viernes, octubre 24, 2025

Silvio Rodríguez: el cantautor cubano de las revoluciones necesarias

 

Por: ALMA Plus Online


23 Octubre 2025




Esta será quizás una de las entrevistas más interesantes, completas y significativas de la carrera de Silvio Rodríguez, por ello todos hablan de estas líneas: la charla única que sostuvo con Diego Ortiz del medio especializado en música Rolling Stone.


Y por supuesto, no es gratuito que el modo de presentar a uno de los músicos más importantes del mundo sea, desde una frase plenamente política: la de las revoluciones.


Desde su estudio Ojalá, en una casa antigua de estilo árabe en La Habana, Silvio Rodríguez recibió a Rolling Stone para una conversación íntima que revela la esencia de uno de los cantautores más influyentes de la música latinoamericana.


La entrevista, realizada en el contexto de su gira por América Latina, muestra a un artista sereno, lúcido y fiel a los ideales que han guiado más de cinco décadas de trayectoria.


A sus 78 años, Rodríguez confiesa que aún ensaya con rigor antes de cada concierto: “para que la gente no me tire piedras”. Su humildad y autocrítica, lejos de la vanidad, definen el tono de toda la conversación.


Raíces ideológicas y artísticas


La entrevista arranca con una de las etapas más importantes del autor. Reseñando su crecimiento en el seno de una familia comunista, en una Cuba que atravesaba profundos cambios sociales. Y cuenta que aunque nunca recibió una formación musical formal, fue en el ejército donde descubrió su verdadera compañera: la guitarra.


De forma autodidacta, comenzó a construir un lenguaje propio, poético y reflexivo, que pronto lo llevaría a ser una de las voces fundacionales de la Nueva Trova Cubana.


Su paso por el servicio militar no sólo marcó su desarrollo musical, sino también su visión filosófica del mundo. Entre lecturas y reflexiones, convirtió sus inquietudes políticas y existenciales en canciones que dialogaban con el contexto histórico de la Revolución Cubana y con las grandes preguntas de la humanidad.


El nacimiento de la Nueva Trova


Durante los años sesenta, la Casa de las Américas se convirtió en el epicentro de un nuevo movimiento artístico. Allí, junto a Pablo Milanés y Noel Nicola, Silvio Rodríguez dio forma a la Nueva Trova, un espacio donde la canción adquirió un sentido político, poético y social.


En ese contexto surgió “La canción del elegido”, inspirada por la figura de Haydée Santamaría, fundadora de la institución y sobreviviente del asalto al Cuartel Moncada.


Rodríguez entiende la canción protesta no como propaganda, sino como reflexión. En sus palabras, la música debía “incomodar los dogmas establecidos” y abrir espacio a la conciencia colectiva.


Su voz, junto con la de otros trovadores del continente, se convirtió en un vehículo de resistencia frente a las dictaduras y las desigualdades que atravesaban América Latina.


La poesía como método


En la entrevista, Rodríguez destaca la importancia de la poesía en su proceso creativo. Para él, cada canción debe tener su propio universo, su propio lenguaje.


“Cada música tiene sus palabras”, afirma. Esa relación entre sonido y texto es el corazón de su obra.


Su experiencia en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) también amplió su visión estética, permitiéndole experimentar con la música y la imagen, y colaborar con otros artistas de la isla.


Su trabajo, profundamente literario y simbólico, combina la disciplina del poeta con la sensibilidad del músico popular. Rodríguez nunca ha creído en la perfección, pero sí en el respeto hacia quien escucha. Esa conciencia del público, un pueblo alfabetizado, con una fuerte cultura política y artística, marcó el estilo de la Nueva Trova y la diferencia frente a otros movimientos musicales de la época.


Un legado que trasciende generaciones


Más allá de su papel como compositor, Silvio Rodríguez se ha convertido en un referente moral y cultural de América Latina. Su música, prohibida durante las dictaduras del Cono Sur, se transformó en un himno para generaciones enteras que resistieron a la represión. Décadas después, su obra sigue siendo una invitación a la reflexión y la crítica social.


En tiempos en los que la música comercial suele priorizar el espectáculo sobre el contenido, la figura de Silvio Rodríguez representa la coherencia, la ética y la fe en el poder de la palabra. Su mensaje final a Rolling Stone resume esa convicción que ha guiado su vida y su arte:


“Me podrán botar de un lugar, pero de mi país no hay quien me bote, y de los deseos de mejorar mi país, no hay quien me bote.”


Su mirada sobre la revolución cubana está atravesada por la autocrítica. Reconoce las imperfecciones de los procesos políticos y afirma que toda revolución es un proyecto humano, por tanto, falible.


Cree que cada nación debe construir su propio camino, sin recetas impuestas, y defiende el derecho de Cuba a resistir frente al bloqueo, al que define como “una tortura consciente y perversa”.


Aun así, mantiene su fe en los ideales de justicia social y en el legado de Fidel Castro, al que considera un líder intelectual difícil de reemplazar.


Lejos de la desilusión, Rodríguez ha sabido sostener su fidelidad a los principios revolucionarios. Relata cómo fue censurado en la televisión cubana a los 21 años, pero nunca perdió la convicción de que el cambio debía hacerse desde adentro.


    “A mí no hay quien me bote de la revolución”, dijo alguna vez.


También distingue entre la defensa y la agresión: para él, el uniforme militar cubano simboliza la defensa del país, no la conquista. Su experiencia en Angola durante los años setenta lo marcó profundamente, al comprobar que la solidaridad internacionalista no se basa en la ganancia, sino en los ideales.


El que canta fiel a sus principios


El cantautor cubano, fiel a su esencia, rehúye las recetas universales sobre el papel de los intelectuales latinoamericanos y subraya que cada quien debe responder desde su propia experiencia y circunstancia.


Inspirado desde niño por las ideas de José Martí, Rodríguez afirma que eligió “la estrella que ilumina y mata” antes que el “yugo”, reafirmando así su vocación por la coherencia ética y la búsqueda de lo correcto antes que lo conveniente.


Sobre la inspiración artística, reconoce que es un fenómeno intermitente y frágil. Para él, el ocio es fundamental para la creación, pues permite que las ideas maduren antes de pasar al “taller” del oficio musical.

Un aprendiz que todos citan


En cuanto a su relación con el arte, Silvio se define como un eterno aprendiz. Prefiere hacerse preguntas antes que dar respuestas, convencido de que cada respuesta solo sirve para generar nuevas preguntas. Su música no busca inspirar, sino acompañar las luchas y emociones colectivas, ofreciendo consuelo y sentido en los momentos difíciles.


Rodríguez también reflexiona sobre la industria musical y su distancia con los circuitos comerciales. Aunque fue invitado por la Academia Latina de la Grabación para recibir un Grammy a la Excelencia Musical.


Este pasaje que pocos conocen terminó en la invitación de Rodríguez a los Granmy a entregar el premio en los barrios cubanos, porque allí se encontraba dando concierto. Sin embargo, los organizadores dijeron que no.


Silvio no renunció al Granmy, simplemente no viajó a las Vegas para formar parte del show mediático, y solo por eso, no se le entregó.


Un bloqueo contra Cuba convertido en tortura


La conversación adquiere un tono político cuando aborda temas como el bloqueo a Cuba, el complejo militar-industrial, la invasión rusa a Ucrania y el genocidio en Palestina.


Denuncia sin ambigüedades el poder de las corporaciones armamentistas, la desmoralización del mundo contemporáneo y la doble moral de las potencias:


    “Esa gente está condenando a cientos de miles de personas a morir. Es algo inadmisible, ofensivo y da mucha rabia”.


Recuerda también al asesinado Víctor Jara como símbolo del odio y la represión que persiste en América Latina, y reafirma que la música debe ser un espacio de dignidad y resistencia.


Sobre Palestina el autor considera "una vergüenza, una vergüenza humana. El mundo está viviendo un momento de desmoralización muy fuerte". Afirma que "ante los ojos de la humanidad se le esté haciendo lo que se le hace a Palestina, luego sale el otro y dice que no, que se va a quedar con toda esa parte de Gaza, y que luego se la va a vender a los israelíes".


Finalmente, evoca con cariño su etapa en el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, donde aprendió con maestros como Leo Brouwer, Federico Smith y Juan Elósegui, y comparte su gratitud por haber vivido en un entorno donde la música se entendía como búsqueda y comunidad.


A los 78 años, Silvio sigue componiendo —prepara un nuevo disco— con el mismo objetivo de siempre: no hacer el ridículo, mantener la honestidad y seguir preguntando. Porque, como él mismo dice, “las canciones no se terminan nunca; cada persona nueva que las escucha las vuelve a empezar”.


La entrevista de Silvio Rodríguez con Rolling Stone es un retrato íntimo, político y profundamente humano del legendario trovador cubano.


Desde su estudio Ojalá en La Habana, a los 78 años, el músico reflexiona sobre su vida, su compromiso revolucionario, la creación poética y la ética del arte. Habla sin filtros del bloqueo a Cuba, la guerra en Palestina, la desmoralización del mundo contemporáneo y la vigencia de la Nueva Trova como espacio de resistencia.


Con serenidad y autocrítica, reafirma su fidelidad a los ideales de justicia social, su fe en el poder de la palabra y su decisión de seguir cantando —no por gloria, sino por coherencia—, convencido de que “las canciones no se terminan nunca”.


Reseña realizada sobre la entrevista concedida a la revista Rolling Stone en español, publicada el 21 de octubre

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