En el "cumple" del trovador mayor, no podia faltar mi, su página en "Ella y yo", mi librito "trovadicto" de 2014.
Por cierto, fue el primero en "bendecir" sus páginas cuando se las envié con la esperanza de que pudiera publicarlas mediante su Fundación Ojalá. Lamentablemente no contaba con recursos para ello, según me dijo, pero sí me dio opiniones y sugerencias muy valiosas, entre ellas la idea del título, que tomé de modo casi literal (él me sugería "La trova y yo").
De modo que, arropado siempre por sus inigualables canciones, tenga Ud, feliz día...pisando los talones al mío, en la órbita de Sagitario.
Silvio Rodríguez
Esto no es un elogio
Cuánto se ha escrito, empezando por mí mismo, del trovador por antonomasia, la figura cumbre del Movimiento de la Nueva Trova; sus virtudes artísticas son materia estudiada, comentada. Por eso me gustaría acercarme a él, en esta ocasión, desde otro costado.
Lo cierto es que, si bien entre sus canciones y yo hubo de siempre una empatía absoluta, algo me inhibía de acercarme al ser humano, lo cual no ocurría con otros trovadores.
Había escrito ya bastante sobre su obra cuando se produjo nuestro primer encuentro… en su propia casa. Andaba esa mañana con el trovador Augusto Blanca, rumbo al CENDA (Centro Nacional de Derechos de Autor), y de la entonces lejana oficina aterrizamos en la residencia de Silvio.
Yo había acabado de comentar un disco suyo, Oh, melancolía, de los pocos que no me entusiasman demasiado en su fonografía, y tras la presentación de rigor, él me espetó ni corto ni perezoso:
—Has escrito tantas cosas buenas, que por la última mierda no te voy a pasar la cuenta…
Suspiré, y solo atiné a responder con no menor resolución:
—Lo cual te agradezco, porque una cuenta pasada por ti debe de ser muy dura.
Sonreímos ambos, y a partir de ese momento la conversación fluyó animada.
Es persona de una sencillez que cautiva, parco en sus juicios, sin un adjetivo ni sustantivo que sobre, aunque de fácil expresión, abundoso en ideas, que proceden de una inteligencia superior.
No hemos sido lo que se dice amigos, pero existe entre los dos cordialidad y respeto; siempre me ha demostrado que escucha la voz ajena, aunque no sea precisamente favorable.
De su oficina llegan siempre los CDs que graba, algún libro, con la misma dedicatoria: «Para Frank Padrón, con amistad.» Prefiero ese tipo de amistad a otras que se anuncian, hasta se cacarean, y no son tales. Aunque se le achaca un carácter difícil, una personalidad compleja, lo que siempre me ha trasmitido Silvio es una honestidad a toda prueba, y en definitiva, una auténtica bondad.
Por último quiero dejar plasmado, ahora sí en el plano estrictamente artístico, que también al parecer su inspiración es inagotable, en lo cual supera a no pocos de sus colegas. Sus canciones recientes son tan buenas como las viejas, esas que tenemos por clásicos indiscutidos. No han perdido un grano, un gramo de esa espesura conceptual, ese vuelo que ha convertido a Silvio en un filósofo aun de lo más cotidiano o en apariencia simple, y claro, desde siempre, en todo un poeta.
Y a propósito de poetas, varias confluencias también nos unen: Edgar Allan Poe, César Vallejo, Atahualpa Yupanqui, y un amigo común, Luis Rogelio Wichy Nogueras.
Aunque ha trabajado en diferentes etapas con grupos (Experimentación Sonora; Afrocuba; Diákara), Silvio es también, y fundamentalmente, un «animal de guitarra», como demuestra su más reciente y duradera etapa.
Ah, y lo del subtítulo de estos apuntes no solo tiene que ver con el carácter de los mismos. Resulta que, pese a su centenar de piezas ante las cuales no sabría uno decidirse, mi preferida es esa que parafrasea el título: "Esto no es una elegía".
( Foto: el autor con Silvio y Augusto Blanca).
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