lunes, octubre 21, 2024

La música, un estilo de vida

 En "Más allá de un piano" quiero contarles lo que significa para mí ser músico, desde las anécdotas más cotidianas hasta las más especiales.

Malva Rodríguez. Foto: Daniel Mordzinski.


por  Malva Rodríguez González


 octubre 2, 2024


Malva, esta pianista de 21 años en eterna formación, pretende levantar la mirada del teclado y pensar “en voz alta” sobre el mundo artístico y musical que la rodea. ¡Bienvenidos a este espacio de reflexiones y delirios musicales!


En Más allá de un piano quiero contarles lo que significa para mí ser músico, desde las anécdotas más cotidianas hasta las más especiales. Intentaré llevar a palabras conciertos, eventos escolares y alguna que otra reflexión aleatoria, con la esperanza de poner mi granito de arena en darle visibilidad a este hermoso universo artístico y cultural cubano que cada día luchamos por preservar y enriquecer.


Ya que terminó el verano y regresó la rutina, comenzaré con un tema tan cotidiano para algunos como peculiar para otros: ¿Cómo pasamos las vacaciones los músicos?


La respuesta es “un poco como todo el mundo”, por supuesto. No estamos ajenos a divertirnos, despertarnos un poco más tarde de lo que acostumbramos y pasar tiempo con nuestros seres queridos. Sin embargo, hay un detalle que a menudo sorprende (sobre todo a padres de niños que acaban de entrar a un conservatorio y se están adentrando en ese estilo de vida que es tocar un instrumento): el estudio constante. Sí, en las vacaciones se estudia y, para los músicos, hay varios tipos de vacaciones (aclaro que es mi experiencia, mi percepción, que para mis propios compañeros puede resultar tan cercana como lejana: cada músico, así como cada persona, es diferente). 


Están las vacaciones normales. Recesar y estudiar probablemente la misma cantidad de horas que durante la escuela; pero, por supuesto, es mucho más fácil porque hay más tiempo libre y el trabajo se siente menos.


Luego están las vacaciones que lo son solo por el hecho de no ir a la escuela, dado que, ya sea por tener un evento extraescolar (conciertos, cursos de verano, concursos, ensayos), por tener que aprovechar más el tiempo libre y poder cumplir después planes que no te permitirán estudiar o simplemente porque eres una persona en extremo  disciplinada… te pasas el día estudiando. Y cuando digo “el día” me refiero a las legendarias 8 horas. Este es un mérito tan alto, que quienes lo alcanzan merecen el respeto de todos. Tener la capacidad de estudiar 8 horas en una jornada o, peor aún, mantener tal  ritmo de estudio así por días es una hazaña que requiere tanto de resistencia como de planificación y disciplina. No sé si lo recomiendo; con los años he aprendido que no es tan importante el tiempo de estudio como la forma en que se aproveche. 


Aun así, sigue siendo práctica común entre los músicos convertir las horas de estudio en medallas, y llevarlas con orgullo para que todo el mundo vea cómo nos esforzamos y cuánto compromiso tenemos con nuestro instrumento.


Por último, están las vacaciones que el resto de los mortales conoce, en las que no se estudia. Para un músico activo constan, si acaso, de “una semana, repartida en los dos meses de receso. Un día por aquí, dos por acá.” Son muy necesarias; por mucho que amemos lo que hacemos, tomar distancia y refrescar contribuye al eterno proceso de búsqueda y aprendizaje.


Imagino que algunos se pregunten por qué estudiar en vacaciones. ¿No se supone que el punto de tener vacaciones es todo lo contrario?


A lo mejor piensan que tiene que ver con la vocación del artista, que no podemos estar ni un día despegados de nuestro instrumento; que el mismo estudio para nosotros es un receso y un deleite que no se compara con ninguna  otra actividad…


Pues no. La respuesta es cien por ciento práctica, instrumental (nunca mejor dicho) y nada romántica. Mediante el estudio creamos una serie de reflejos automatizados necesarios para el dominio del repertorio y, para que una acción se convierta en reflejo, requiere repetición y tiempo (horas de estudio). Estudiar un instrumento es como hacer ejercicio. Si paras mucho tiempo, comienzas a perder músculos, te oxidas, e incluso comienzas a perder progreso o, lo que es lo mismo, retrocedes. Por supuesto, hay instrumentos para los cuales esto es más terrible. Por ejemplo, a los instrumentistas de viento se les deteriora el sonido a los días de no tocar. Pero yo, que soy pianista, les cuento que nosotros, aunque no tengamos ese problema, tenemos otros.


Antes de salir de vacaciones la gran mayoría ya tiene su nuevo repertorio; piezas que nos deben salir fluidas e (idealmente) de memoria para el curso siguiente. Para eso hay que estudiar. No queda otra. 


Los instrumentistas en desarrollo no podemos permitirnos estar una gran cantidad de días sin tocar nuestro instrumento. Estaríamos perdiendo un tiempo valioso en el cual construir y consolidar habilidades para toda la vida; habilidades que nos facilitarán el proceso de aprendizaje.


Así que quien conozca a algún músico o tenga un amigo que está aprendiendo a tocar un instrumento seriamente, sepa que existe la posibilidad de que esta persona conciba su día en tiempo de estudio. Si dice: “Hoy no tengo que hacer nada” en realidad quiere decir: “Hoy puedo distribuir mis horas de estudio como me plazca” y, cuando lo invitan a esas salidas que empiezan a las 5 de la tarde y acaban por la noche, si quiere tener un buen día de estudio debe levantarse a las 9, para empezar a tocar a las 9:30 o 10 de la mañana. Hacer una primera tanda de dos o tres horas, parar para almorzar y luego estudiar una o dos horas más (sobre todo si es pianista) para poder disfrutar sin culpa de ese tiempo con amigos.


Esta lógica, quizá extraña para algunos, es la vida de un músico clásico, de academia, de esos que tocan Bach y Beethoven, Chopin y Liszt y, de vez en cuando, se fajan con algún compositor contemporáneo. Esa hermosa cotidianidad es la que nos permite después pararnos sobre un escenario y dar lo mejor de nosotros haciendo lo que más nos gusta: música; y es lo que hace de esta profesión, más que un trabajo o afición, un estilo de vida.



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