miércoles, noviembre 05, 2025

Los contratiempos que vivió el público en Medellín durante el concierto de Silvio Rodríguez


Por:Iván Gallo


Entre las cinco de la mañana y las cuatro de la tarde del 31 de octubre llegaron trece aviones desde Bogotá, cargados con personas que querían cumplir el sueño de estar en un concierto de Silvio Rodríguez. Las giras internacionales, desde pandemia, han disminuido constantemente para el cubano. A los 78 años, las horas de aeropuerto, las conexiones, los cambios de clima afectan a cualquier organismo. Sabíamos de su paso por el sur del continente. En Argentina, brilló a pesar de una afección de garganta que recortó unos minutos su recital; en Chile fue adorado y recibido como un héroe por Boric; en Uruguay visitó a Lucía Topolansky y recordó a Pepe; en Perú fue idolatrado e incluso recibió la visita en su camerino de un fanático inesperado: el cantante mexicano Cristian Castro. Y así llegó a Colombia. 

Algunos tuvimos que comprar boletas sobre la hora. En Cali se presentaría en una plaza de toros, cerrada, con buena acústica; en Medellín, debido a la demanda de boletas, pudimos comprar a última hora. Se cambió el escenario a un estadio abierto, el polideportivo sur de Envigado, lo que generó hace unas semanas una investigación hacia la empresa Páramo, la encargada de traer al artista. Recibió la noticia a comienzos de octubre que sería investigada por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio, por este cambio de escenario:

 Desde la SIC cuestionaron la falta de información clara y completa sobre el horario del concierto en Medellín y la dirección web dónde consultar condiciones y precios del evento. Indicaron que hubo “una modificación no informada de las condiciones del evento en Medellín, incluyendo el cambio de locación y de operador de boletería, sin comunicar oportunamente a esta Superintendencia ni a los consumidores”. El punto es que muchas de las personas que compraron en una localidad para ver el show en la Macarena, resultaron en graderías en el Polideportivo. La verdad, los que compramos boletas, no reparamos en esa investigación de la SIC. Al estadio de Envigado le caben unas 10.000 personas. Técnicamente no era un estadio gigante. Silvio podría dar su concierto sin problema. Al menos eso creíamos.

En la capital del uribismo, un comunista metió 15.000 personas en una sola noche. Llamaba la atención cómo la mayoría de los asistentes no tenía treinta años. Había familias de tres generaciones, llegando desde cualquier parte del país. Incluso, me atrevo a afirmar, también había paisas. Nosotros llegamos a Medellín sobre las cuatro de la tarde y creímos que íbamos a tener tiempo de sobra para dejar las maletas, cambiarnos e ir directamente al estadio, pero es que esa fecha en Medellín no es sólo el Día de las Brujas, sino que es el día cuando oficialmente inicia la Navidad. El tráfico estaba absolutamente colapsado. Temimos no llegar, pero lo hicimos. Adentro, en gramilla, la verdad, el escenario se veía muy pequeño para un lugar de estas magnitudes. Se notaba que Páramo había desnaturalizado el recital. Algo que tenía que ser íntimo, se transformaba en un concierto de estadio. Por eso, cuando salió sobre las 8:10 de la noche, muy puntual, con su banda preciosa, cantando Alas de colibrí, nos dimos cuenta de que, los que habíamos pagado la localidad plata, que estábamos ubicados en la parte de atrás de la gramilla, no sólo no veríamos al cubano, sino que tampoco lo escucharíamos. Ya, en la segunda canción, Historia de las sillas, el pedido desde la tribuna era un grito: ¡Volumen! Le pedían a Páramo acompañado, cómo no, por tres insultos contundentes. Pero el volumen nunca mejoró. En la localidad de Oro hubo asistentes que denunciaron sobreventas, incomodidad, bloqueos de entradas y salidas principales. Un escándalo.

Hay cosas que no puede manejar Páramo, una de ellas es la decisión que tiene Silvio de hacer sus shows lo más austeros posibles. A veces, como cuando cantó Unicornio, lo hizo él solo con su guitarra. Sin artificios, Silvio es la verdad. Por eso, no tiene razón pedirle una pantalla a Páramo, eso no va a suceder porque a Rodríguez le gustan los shows así y si lo hace de esa manera es porque sus conciertos, la mayoría de las veces, son espacios cerrados, con excelente acústica, un lugar donde la gente está sentada escuchando algo parecido a una plegaria. Silvio, como Dylan, es un poeta. Las dimensiones de la cancha fueron el problema, y aun así, a pesar de esta quejadera, debo decir que Silvio, a sus 78 años, sigue siendo un monstruo de dimensiones épicas, un tipo capaz de hacernos llorar por Palestina sin panfletos ni palabras fáciles, sino recitando un poema dedicado a Israel y sus sufrimientos, una metáfora poderosa en donde todo el estadio guardó silencio, esperando arañar alguna palabra, juntarla, darle sentido y después gritar.

Este artículo se escribió un día después de la presentación en Cali, se hizo en un espacio pequeño, no se desnaturalizó y no hubo una sola queja. Igual, a pesar de los contratiempos, de la pésima organización y de la clara intención de Páramo de sobreexplotar un show, fue un instante inolvidable para los que amamos a Silvio. Y ahora lo queremos aún más, y lo admiramos con fervor. Lo vimos reponerse a todo para darnos lo que le queda. Y lo dio todo, a pesar de Páramo.

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