sábado, noviembre 01, 2025

Un Artículo desde Medellin


 Redacción / Web

Hoy escribo desde Medellín, a pocas horas de asistir al concierto de Silvio Rodríguez, una jornada que, para mí, se convierte en algo mucho más que un espectáculo, es una celebración de una forma de ver el mundo. 


Silvio es sin duda un claro referente de aquella generación de cantautores maravillosos que nos inspiraron, como Pablo Milanés, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Ana Belén, Víctor Manuel, Luis Eduardo Aute, Mercedes Sosa, entre otros, quienes no solo cantaban, sino que pensaban, reflexionaban y transformaban el mundo con sus canciones.


Sin duda, sus letras, espacialmente las de Silvio, fueron pieza clave en mi formación personal, y un referente trascendental en la construcción de mi sensibilidad y de mi manera de ver el mundo. Me siento muy afortunado y agradecido de haber tenido esa influencia, de haber vivido esos momentos, porque me ayudaron a formar un carácter crítico, a priorizar el respeto por la vida y a construir mi sensibilidad por el arte y la buena música. Claramente sus letras me ayudaron a ser lo soy hoy. 


Pero esa alegría que siento de reencontrarme con la buena música, contrasta con la preocupación que me genera pensar que ahora la influencia que tienen los jóvenes para su formación sea el reguetón.  Sonidos estridentes sin ningún tipo de estética, letras que invitan a la banalidad y a no respetar los límites éticos o morales, son los ritmos que hoy están construyendo permanentemente la mentalidad de nuestros jóvenes. Esto es supremamente preocupante, pues son ellos los que mañana dirigirán el mundo y tomarán las decisiones, esas decisiones que estarán peligrosamente mediadas e influenciadas por su formación superficial, irrespetuosa y sin límites de ver la vida y el mundo.


Ciertamente para mí fue un regalo poder acceder a la música creada para formar y educar generaciones. Yo tuve el privilegio de nutrirme de canciones que invitaban a la reflexión, a la belleza del verso, a la conciencia, a la inspiración, y me inquieta mucho pensar que las nuevas generaciones no tienen esa oportunidad. Todo este ambiente de banalidad empobrece su visión de la vida, los estimula a buscar la vida fácil, consumir sustancias psicoactivas, a tener como referentes a youtubers que no les aportan positivamente y les proponen una competencia por la fiesta y la vida sin control.  


Así que hoy, mientras las luces se encienden y Silvio sale a tarima, pensaré en mi gratitud absoluta por esa música que me ayudó a formarme, y recordaré también mi deseo ferviente para que las nuevas generaciones tengan acceso, como nosotros lo tuvimos, a la música que forma, que cuestiona, que abre caminos, y que no se conforma con lo trivial.





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