De segunda cita
Silvio, mira la foto que acabo de encontrar, que no recordaba haber tomado. Eduardo Sosa dándote en el Centro Pablo su disco, donde tú cantas con él su canción Era miel. Enero de 2008.
Del carajo, hermano. Abrazo inmenso. Se te quiere.
Kaloián
Era miel.
AMIGOS QUE SE ME VAN
“Cuando un amigo se va”
cantaba Alberto Cortés.
Y ahora soy yo: cada mes
un nuevo amigo no está.
No sé qué puedo hacer ya.
En mi terruño, tan mío,
tan de palmera y bohío,
otro amigo se me ha muerto.
Y tiene razón Alberto:
“Queda un espacio vacío”.
Se me están muriendo amigos:
Paquita, Ireno, Oliver.
Trozos del mejor ayer.
De mis sonrisas, testigos.
Voy desanudando ombligos
como un triste cirujano.
No sé qué hacer con la mano
con la que antes saludaba.
Ya nada está donde estaba.
Quiero ser feliz en vano.
Se me está muriendo gente
que debería estar viva.
Gente buena. Creativa.
Sensible e inteligente.
Sigfredo Ariel (de repente).
David Lenker (sin aviso).
Diana Lío (sin permiso).
Pompillo (sin anunciarlo).
Y yo no puedo evitarlo:
tiro el corazón al piso.
Es como si se cerrase
un capítulo, una etapa.
Como si de un viejo mapa
más de un país se borrase.
Es como si me faltase
aire para respirar.
Ya no están. No van a estar.
Es más gris cada mañana.
La Habana es menos Habana.
Lagrimales con pleamar.
Y ahora Eduardo Sosa, el Gordo,
el guajiro, el trovador.
Muerte, para, por favor.
Silencio, basta, hazte el sordo.
Eduardo Sosa va a bordo
del último vuelo. Adiós.
Escenarios y platós
visten de negros crespones.
Pero quedan tus canciones.
Y tu sonrisa. Y tu voz.
Se van amigos, a diario.
Algunos sin despedirse.
¿Así será siempre? ¿Irse?,
¿bajarse del escenario
dejando este innecesario
sabor a muerte detrás?
Es la edad. Tiempo a compás.
Cuerpo bajando peldaños.
Es la vida. Son los años.
Juventud, descansa en paz.
Alexis Díaz Pimienta
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LA PATRIA LE ENTRÓ CON SINDO GARAY*
Por Jorge Fuentes
Si bien casi todos los trovadores cubanos participan o han participado, de actos públicos y fiestas revolucionarias, Sosa era el que más se parecía a los que surgieron en los años 60 y luego fundaron el Movimiento de la Nueva Trova. Como venía de Oriente, era grande su conocimiento de la Trova tradicional que allí tiene su espacio y su corazón. No dejó nunca de cantarla. En eso se parecía a su coterráneo "Chispa", a quien se recuerda poco y del que tengo, clavado en mi memoria, aquel verso: "tomeguín del cantar del tiempo, cántaro azul". Se parecía, porque como dice la gente ahora, "no se creía cosas", teniendo sin embargo un timbre privilegiado y una afinación admirable. Tocaba la guitarra tan bien, como que cubría las necesidades de su canto y soltaba sus dos manos, con naturalidad ejemplar, cuando acompañaba a otros. Sosa, como los trovadores de los sesenta, o con ellos, había descubierto el deber de cantar. Eso viene de muy lejos, del juglar y la canción trovadoresca. Era un hombre de tradición y en Cuba la tradición siempre ha hecho grandes a los artistas que la salvan. La patria le entró con Sindo Garay y todos aquellos que le pusieron música a este país, en medio de nuestras luchas por la libertad. Es por estas y muchas otras razones que Eduardo Sosa, ha tenido todos estos días al país expectante. Es por eso que la noticia rotunda ha puesto a llorar a un pueblo. Ha muerto el trovador que cantaba en las esquinas y en las plazas. En las casas de los amigos y los grandes teatros, a la patria y las mujeres hermosas que también son la patria. No lo volveremos a ver, pero su voz seguirá cantando. Y acaso vuelva.
*A Eduardo Sosa en el día de su muerte
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