lunes, octubre 13, 2025

Silvio Rodríguez exorcizó el Movistar Arena

 Emotivo recital del legendario trovador cubano

Silvio Rodríguez cerrará su visita a la Argentina el 21 de octubre. . Imagen: Alejandro Leiva

En el marco de su gira sudamericana, el autor de “Sueño con serpientes” presentó su nuevo disco, Quería saber, y repasó parte de su riquísima historia musical. Cada canción resonó en clave de época, con referencias a Pepe Mujica y al pueblo Palestino, entre otras. Al cubano se lo vio algo afectado de la voz –incluso pidió disculpas y acortó un poco la lista de temas-, pero eso no empañó la celebración.

13 de octubre de 2025 - 00:01

Silvio Rodríguez cerrará su visita a la Argentina el 21 de octubre. 

Silvio Rodríguez cerrará su visita a la Argentina el 21 de octubre. . Imagen: Alejandro Leiva

 “Hoy me propongo fundar un partido de sueños/ talleres donde reparar alas de colibríes”, canta Silvio Rodríguez en “Ala de colibrí”, la primera canción de la noche, y de ése modo esparce un conjuro mágico para exorcizar el Movistar Arena, sobre todo después del paso del coro desafinado y surrealista del lunes. Después de siete años sin visitar el país, el legendario trovador cubano –tal vez el cancionista vivo más relevante en habla hispana- regresó en el marco de una gira sudamericana –Chile, Perú, Uruguay y Colombia- para presentar su nuevo disco, Quería saber (2024), y repasar toda su historia musical. En verdad, hizo más lo segundo que lo primero. ¿Cómo sintetizar en un show de dos horas veinticinco discos y además poner el foco en su último trabajo?

El contexto social, político y cultural de Argentina era especialmente sensible para las canciones de Rodríguez, un experto en combinar con belleza la simpleza de lo cotidiano y los aconteceres sociopolíticos. Por eso, cada canción resonó en clave de época. Después de la apertura de la trovadora argentina Paula Ferré, la canción “Tonada del albedrío” se ganó el primer aplauso eufórico de la velada. “Dijo Guevara el hermoso/ viendo al África llorar/ En el imperio mañoso/ Nunca se debe confiar”, cantó con picardía y convicción. Con su habitual gorrita y sus palabras justas, el músico de 78 años siguió con “Sueño con serpientes”, “Virgen de Occidente” y “Viene la cosa”, que la grabó en formato acústico y despojada en Para la espera (2020), y con toda la banda en el nuevo, Quería saber.

“En Cuba hablar de la realidad cotidiana y política se le suele llamar ‘la cosa’. Entonces, un peluquero de La Habana Vieja, podrido de escuchar hablar de la situación política, puso un cartel en la puerta: ‘Prohibido hablar de la cosa’”, contó Rodríguez antes de “Viene la cosa”, que sonó en clave bailable gracias a la participación del pianista Jorge Aragón y el contrabajista Jorge Reyes. “Cuando ‘la cosa’ viene de todas formas, nos guste o no, solemos ponemos a pensar en asuntos como la bondad o incluso en su reverso. Son parte de las cosas que pasan. Ser bondadoso o no serlo", dijo luego y entregó “La bondad y su reverso", una canción que también sonó en el concierto gratuito que brindó el 19 de septiembre en las escalinatas de la Universidad de La Habana.


Acompañado por una banda impecable, que supo navegar muy bien entre la sutileza y el barroquismo, el cubano –que repetirá este domingo y el 21 de octubre en el Arena- logró conectar con la emoción a través de canciones que vencen el paso del tiempo y trascienden su figura, como “Pequeña serenata diurna”, “Quien fuera”, “Casiopea”, "Eva" o “Te amaré”. Al cubano se lo vio algo afectado de la voz –incluso pidió disculpas y acortó un poco la lista de temas-, pero eso no empañó la celebración ni impidió que el concierto transcurriera con naturalidad, melancolía, alegría y esperanza. Hay un trasfondo cultural y afectivo tan fuerte en su música que ningún imprevisto hizo que el público se moviera de las butacas. La historia siempre vence a la inmediatez.

En el recinto de Villa Crespo una imagen era recurrente: padres y madres con sus hijos compartiendo una misma canción. O incluso abuelos con sus nietos. Pero también se podían ver grupitos de pibes de veintipico o treinta y algo. Como sucede también con la música del Indio Solari, la obra del cubano trasciende generaciones. Porque las canciones hablan sobre asuntos universales y humanistas que no tienen fecha de vencimiento. Frente a la crueldad, la mercantilización de todo y el individualismo que signan esta época, Rodríguez ofrece una poética y un mensaje que dialoga con valores como la solidaridad, la esperanza, el sentido comunitario, la bondad y la ternura.

Por eso, en la noche del sábado, el músico rescató, por ejemplo, la figura de Pepe Mujica y le dedicó una canción, “Más porvenir”, que compuso a comienzos de año tras una invitación de León Gieco para el proyecto “Una canción para Pepe”. "Un hombre que a pesar de todo lo malo que sufrió y le hicieron no quiso seguir con el odio ni pagarle cuentas a nadie. Es admirable y todos deberíamos aprender", resaltó el cubano, fiel a su espíritu humanista y pacifista. En esta misma línea, se solidarizó con el pueblo de Palestina en Franja de Gaza frente al genocidio que sufre de parte del gobierno de Netanyahu, primer ministro de Israel. Entonces, recitó el poema “Halt!”, de Luis Rogelio Nogueras, y cantó “La era está pariendo un corazón”, mientras en la pantalla gigante se proyectaban los colores de la bandera de Palestina.

Una novedad en esta gira de Rodríguez es el mini set que le dedica a la trova cubana. En general, el músico se aboca a cantar canciones de su repertorio personal, que es vasto, rico y diverso. Pero en estos shows también homenajea a compañeros de su generación. Con su hija Malva Rodríguez González en la voz y el piano, y Niurka González en flauta, el cantautor ofreció un sublime instante de intimidad con una versión de “Te perdono”, de Noel Nicola (1946-2005). Un rato antes, interpretó en dupla con su hija “Créeme”, de Vicente Feliú (1947-2021), y dejó para el final una bellísima versión de “Yolanda”, de Pablo Milanés  (1943-2022), un camarada de generación con el que tuvo varios desencuentros en el discurso público sobre el devenir de la Revolución Cubana.

De las más nuevas, el cubano y su banda tocaron “Nuestro después” y “Noche sin fin y mar”, dos que demuestran que su pluma sigue intacta. Después de cantar una versión más reposada de “Casiopea”, bien custodiado por el baterista Oliver Valdés y el percusionista Emilio Vega, y de prender fuego el estadio con “Tonada del albedrío” –el público ahí recordó a Fidel Castro-, el cubano invitó a “un viejo amigo para que nos diga algo”. Entonces, apareció en el escenario el poeta, periodista y ensayista Jorge Boccanera. No es habitual que en un concierto la música le ceda lugar a la poesía, a la palabra recitada.

Pero Boccanera consiguió generar un paréntesis –adentro de ese otro paréntesis que es la obra de Silvio- y apelar al silencio con los poemas escritos en los ochenta: “Exilio”, “Los milongueros”, “Cuchara” y “¿Será posible el sur?”, que dedicó a los trabajadores del Garrahan. “¿Será posible tanta bala perdida al corazón del pueblo”, se preguntó el poeta y agradeció por estar en "esta fiesta de la ilusión”. Futuro, esperanza e ilusión fueron algunas palabras que sobrevolaron durante toda la noche del sábado. La cercanía que construyen artistas populares como Silvio Rodríguez se percibía en la emoción y en el ánimo de los presentes. ¿Se puede tejer un vínculo entre personas que quizás no se conocen? La canción es un puente poderoso, sorprendente e inexplicable.

“Quiero pedirles excusas porque estoy un poco acatarrado. Nunca he tenido una voz del otro mundo, pero hoy estoy particularmente afectado”, dijo el trovador antes de presentar a su banda y de tocar las fibras más íntimas con “Te amaré”, bien acompañado por Niurka González y el piano de Jorge Aragón. Entonces, siguieron “Canción del elegido” y la bellísima “Quien fuera”, enriquecida por los virtuosos Maykel Elizarde (tres) y Rachid López (guitarra). La espesura de “Ángel para un final” y la potencia de “El necio” -una oda a los ideales y un canto para no claudicar- empezaban a escribir el final de la noche. Pero quedaban dos más: “Historia de las sillas” y “Rabo de nube”, que interpretó solo con su guitarra. “Gracias”, dijo apenas el trovador, con la garganta algo cansada, pero con una voz atemporal, invencible y eterna.

Silvio Rodríguez volvió a Buenos Aires después de siete años y construyó una noche mágica a base canciones, memoria y emociones

Pido disculpas por eso", dijo Silvio Rodríguez en relación a los siete años de ausencia. Tuvo al Movistar Arena rendido a sus pies. Foto Juano Tesone
Eduardo Barone/clarin 

El cantautor cubano, uno de los fundadores de la emblemática Trova cubana, se presentó ante 15 mil personas en el Movistar Arena.

A lo largo de más de dos horas repasó clásicos, presentó temas nuevos y lidió contra una afección en la garganta que no opacó su talento. Ni su entrega.

12/10/2025 19:16

El cantautor cubano Silvio Rodríguez se presentó este sábado en el primero de sus shows en el Movistar Arena de Buenos Aires (continúa este domingo habrá un tercer show el 21 de este mes), convocando a un público ávido de canciones simbólicas y textos sociales que pintaron la realidad de América Latina durante las últimas cuatro décadas. Pero hubo mucho más que eso. Fue el encuentro de una gran familia que no se veía desde hacía siete años.

Acompañado por un grupo de eximios músicos, Silvio desgranó canciones nuevas junto a clásicos de su enorme repertorio (tiene compuestas y grabadas más de 600 canciones) ofreciendo un recital pleno de musicalidad y por supuesto, emociones a flor de piel.

Un poco de historia

En el frondoso árbol genealógico de la canción contemporánea americana la Nueva Trova ocupa sin dudas un lugar de mucha importancia. Esta corriente surgida en la isla de Cuba a fines de los '60, y de la mano de la revolución encabezada por Fidel Castro en 1959, proponía una música con sabores del trovadorismo, el bolero y los sones más tradicionales de ese país. Pero los textos desnudaban conflictos sociales y denunciaban injusticias sufridas por obreros y trabajadores dentro de los sistemas sociales de corte capitalista.

Influenciados notoriamente por artistas estadounidenses como Woody Guthrie, Joan Báez y Bob Dylan, los integrantes de la Nueva Trova encontraron un lenguaje propio teñido tanto de protesta como de una poética romántica de alto vuelo.      Al mismo tiempo comenzaba a tejerse (y extenderse) una red artística de características similares en los cuatro puntos cardinales del continente, que encontró tal vez un impulso mayor a partir del nefasto Plan Cóndor, en 1975.

Silvio Rodrígurz se presentó este sábado, repetirá este domingo y el 21 de octubre. Foto Juano Tesone

Desde Chile llegaban los ecos de Violeta Parra y Víctor Jara.  Perú hacía su aporte con Nicomedes Santa Cruz y Susana Baca poniendo el foco en el rescate de los valores afro-peruanos, México descollaba con Oscar Chávez y Amparo Ochoa. Brasil partía de su Movimiento Tropicalista  para desarrollar un estilo de manifiesto más directo en la corriente MPB (Música Popular Brasilera) con obras monumentales como Construcción (Chico Buarque), Clube da Esquina (Milton Nascimento)  o el primer álbum de Secos y Molhados, y desde Uruguay tronaban las denuncias de la mano de artistas como Daniel Viglietti, José “El Sabalero” Carbajal y Los Olimareños.

Por supuesto que Argentina no se quedaba atrás. En 1963 nacía el Movimiento del Nuevo Cancionero, encabezado por Oscar Matus, Armando Tejada Gómez y una jovencísima Mercedes Sosa, que se sumaba a voces más antiguas como las de Atahualpa Yupanqui, César Isella o Jorge Cafrune, entre muchos otros.

Dentro de este escenario de efervescencia ya a nivel mundial (recordemos el Mayo Francés de 1968 o el Movimiento Hippie como reacción a la guerra de Vietnam) dos prolíficos artistas cubanos salían a la palestra con sus valijas cargadas tanto de versos rebeldes como de historias de amores tiernos : Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Autores de bellísimas canciones emblemáticas que prácticamente dieron la vuelta al mundo y se convirtieron en clásicos, ellos fueron la cara visible de una época y un contexto fundamental y fundacional en la segunda mitad del Siglo XX.

Con poca voz pero mucho corazón

Una afección en las vías respiratorias le quitó caudal, pero no voz ni emoción. La molestia la padeció más en la segunda parte del show. Foto Juano Tesone

Por todo esto el regreso de Silvio a nuestro país después de siete años de ausencia (“pido disculpas por eso”, dijo en un momento) no era solamente un acontecimiento musical. El público argentino fue a encontrarse con una verdadera leyenda de otra época.

Una donde los corazones rebozaban de idealismo y resistencia. Y por eso, quizás más aún que la trovadora argentina Paula Ferré (referente y una de las fundadoras del Movimiento MUJERTROVA, que abrió el show de Silvio), quienes oficiaron de anfitriones fueron las quince mil almas que llenaron el recinto con una consigna íntima: revivir de alguna manera el recuerdo de aquellos años de fuego de la lucha social en argentina.

Así el público cantó junto al cubano todos y cada uno de sus clásicos, desde Sueño con serpientes hasta Te amaré, El necio o Canción del elegido. Rodeado por un octeto de músicos de primerísimo nivel, cuyo virtuosismo consistía básica y maravillosamente en no querer demostrar ningún virtuosismo, el combo que rodea a Rodríguez está integrado por dos de los músicos del Trío Trovarroco: Rachid López en guitarra y Máikel Elizarde en el tres cubano. Sumados a ellos el baterista Oliver Valdés, el contrabajista Jorge Reyes, el pianista Jorge Aragón y el vibrafonista Emilio Vega.

Pero claro, es imposible no destacar el trabajo impecable de las dos mujeres del grupo. La flautista y clarinetista Niurka González es dueña de un fraseo fluído y de un vocabulario musical inagotable (en sus manos la flauta traversera sugería el vuelo de una mariposa). Niurka es la esposa de Silvio desde 2006. Dato que sumado a la presencia en armonias vocales y por momentos piano de su hija Malva Rodríguez (como decía Serrat en Tio Alberto…”qué suerte tienes, cochino”) han hecho de esta gira una indudable y muy loable cuestión familiar.

El show dio comienzo con Ala de colibrí y se extendió por algo más de dos horas. Afectado por un catarro que le alteró las cuerdas vocales (algo evidenciado particularmente en la segunda parte de su recital,   pero que no diluyó la emocionalidad      de sus interpretaciones), Silvio ofreció varias de sus sus páginas más memorables. Aunque para sorpresa de muchos y quizás por su condición vocal no interpretó piezas muy esperadas como La maza o Unicornio.

En medio de una puesta colorida y cálida a la vez, hubo un momento conmovedor: el tributo a su compañero de ruta Pablo Milanés, que murió hace casi tres años. Foto Juano Tesone

En un clima de ritual tan respetuoso como emotivo, artista y público viajaron a través de todo el universo poético que este maravilloso y prolífico cantautor tejiera durante más de cuatro décadas de labor ininterrumpida.

Y esto hay que decirlo. Si incluso le quitáramos al show de Silvio su peso específico de simbolismo socio-político, si él no interpretase ni siquiera uno de todos sus clásicos, si no se conectara con su público de la manera en que lo hace, éste sería uno de los mejores shows de música escuchados en Buenos Aires en lo que va del año. Por la solidez, originalidad y (falsa) simpleza de los arreglos grupales, por las armonías vocales junto a Malva (una de las voces más originales y distintivas de su generación), por la exquisitez de cada uno de sus músicos y por la calidez que genera desde el escenario.

Música en estado puro

Durante varios pasajes del show la finísima labor de las guitarras de Silvio, Rachid y Máikel sonando en un entretejido de arpegios tan intrincados como celestiales le otorgaron una sonoridad única a las canciones ya conocidas, renovándolas desde la raíz. Mientras que el trabajo de base de percusión y contrabajo (no me mientan, estos tipos saben tocar jazz) ofrecía un paño aterciopelado sobre el que recostarse. Piano y xilofón complementándose perfectamente. Un verdadero placer para los oídos.

Un aparte para el trabajo técnico. Impecable en el sonido, con todos los volúmenes parejos y sin un sólo acople durante toda la noche y muy sobrio en la puesta en escena.Sin grandilocuencias ni aspamentos, sin fuegos de artificio ni estridencias, y alejado de cualquier golpe de efecto apuntando al marketing, lo que experimentamos anoche fue la magia cada vez más escasa de un ejercicio de música en estado puro.


Si bien repasó la mayoría de sus clásicos, no fueron parte del repertorio ni La maza ni Unicornio. Foto Juano Tesone

A mitad del recital Silvio presentó al poeta, periodista y compositor argentino Jorge Boccanera (entre tantas otras cosas fundador del grupo literario El Ladrillo, junto a Vicente Muleiro), quien comenzó recitando como poema la letra de la canción ¿Será posible el Sur? y continuó con varias de sus poesías más resonantes . Porque durante toda la noche poesía fue el nombre del juego. Desde el texto que abrió su presentación (Maestros ambulantes, escrito por José Martí en 1884) hasta Halt! de Luis Rogelio Nogueras “El Wicky”, escritor y periodista cubano fallecido en 1985.

Tampoco (como era de esperar) faltó el sensible homenaje a su compañero de ruta Pablo Milanés  (murió en Madrid el 22 de noviembre de 2022) a través de una preciosa rendición a dos voces de Yolanda, una de las páginas más conocidas y celebradas de éste ultimo. La segunda parte de la presentación transcurrió con un Silvio Rodríguez algo más herido en lo vocal, pero que supo pilotear (experiencia al hombre no le falta) la nave hasta un muy buen puerto.

Finalmente y más obligado por su dolencia que por el propio deseo, Silvio cerró su primera noche con dos bises, Historia de la silla y Rabo de nube. Artista y público quisieron que esto no fuera solamente un show. Y como dice aquella letra se pareció antes bien a una declaración de amor. Eternamente... Silvio Rodríguez.

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