacadísimo trabajo como trovador, él no pudiese grabar ni tan siquiera un disco con los sellos cubanos (si se exceptúa un casete de la colección “A guitarra limpia”, llevado a cabo por el Centro Pablo), dado que las instituciones manejaron con resquemores el carácter problémico de la propuesta del creador, por lo cual le respondían que no a los proyectos presentados en diferentes etapas. 

Una probable explicación a que entre nosotros sucedan cosas así tiene que ver con que el modelo cultural de nuestro país, a pesar de que en su formulación se ha distinguido por ser explícito, no siempre ha resuelto las vías ejecutivas más eficientes para su realización porque, como dijera Carlos Rafael Rodríguez en su intervención durante el IV Congreso de la UNEAC en 1988: (…) lo que nos han faltado no son las definiciones y las líneas de políticas (…). De lo que hemos carecido es de la capacidad para ponerlas en práctica. Lamentablemente, hay que decir que lo expresado por Carlos Rafael Rodríguez hace 36 años sigue ocurriendo a esta altura de abril de 2024.

Recuerdo que cuando yo trabajaba en Radio Metropolitana como conductor y guionista en un programa especializado sobre música que heredé de Humberto Manduley, en repetidas ocasiones discutí con el entonces director de la radio provincial de La Habana porque aquel funcionario prohibía que en la red de emisoras bajo su mando se pusieran canciones de Frank. Yo le argumentaba que en ese propio tiempo en mi desaparecida (gracias a la censura del director del periódico) columna “Los que soñamos por la oreja”, en Juventud Rebelde, escribía comentarios y reseñas acerca de los discos y conciertos realizados por el mismo trovador que él censuraba en sus predios. Por supuesto que el “pobre hombre” de la Dirección Provincial de Radio de La Habana (de cuyo nombre ahora ni puedo acordarme) y yo nunca nos entendimos.

Sucede que la prohibición de difusión ejercida en una época contra Frank Delgado o la llevada a cabo en dependencias del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) en relación con disímiles figuras de la música cubana o del panorama internacional, siempre ha sido por medio de una “Lista negra”, nunca oficial sino oficiosa, y preferentemente transmitida por vía oral a los directivos que han debido ejercer la política diseñada por una instancia carente de rostro pero que, con sus presiones desde las alturas, censura, limita o silencia, al creer que para la crítica de la manera de pensar de determinadas zonas de la comunidad artística lo mejor es anularla, por medio de la repetición de estrategias que ya fracasaron en el pasado, sin percatarse de que por dicho camino lo que hacen es favorecer lo que en teoría aspiran a combatir. El caso de la enorme popularidad de la cancionística de Frank Delgado es vivo ejemplo de lo anterior.

Los problemas imputables al tema de la promoción musical en nuestro país, mil y una veces debatidos en los congresos de la Asociación Hermanos Saíz y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba con resoluciones y acuerdos que jamás llegan a concretarse en el quehacer cotidiano de la radio y la televisión, tal vez pudieran explicar las razones por las cuales los más recientes fonogramas registrados por Frank Delgado con discográficas estatales, a saber Mas, Archivos descalcificados y Santi & Frank (este último llevado a cabo con Santiago Feliú) no han figurado o lo han hecho apenas en la rotación establecida en la programación de las dependencias del ICRT.

En el presente, vale comentar que a tono con los cambios de nuestra realidad y el auge de los llamados emprendimientos, Frank Delgado actúa mucho más en el circuito de bares privados que en las dependencias oficiales, al punto de que hacía doce años no daba un concierto en la Casa de las Américas.

Pero volviendo a los 45 años de vida artística de este hijo ilustre de Consolación del Sur, me parece que fue ayer el momento en que yo era un estudiante de periodismo y me aprendía de memoria canciones suyas como “Cima”, “Son de la suerte”, ”El duende y la lavandera”, “Dos habaneras”, “Son de la muerte”, “Juanita me da jaqueca”, “Miami, luces y sombras”, “Soñar despiertos”, “Orden del día” o “Senderos”, todas composiciones típicas de la filosofía popular. Sin embargo han transcurrido montones de años desde entonces y este 12 de abril de 2024, mi buen amigo ha dado un concierto memorable en Casa de las Américas, donde interpretó viejos y nuevos temas pero que tienen de común el sello particular que él le impregna a cada una de sus composiciones. 

Debo confesar que, dada la cercanía en edad que tengo con Frank, seriamente me preocupa el hecho de  que ya casi lo pueden jubilar y atenderlo en un hospital por una especialidad como la de Geriatría”. Como que él me lleva apenas 24 meses, en un abrir y cerrar de ojos lo acompañaré en ese cada vez más nutrido grupo cubano de la tercera edad y aunque ya casi somos dos viejos cagalitrosos, ambos podemos gritar a los cuatro vientos lo que Frank Delgado asegura en el tema “Hipibano” y que este viernes cantase en el concierto de autohomenaje por sus 45 años de carrera artística:

“Yo soy un hipibano,

una canción clandestina,

un corazón en la mano,

viviendo en la comuna

de las mentes desnudas

que no tienen salario.

Yo soy un hipibano

que quería mostrar

que era posible, mi hermano,

parar guerras con flores

y expandir con el humo

el alma del ser humano.”


POR: 

PL

13 ABRIL 2024




Fotos: Panchito, Prensa Latina

Como uno de esos mágicos reencuentros, Casa de las Américas acogió nuevamente la profunda y simpática melodía del cantautor cubano Frank Delgado, quien goza hoy de la admiración de muchos en Cuba y fuera de ella.
 
Desde la inmensidad de sus letras, el reconocido trovador ofreció la víspera un concierto de lujo en la institución cultural capitalina, espacio que escogió para iniciar las celebraciones por sus 45 años de vida artística.

En entrevista exclusiva con Prensa Latina, el intérprete se mostró agradecido por la acogida del público y calificó de importante el calor humano que posee el lugar.





Fue una noche para recordar esas melodías que han marcado a más de una generación, también para el reencuentro con viejas y nuevas emociones, pues desde el año 2012 el artista no se presentaba en Casa de las Américas.

En este escenario ha tocado todo lo que vale y brilla de la nueva canción latinoamericana, este era el lugar para realizarlo, como una peregrinación que hay que hacer de vez en cuando, opinó.

Allí, interpretó temas de varios discos junto a otros trovadores como Adrián Berazaín, Erick Sánchez, y Vicente Trigo, también aprovechó para rememorar anécdotas de su quehacer artístico, a tono con la simpatía que lo caracteriza.





Está bien que los amigos se sumen espontáneamente, sin mucho preámbulo, era lo que quería, significó.

Delgado cumplirá el próximo 29 de julio 45 años de vida artística, para celebrar la fecha piensa ofrecer un concierto en el Parque Almendares de esta capital, sitio que abrazó su musicalidad desde los primeros años de carrera.

Frank Delgado pertenece al movimiento conocido como La Nueva Trova junto a notables figuras de su generación como Santiago Feliú, Carlos Varela y Gerardo Alfonso.



Su melodía ha conquistado miles de corazones en su país de origen y en escenarios de África, Europa y América Latina.

Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute, Daniel Viglietti, Juan Carlos Baglietto y Fito Páez son algunos de los artistas con los cuales ha compartido escenario el admirado cantautor.




Karla Flores

17.04.2024

8 min. de lectura

Desde mucho antes de la hora pactada, comenzó a llegar el público que abarrotaría la sala Che Guevara de la Casa de las Américas. El salón lleno y seguían sacando sillas. Personas en el piso, de pie y al fondo, por los laterales. Todos esperaban ansiosamente la salida del músico que había anunciado la celebración de sus 45 años haciendo trova. Sobre el escenario lo mínimo y lo de siempre: la emblemática escultura El árbol de la vida, una guitarra, un tres y un ukelele. Tres micrófonos.


La gente esperaba y las conversaciones hacían un colchón sonoro sobre el que, cerca de las 6:00 p.m., sobresalieron los primeros acordes de la velada. Frank entró al escenario guitarra en mano y cantando “A veces cuando estoy perdido, como un marino en lontananza, veo tu rosa de los vientos y vuelvo a respirar confianza”. Una ovación recibió al artista y un coro se alzó para cantar con él: “Te has convertido en mi mapa”. No faltaron las sonrisas de quienes recordaban sus años de juventud o de los jóvenes que han encontrado en la nueva trova de Frank, su voz.

Luego de romper el hielo, lo que lo hace auténtico: el habla; los chistes que no pueden faltar, porque quien haya ido a un concierto de Frank sabe que son quince minutos de conversación y tres de música. Pero el artista no se extendió como de costumbre. Había una vida musical que recorrer y más de una veintena de temas que cantar. Así que con la broma de “Las pilas tienen que morir en combate” —haciendo alusión a los desperfectos técnicos que podían ocurrir durante el concierto, que estaba siendo grabado— cantó, a guitarra sola, El adivino.





En Frank se reúnen años de música latinoamericana. Perteneciente al movimiento de la Nueva Trova junto a Santiago Feliú, Carlos Varela y Gerardo Alfonso, es un digno exponente de esa mezcla de la trova tradicional, el filin y la canción protesta. Se reconoce en él la voz de más de una generación. Temas como En Cuba los trovadores, La rueda de la fortuna y La amistad —esta última junto al cantante Vicente Trigo—, sirvieron de preámbulo para la guaracha que vendría después.

Ya entrados en el calor que brinda la Casa vinieron a levantarnos masivamente de las sillas temas como Cubañolito, Hipibano, Casanova, Cecilia Valdés y la Bella Durmiente, Melesio tenía razón y La isla puta. Acompañado por el guitarrista y tresero Leodan Brito, en una misma canción se podían disfrutar varios géneros a la vez: trova tradicional; trova contemporánea con algunos arreglos menos conservadores —guitarrísticamente hablando—; influencias del jazz, del blues y el son en todas sus variantes; changüí; sucu-sucu; son con trova y son montuno. 

“Si Sabina no se acuerda de mí, su problema, pero compartimos escenario…”, sentenció Frank mientras hacía la historia de cuando, en un concierto de Silvio Rodríguez, se subió al escenario para cantar Cuba va y luego se unieron a él Santiago Feliú y Joaquín Sabina. Con él en el medio y abrazando a ambos, quedó la foto para la historia. “Si no se acuerda es por la vida, imagínate, pero sí cantamos juntos”, ríe haciendo el cuento. Con esa introducción ya sabíamos qué tema vendría acto seguido: Con Sabina en el Vedado, del disco Ustedes los trovadores no saben na´ de la vida. Cantamos, una vez más, y luego nos dimos cuenta de las parejas que en ese tema quedaron atrapadas para la historia, porque “si Pablo es de su casa, Silvio está con Niurka, Santiago con Ofelia y Pedro Luis se fue. Carlitos está con Greta, Gerardo en la luna y Polito me dijo que iba a ver…”. 



Y como la trova tradicional es una especie de madre para el movimiento, en el escenario no faltó Santa Cecilia. Ya Silvio y Pablo lo habían hecho, y Frank y Carlos Lage lo hicieron, como lo harán otros jóvenes en el futuro. El público conocedor coreaba a voces desde sus asientos. Heidi Igualada y Marta Campos se unieron desde el otro lado del escenario para hacer del momento un culto a la historia y las raíces.

Troski´s Cha cha cha, Si el Che viviera y Soy un hombre que sufre, esta última interpretada junto a Erick Sánchez, sirvieron para “…brillar en un escenario donde ha tocado todo lo que vale y brilla de la nueva canción latinoamericana”, como afirmara el músico en exclusiva para Prensa Latina, donde señaló además que “Este era el lugar para realizarlo, como una peregrinación que hay que hacer de vez en cuando.

Después de 19 temas, una pila murió en combate como él había anunciado que ocurriría. “Si yo fuese un músico joven entraría en pánico, pero ya hago de esto un show”, comentó al finalizar uno de los temas acompañado del guitarrista, porque su guitarra se quedó muda. Ya con el instrumento listo nuevamente y después de dos horas de concierto en el que el público no se cansó de cantar y aplaudirlo, como se hace a la gente que le ha llenado el corazón a uno, vinieron temas como El vergel y Serenata.

No tuvo que decir “Cuando se vaya la luz, mi negra, nos vamos a desnudar” para que la audiencia se levantara al escuchar los primeros rasgados del tema. Al compás de un rock and roll con blues, los pies de jóvenes y no tan jóvenes no se pudieron contener. A esas alturas, las sillas que no alcanzaron en un momento inicial sobraban y en el piso no quedaba nadie. Adrián Berazaín se subió al escenario y con la armónica empastó un tema legendario dentro del repertorio de Frank, uno del disco preferido del compositor y de muchos: Trovatur, que lo llevó a ser difundido y escuchado en África, Europa y América Latina.

Después de este, todos sabíamos que se acercaba el final. La ley del talión, Al alcance de un diez, La caldosa, Rapunzel y Carajo Miguel sirvieron para ir despidiendo el concierto. La pegajosa música cubana, el rock and roll, las influencia brasileras dentro de su música y un discurso profundo, sin apartar su evidente simpatía para conectar con la gente, hacen de Frank y sus conciertos una experiencia única en la que no vas solo a escuchar música. Risas, conocimientos musicales e historias “de cuando la época” enriquecieron un encuentro que ya es, musicalmente hablando, más que trova, más que “trovear”.

No hizo falta decir que el tema era el último, el público intuitivamente lo sabía: “La vida es como un segundo de un gran acontecimiento y debes tener bien claro sus fundamentos”. La gente, los amigos que habían ido en grupo, los que se reencontraron en la Casa, los que desde la distancia hacían video-llamadas, los que grababan en audios de WhatsApp, todos cantamos junto a Frank y Leodan Brito el final de un concierto para el que se escogieron 27 canciones de entre más de 300. Un amplio recorrido por la discografía de una voz que conquistó generaciones pasadas, presentes y seguramente lo hará con las futuras.

Frank Delgado arribará a sus 45 años de vida artística siendo lo que siempre quiso ser: un trovador. La Casa de las Américas lo acogió con antelación a la fecha, que se celebrará este venidero 29 de julio, por el que realizará otro concierto en el Parque Almendares, sitio que, como la Casa, recibió su música desde los inicios.

Cuando Frank subió al escenario, ya el público estaba ahí. Un público que ha sabido cultivar durante años, que siempre estará, que se sabe todas las canciones, hasta las menos cantadas en conciertos. Y el trovador, como sus pilas, listo pa´morir en combate.


 


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