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Oscureció y de repente fue como si se estuviera en una manifestación de la universidad. La plaza de toros, aún escenario de muerte, ahora de vida, con sus poderosas luces encendidas dejaba ver un sinnúmero de banderas de Palestina y unas cuantas de Cuba. Y vinieron las consignas, la plaza estaba ya colmada, diez y siete mil asistentes, en su mayoría jóvenes, -pensábamos que los veteranos iban a ser los más-, consignas a favor de Palestina, de Cepeda, contra Uribe. Uno, dos, tres, stop, Uribe H.P. (Se nos explicó: la salsa choke, legítimamente caleña tiene tres pasos, para y vuelve el ritmo).
Salió al escenario Silvio y la ovación fue grandiosa. No fue azar que aparecieran las estrellas, no podían faltar. Yo digo que las estrellas le dan gracias a la noche Porque encima de otro coche no pueden lucir tan bellas Y digo que es culpa de ella, de la noche, el universo Cual son culpables los versos de que haya noche y estrellas.” Silvio con su voz intacta, cerca del octavo piso, cantó dos horas sin receso con su equipo musical insuperable, cantó sus viejas canciones y las nuevas, con fuerza, con toda la belleza de su canto, mientras, oh, sorpresa, la juventud caleña, – muchos bogotanos, pastusos, hubo quien volvió al país para verlo-, lo seguía en todas las canciones, en todos los segundos, en todas las visiones, como si fueran un himno; de alguna manera los son: “Te amaré, te amaré como al mundo Te amaré hasta el fin de los tiempos Y después te amaré” Hace algunos años, cuando Silvio pasó por Miami en la oficina de inmigración dilataron los tramites más de lo acostumbrado. Y se dio cuenta que su guitarra la habían pisoteado.
La gusanera escribió que debieron pisotearlo a él por su defensa de Cuba, de su Revolución. De allá viene El Necio, que cantó casi al final de su concierto, que hubiéramos querido no termine, porque quedó incluso, pero se precisaban varias noches para decir suficiente, adiós, hasta la próxima Silvio. “Me vienen a convidar a arrepentirme Me vienen a convidar a que no pierda Dirán que paso de moda la locura… Dicen que me arrastrarán por sobre rocas Cuando la Revolución se venga abajo Que machacarán mis manos y mi boca Que me arrancarán los ojos y el badajo Será que la necedad parió conmigo La necedad de lo que hoy resulta necio La necedad de asumir al enemigo Allá Dios, qué será divino Difícil saber si volveremos a ver a Silvio.
Pero lo seguiremos encontrando en sus canciones, en su poesía, en su guitarra. Tanto él como Serrat son los más grandes poetas vivos en lengua española. Por los años que ya son leyenda escribí para el Che unos versos, dos de ellos lo hago extensivos a Silvio Rodríguez: Te veo siempre que los pinos jóvenes Levantan sus brazos al viento.
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