Como fue anunciado hace unas semanas en nuestras redes sociales, este viernes 19 de septiembre, a las 7:00 p.m., Silvio ofrecerá un concierto en la Escalinata de la Universidad de La Habana para dar inicio a su gira por Latinoamérica.
En esta ocasión, el acceso del público al concierto será por la calle L.
En la presentación, Silvio estará acompañado por Niurka González (flautas y clarinete), Malva Rodríguez (piano y coros), Rachid López (guitarra), Maykel Elizarde (tres), Jorge Aragón (piano), Jorge Reyes (contrabajo), Oliver Valdés (batería y percusión) y Emilio Vega (vibráfono y percusión).
Llevará consigo el indoblegable espíritu de lucha de los trovadores cubanos. Es noticia la enorme expectativa que ha motivado esa presentación tanto en Chile como en Argentina, Uruguay, Perú y Colombia.
Guiller Vilar. “Granma”. La Habana. 9/2025. A las siete de la noche del viernes 19 de septiembre, la Escalinata de la Universidad de La Habana acogerá una vez más, en concierto, el entrañable cantar del trovador Silvio Rodríguez. Será el preámbulo de su próxima gira por diferentes países de nuestra América.
Es noticia la enorme expectativa que ha motivado esa presentación tanto en Chile como en Argentina, Uruguay, Perú y Colombia, hasta el punto de que, debido al insistente reclamo de sus miles de seguidores, se han tenido que ampliar las fechas que originalmente estaban previstas para los conciertos.
Semejante demanda nos confirma el significado de esta gira en las duras y difíciles circunstancias por los que está atravesando la Humanidad. Los que ya tienen en sus manos las entradas saben que tendrán la satisfacción de experimentar profundas emociones con uno de los principales exponentes de la canción comprometida; término que, aunque apenas se maneje por estos tiempos, para nada ha extraviado su extraordinaria vigencia.
Ante la pregunta de por qué canción comprometida, encontrarán la respuesta en un decidido planteamiento de la condición humana como razón ineludible del acontecer cotidiano, expresada en canciones marcadas por principios que nos dignifiquen como especie.
Se trata de composiciones comprometidas con el coraje imprescindible para poder defender esa entrega que alimenta la esperanza, por el amor con que tenemos que asumir el hecho de la existencia, incluso en las más complejas situaciones en que nos pudiéramos encontrar.
Es un llamado al civismo desde la canción, para no dejarnos enajenar por una liviandad tan egoísta, como si no hubiera otras perspectivas de considerable bagaje espiritual por las cuales se merezca también estar vivo.
En plena celebración de los 55 años de la trayectoria artística de Silvio, así como por los 50 años de la aparición del emblemático disco “Días y Flores”, quienes decidan asistir a los mencionados conciertos estarán ahí porque ansían compartir las canciones del legendario trovador que tiene su espada en la guitarra, esa que le reclama ser abrazada fuertemente en medio del combate por alcanzar un mundo mejor posible desde el fragor de sus versos.
En cada una de estas actuaciones, el aclamado cantautor será acompañado por magníficos músicos de probada calidad, como Emilio Vega en el vibráfono, Jorge Aragón en el piano, Niurka González en flauta y clarinete, Jorge Reyes en el contrabajo, Rachid López en la guitarra, Maykel Elizarde en el tres, y Oliver Valdés en la batería.
Pero Silvio también traerá consigo el indoblegable espíritu de lucha de los trovadores cubanos, tanto el de los que ya no están físicamente entre nosotros, puesto que nos resistimos a que sean olvidados, al igual que el de los que preservan la vitalidad de la Nueva Trova en la amada Isla.
Quienes vayamos al concierto de la Escalinata participaremos de un emotivo reencuentro familiar con quien hace más de 40 años nos dejara la siguiente reflexión en el libro Que levante la mano la guitarra: “Soy un hombre con su visión del mundo, un hombre que ha tomado partido. De lo que resulta que estoy invitando a todos a sumarse a mi bando, que es el bando de la Revolución y la belleza”.
Fito Páez: “Silvio es parte de nuestra identidad musical. Cada concierto suyo es un acto de resistencia cultural”.
“Creo que soy trovador y los trovadores tradicionales se llamaban a sí mismos poetas, y pienso que lo eran. En esa dirección, entonces, respondería afirmativamente. Soy un poeta que canta porque soy trovador”. Foto: EFE/Archivo
12 de septiembre de 2025 Hora: 05:22
La escalinata de la Universidad de La Habana es el escenario magnífico para el concierto del 19 de septiembre, que dará inicio a la gira del reconocido cantautor cubano Silvio Rodríguez por cinco países de Latinoamérica.
Desde que la noticia fue dada a conocer en la página digital Zurrón del Aprendiz y luego en los medios de prensa nacionales e internacionales,seguidores de la Nueva Trova de Cuba y el mundo se alistan para viajar a La Habana.
Los que no lleguen al concierto gratuito de La Habana, por cercanía procuran sus entradas en los espectáculos del 29 de septiembre, 1, 5 y 6 de octubre en Chile. Entonces llegarán los recuerdos de aquella primera visita de septiembre de 1972, cuando Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola emprendieron un viaje a Suramérica y se presentaron en un festival organizado por el Instituto Cubano-Chileno de Cultura, en Valparaíso, Chile.
La gira por América Latina, incluirá además de Chile, presentaciones entre finales de septiembre y principios de noviembre en Argentina, Uruguay, Perú y Colombia.
En el corazón de sus amantes
La trova en Cuba sigue pulsando el corazón de sus amantes. Con espacios concebidos para su difusión en la radio, la televisión y peñas culturales de los cantautores, aún son insuficientes y a contracorriente mantenerlas, como siempre. La música de la Nueva Trova nunca ha sido indiferente en el acervo cultural cubano, aunque originalmente no tenía un público masivo (ahora tampoco), sino más bien intelectual.
Recordemos que en la década de 1980, el énfasis estuvo en Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, inicialmente promovidos por disqueras extranjeras y compartidos en casetes por los mismos seguidores y curiosos. Además de su invaluable calidad artística, otros cantautores de renombre fueron poco conocidos. Desde esa década hubo algunos trovadores de la segunda generación, llamados por su escasa difusión, la de los topos.
Esa idílica imagen del hombre y la guitarra de la “Trova Tradicional” de finales del XIX, dejó atrás a cantautoras reconocidas con el tiempo, por su innegable calidad artística. A mitad de los 40 con el movimiento del “feeling” y mediados de los 60 del siglo XX, “La Nueva Trova”, nos dejó nombres imborrables en la memoria musical cubana.
La voz principal femenina de la Nueva Trova cubana, fue también bandera estética. Sara González, —como otros cantores: Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Vicente Feliú, Amaury Pérez Vidal, Augusto Blanca, Lázaro García y tantos otros— vino a ser, para beneplácito del público y de los músicos cubanos, uno de los principales artífices y referentes de la canción.
“Por entonces algunos jóvenes autores coincidían en clubes nocturnos y tertulias privadas. Sus primeros quehaceres partían del movimiento del feeling, con armonías de vanguardia y letras de corte coloquial. Entre ellos se destacaban Luis Adolfo, Martin Rojas, Eduardo Ramos, Rey Montesinos, Pablo Milanés. Los dos últimos también compusieron guajiras memorables, aunque de ellas la más trascendente fue la de Pablo Mis 22 años, que marcó un hito, a pesar de ser poco divulgada¨, narró el propio Silvio en su relatoLa Nueva Trova y la nueva trova”.
“Por aquellos tiempos Noel Nicola componía sus primeros temas en las tropas coheteriles antiaéreas; el estudiante de Física del Instituto Pedagógico, Vicente Feliú, se acercaba a la guitarra de su padre; Belinda Romeu hacía sus pinitos en 17 y C, fiel al signo musical de su familia. Yo cargaba con un saco de libros y una maltrecha guitarra por las unidades del Ejército de Occidente”.
Así recuerda la oportunidad de que alguno de esos jóvenes se presentó en septiembre de 1967, en el programa de televisión “Mientras tanto”. Entre los primeros invitados estuvo la trovadora Teresita Fernández, a quien el Caimán Barbudo le había hecho un homenaje. “Poco después de empezado Mientras Tanto, me estaba haciendo acompañar por Sonorama 6, grupo que dirigía Martín Rojas, y Eduardo Ramos integraba. Para colmo, una de las razones por las que aquel programa fue «sacado de circulación» fue mi promesa de presentar a Pablo Milanés y, mi posterior disculpa por no haberlo logrado, «por razones ajenas a nuestras voluntades»”.
El 18 de febrero de 1968, fueron anunciados Silvio, Pablo, y Noel para un concierto en Casa de las Américas, que marcó un antes y un después en la trova cubana. Desde el público se sumaron algunos trovadores presentes, para completar el número de las canciones del concierto: Martín, Eduardo, Belinda y Vicente.
Eso tiene un valor
Tal como nos había dicho en una entrevista de marzo 2017, los amantes de la Nueva Trova son los que se reconocen en la canción.
“Cuando una canción dice algo en el que muchos se reconocen, eso tiene un valor. Al menos comunicativo. Y no digo artístico, porque lo artístico implica cierta elaboración, cierto dominio de un lenguaje. La utilidad mayor que yo le veo a una canción es la de hacernos compañía”.
Una estudiante sudamericana ha dicho que las canciones de Silvio han acompañado a casi todos los movimientos estudiantiles y políticos de América Latina, pero también a los enamorados. A los despechados. A los tristes. A los furiosos. Y colman de trova y viento de Cuba cualquier auditorio pleno a golpe de poesía y sencillez.
Aquellos trovadores espiritualmente inspiradores, transcurren, pero sus canciones no; todavía parecen inevitables como la audiencia en cada presentación nacional o internacional.
“Sin dudas el público cambia, puesto que cambian los tiempos. También cambia la manera en que las cosas se perciben y hasta aprecian, y en ese saco incluyo a las canciones. Hay canciones que en los momentos en que fueron escritas tenían unas connotaciones, y hoy, décadas después, pueden parecer diferentes”, aprecia Silvio.
Hay que decir que el título de “Nueva Trova” se adoptó porque fue uno de los nombres que nos puso la prensa especializada, y se aceptó con absoluta conciencia de que más temprano que tarde sería obsoleto. Es justo recordar que uno de los que más lo subrayó fue el primer presidente que tuvo el MNT: Noel Nicola, relató Rodríguez en nuestra entrevista: Mis canciones son mis aspiraciones, para el periódico Claridad, de Puerto Rico.
Ante la pregunta, ¿por qué surge y termina el Movimiento de la Nueva Trova cubana?, Silvio dijo: “En 1971 se hizo un primer encuentro de trovadores jóvenes en la ciudad de Manzanillo, y en diciembre de 1972, en el segundo encuentro, se creó el Movimiento de la Nueva Trova”.
(…) Años después, en un Festival de la Juventud que hubo en Moscú, en 1985, Carlos Lage —por entonces secretario general de la UJC— me dijo que el MNT había jugado su papel y que quizá era hora de concluirlo. Yo, sinceramente, sentí alivio, entre otras razones porque casi tenía 40 años y hacía rato que no me sentía joven y mucho menos nuevo”.
Son fragmentos del testimonio ´Encontrar en aquella aguerrida existencia, las razones de vida´; reflexiones exclusivas ofrecidas a esta autora por Silvio Rodríguez y varios fundadores de la NTC, en homenaje a la icónica cantautora Sara González para el libro “La Pasión sin matices”, editado en Amazon para el 50 aniversario de la Nueva Trova cubana.
De los últimos sesenta años
La obra de Silvio Rodríguez es representativa para varias generaciones de cubanos y personas de Iberoamérica, que lo han seguido en los últimos sesenta años y con cuyas canciones han acunado a sus hijos y nietos.
Ha sido “descubierto” por tres generaciones en conciertos a cielo abierto, en pequeñas plazas y grandes en teatros. Al escuchar sus discos grabados o en casetes domésticos compartidos de mano en mano por los aficionados que le cantan al amor, desde que Silvio era un jovenzuelo delgadísimo con una guitarra a cuestas en la década del 1970; como si fuera poco sensibilizarnos con una canción de Silvio Rodríguez que siempre enamora o enoja, según sea el caso.
Reconocido como un mito musical, a sus 78 años cantará a los cubanos y todos los que lleguen a La Habana el 19 de septiembre. Será acompañado en este concierto y toda la gira latinoamericana por talentosos músicos: en el piano Jorge Aragón; el tres lo portará Maykel Elizarde; batería, congas y percusiones de Oliver Valdés. En los teclados estará Emilio Vega y en el contrabajo Jorge Reyes. Como siempre, en la guitarra segunda Rachid López y en la flauta, clarinete y coros, Niurka González, su esposa. Todos son virtuosos instrumentistas cubanos.
Desde el 10 de junio de 2022, cuando el trovador cubano Silvio Rodríguez ofreció un concierto en la plaza principal de la Ciudad de México, ante más de 100 000 asistentes, no ha estado en ningún otro escenario latinoamericano. Aquel fue el primer evento gratuito y abierto que se celebró en el Zócalo, desde el inicio de la pandemia.
Se dice que son más de 500 composiciones musicales las de Silvio, presiento que son más. Muchas de ellas han sido versionadas por múltiples intérpretes del mundo y acompañadas por los seguidores que lo idolatran. En junio del 2024, presentó en las principales plataformas digitales de música, el álbum Quería saber. El disco de 11 temas fue grabado en los Estudios Ojalá entre 2019 y 2024, el primero del artista en los últimos tres años y el vigésimo segundo de su amplia producción autoral.
Sobre el disco, dijo Silvio: “La única canción que no es de este siglo es la última, o sea: Tonada para dos poemas de Rubén Martínez Villena. Compuse esta música a principios de los 70s, cuando Roberto Fernández Retamar me pidió que hiciera un disco con poemas de Martí y le dije que no me atrevía, por la calidad de los que habían salido con la autoría de Pablo Milanés, Sara González y Amaury Pérez. Entonces Roberto me sugirió que lo hiciera con poemas de Rubén, poeta y revolucionario de los años 30, que ambos admirábamos. Logré musicar algunos de sus versos, pero lo único que decidí mostrar fue mi acercamiento a estas dos intensas cuartetas alejandrinas, tan vigentes! Por entonces grabé una versión con Emiliano Salvador, Eduardo Ramos y Leoginaldo Pimentel, integrantes, como yo, de aquel remoto Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GES). Creo que esta nueva versión también vale la pena, por los excelentes músicos que me acompañan. Las demás canciones, las actuales, las canté en muchos conciertos de barrio. Y creo que son como este joven y maltrecho siglo, al que espero que un buen día le crezcan las alas”.
Un poeta que canta
“Silvio es un faro. Su música une lo político con lo poético como nadie”, expresó el cantautor uruguayo Jorge Drexler. Entre tanto, dijo el popular cantautor argentino Fito Páez: “Silvio es parte de nuestra identidad musical. Cada concierto suyo es un acto de resistencia cultural”. “Su gira será un regalo para América Latina”, subrayó la cantante y compositora mexicana Lila Downs.
Sus canciones de amor y otras emblemáticas de profundo compromiso social, convertirán -sin dudas- a los conciertos en cantos de esperanza, para varias generaciones de latinoamericanos.
“No sé, en realidad”. Respondió hace cuatro décadas para la revista Cuba Internacional. “Creo que soy trovador y los trovadores tradicionales se llamaban a sí mismos poetas, y pienso que lo eran. En esa dirección, entonces, respondería afirmativamente. Soy un poeta que canta porque soy trovador”.
El célebre trovador se sometió a un estudio de trazabilidad genética ancestral y se sumó a los protagonistas de la serie "Ruta ADN Cuba", en su primera temporada.
Silvio Rodríguez en la presentación de la serie Ruta ADN Cuba en la sala Chaplin, el jueves 28 de agosto de 2025. Foto: AMD.
Por sus venas, entre tantas, corre sangre canaria y también africana, pero en mucha menor medida que la primera. “Me hubiera gustado tener más”, lamenta Silvio Rodríguez Domínguez
(San Antonio de los Baños, 1946) y se rinde ante los prodigios de la ciencia mientras la genetista Beatriz Marcheco le va mostrando las huellas y fantasmas de su pasado, en el que comparte con el hombre de Neandertal el gusto por el chocolate amargo.
Este artífice del idioma y dueño de imágenes poderosas e insólitas en sus cientos de canciones, sin embargo, solo atina a decir ante tanta maravilla: “Fascinante, fascinante”.
Y no es para menos. Embelesado, el autor de “Ojalá” tenía ante sí los anales de su historia personal, un espejo retrovisor que hacía vagar su mirada a lo largo de un expediente genético que hunde sus raíces en 18 generaciones y unos 500 años, con el que un Borges, por ejemplo, tan entregado a la metaficción, habría rabiado de felicidad, al saberse indagado hasta los tuétanos del linaje y del tiempo.
El director de la serie Alejandro Gil. Detrás, algunos de los protagonistas de la serie: Nelson Aboy, Zuleica Romay, Osvaldo Doimeadiós y Silvio Rodríguez. Foto: AMD.
Filmar con pies de gato: Gil y Ruta ADN Cuba
La genealogía del cantautor está contenida en uno de los seis capítulos de Ruta ADN Cuba, primera temporada de una serie dirigida por el cineasta Alejandro Gil, heredada de su colega y amigo Ernesto Daranas, que documenta el levantamiento del mapa genético de personalidades cubanas y lo cruza con sus experiencias vitales en un ejercicio de memoria, identidad e introspección emocional.
Gil, quien en 2018 se consagró con la película Inocencia, puso frente a la lente a Osvaldo Doimeadiós (actor), Silvio Rodríguez (cantautor), Mireya Luis (ex voleibolista), Zuleica Romay (investigadora), Roberto Diago (artista de la plástica) y Nelson Aboy (antropólogo).
“Fue un trabajo arduo, súper duro. No pueden imaginar cuán difícil”, confesó Gil al dirigirse al auditorio de la sala Chaplin, donde el pasado jueves 28 de agosto tuvo lugar la proyección del audiovisual, de una hora de duración, y que es una coproducción entre el Instituto cubano del Arte e Industria Cinematográficos Icaic, el Centro Nacional de Genética Médica y el Ministerio de Cultura. Autor también de filmes como La pared (2006), La emboscada (2015) y AM-PM (2023), por estos meses Gil está inmerso en la ejecución de su largo Teófilo,una ficción sobre el legendario boxeador Teófilo Stevenson (1952-2012), cuyas escenas en Moscú fueron recientemente filmadas.
“Tratamos de no cortar nunca a la doctora, para que se comprendieran sus explicaciones científicas y por eso se hicieron los planos largos”, explicó el cineasta, quien para no interrumpir el discurso de la especialista ideó un sistema de señales con su equipo de trabajo para que el movimiento de las cámaras, el control de la luz y la arquitectura sonora de las escenas transcurriera en una burbuja de silencio técnico.
“Son historias de vida que crean una empatía con el público extraordinaria y el cine las hace tener una luminosidad tremenda”, sentenció, y agradeció la colaboración de los protagonistas de la serie, a quienes calificó de “seres maravillosos”.
Dra. Beartriz Marcheco Teruel. Fotograma del documental. ENDAC
El ojo clínico: La Dra. Marcheco
“Conversemos con Silvio, el muchacho del río Ariguanabo, allí donde generaciones atrás llegaron sus ancestros y se enraizaron”, invita la Dra. Beatriz Marcheco Teruel, conductora del documental, parapetada frente a un paisaje casi idílico si no fuera por la contaminación de la vía fluvial que Silvio evoca en algunas de sus canciones.
A sus 53 años, la investigadora es una profesional de alto perfil en constante expansión académica. Dirige el Centro Nacional de Genética Médica en La Habana, que es Centro Colaborador de la OPS/OMS para el Desarrollo de Enfoques Genéticos en la Promoción de Salud; además de ser médica en ejercicio y especialista en genética clínica.
La disciplina se ocupa del estudio de las enfermedades hereditarias dentro de una familia y de aquellas otras que, no siendo hereditarias, son causadas por alteraciones en la secuencia del ADN o ácido desoxirribonucleico, una macromolécula que contiene la información genética fundamental para el desarrollo, funcionamiento y reproducción de todos los seres vivos y algunos virus.
Marcheco ha conducido también investigaciones importantes en el campo genético en la isla, como la que rastreó las causas hereditarias de las discapacidades, o la creación del Registro Nacional de Gemelos, concluida en 2006.
Un inesperado y doloroso evento decidió su pasión por la genética humana. Casi al concluir sus estudios de Medicina, supo que su madre padecía el Síndrome de Usher, una rara enfermedad genética que provoca la pérdida progresiva de la visión y la audición. “Esto se convirtió en un desafío para mí… prevenir, curar o, por lo menos, ayudar a estas personas para que transiten por la vida con el menor trauma posible”, contó en su día a la prensa.
Entre 2018 y 2021, la científica se enroló en el equipo de Cuba Indígena, un proyecto emprendido y dirigido por el fotógrafo español Héctor Garrido, con el acompañamiento del Doctor Alejandro Hartmann, historiador de la ciudad de Baracoa; Julio Larramendi, fotógrafo y creador visual, y el sociólogo Enrique Gómez.
Marcheco Teruel estuvo a cargo de la realización de pruebas genéticas a 27 familias con ancestralidad amerindia en la región oriental de Cuba.
Recuerdos lejanos: “Yo soy de donde hay un río” y el abuelo Félix
Teniendo como moderadora a la doctora Marcheco, el audiovisual registra el intercambio de recuerdos entre Silvio y Giraldo Alayón, natural de San Antonio de los Baños, y el más longevo amigo del artista.
“Nada, hace 74 años que nos conocemos. ¡Auxilio!”, dijo a cámara entre risas Alayón, biólogo de profesión y un defensor, desde los años 80, junto al compositor, del ecosistema del río Ariguanabo, hasta que al fin, en septiembre de 2018, luego de una década de esfuerzos y papeleos, nació legalmente la Fundación Ariguanabo para la conservación de la vía fluvial y su entorno.
Sin duda, durante la infancia de ambos el río era —y aún debe ser— el personaje principal de la comarca. Ambos evocaron sus primeras escapadas clandestinas a nadar —por aporte de uno de sus tíos, Silvio ya sabía y enseñó a su amigo—, también pescaban y jugaban a la pelota en un “campito” al fondo de la casa natal del cantautor, en la calle Caridad 2 y medio, donde Alayón “espera que algún día” coloquen una placa que recuerde el nacimiento allí del célebre músico cubano.
El biólogo Giraldo Alayón, natural de San Antonio de los Baños, y el más longevo amigo del artista. Foto: AMD.
No faltaron en la conversación jugosos episodios. Uno de ellos, la despavorida huida de Silvio ante la aparición de un araña peluda —“era del tamaño de una gallina”— cuando se arrastraba por una estrecha galería en una de las cuevas del lugar; o la imponente presencia del abuelo materno del artista, Félix María Domínguez, a quien Alayón recuerda como “un patriarca”, con mostacho encanecido y aires semejantes al general Calixto García, vestido de blanco, dominando en silencio la escena hogareña desde su quieto sillón.
“Mi abuelo fue torcedor…mascaba tabaco. Y se hacía sus mascadas”, recuerda Silvio en el documental.
La familia del músico fue una de tantas que trabajaron en la industria del tabaco. Su abuela materna, María León, su madre, Argelia, y sus tías ejercieron como despalilladoras (quitaban la vena central de las hojas de tabaco), y los hombres como torcedores.
Silvio narra el encuentro que tuvo Félix, siendo niño, en una bodega de Tampa, con José Martí, en uno de los viajes que desde Nueva York realizó el líder revolucionario en los comienzos de la década de 1890 para reunirse con los tabaqueros, una de las bazas del proyecto independentista y republicano.
En la canción “Yo soy de donde hay un río” (Décimas a mi abuelo) el poeta quiere “echarse” en “en su misma fosa, sin oración y sin losa”, con la certeza de las pertenencias del patriarca tabaquero, “su silla, su cuchillo, su mascada y su corona Nevada, cual sé también su rodilla”.
El Olivette
Las pesquisas llevadas a cabo por el equipo de la doctora Marcheco descubrieron otro dato interesante en la vida de Félix María: que en 1908, ya con 21 años, fue pasajero, junto a su padre, Francisco Domínguez, del vapor Olivette, rumbo a Estados Unidos.
Botado al agua el 15 de julio de 1887, la nave fue utilizada por José Martí en sus frecuentes viajes a Cayo Hueso. En la primera de esas travesías, el vapor fue engalanado con banderas cubanas y una banda de música a bordo tocó el himno de Bayamo.
Pero hay más. Fue el Olivette el buque que llevó como parte de la correspondencia entre Estados Unidos y Cuba, la orden de alzamiento para el 24 de febrero de 1895 enviada por Martí a Juan Gualberto Gómez, uno de sus hombres de confianza y Delegado del Partido Revolucionario Cubano en la isla.
En 1918 el buque encalló a 8 millas al este del puerto de La Habana, debido a la marejada y la neblina. Todos los intentos por desencallarlo fueron infructuosos y finalmente se hundió a un centenar de metros al norte de Punta El Judío, en la margen occidental de la playa de Bacuranao, frente a la actual Academia Naval Granma, en La Habana del Este, donde todavía se encuentra.
La doctora Marcheco invitó a Silvio, junto a su familia, a visitar el pecio, que reposa sobre el lecho marino a unos 15 metros de profundidad. “Bueno, hemos sobrevivido”, dijo el cantautor riendo, ya una vez en tierra y todavía arropado con un traje de neopreno.
Una estilográfica con rojo aseptil
El audiovisual de Gil grabó otras escenas conmovedoras. En una visita a los Estudios Ojalá, la genetista se interesó por un cartapacio y una estilográfica que descansaban sobre un piano.
“Esa pluma me la regaló Vicente Feliú [1947-2021] cuando yo me iba en el Playa Girón, y con esa pluma escribí todo lo que escribí”, rememoró Silvio, aludiendo a su aventura en el barco pesquero donde se enroló en 1969.
La experiencia se extendió hasta enero de 1970, durante la cual compuso de un tirón 62 canciones, algunas que luego se convirtieron en clásicos como “como “Ojalá”, “Resumen de noticias”, “Cuando digo futuro” y “Playa Girón”.
A Vicente, quien poco después sería otro de los fundadores del Movimiento de la Nueva Trova, lo conoció cuando ambos cursaban el bachillerato. “Yo en la escuela nocturna y él en la diurna, en La Habana”. Sus vidas se separaron por tres años. Silvio entró en el ejército como recluta y Vicente se fue al campo a la cosecha de café. Al reencontrarse, ambos componían canciones acompañados de la guitarra.
“Por cierto, no era tinta lo que tenía la pluma, porque no había tinta; era rojo aseptil”, recuerda el trovador, cuya estilográfica viajó con ambos a la Angola de 1976, apenas unos meses después de que Cuba asentara allí a un cuerpo expedicionario para frenar la invasión sudafricana a las puertas de Luanda, episodio que un inmejorable García Márquez describe en el reportaje Operación Carlota, publicado en 1977 en la revista Tricontinental.
“Los dos trabajamos con esa pluma”, rememoró Silvio, quien también es dibujante y comentó a la doctora la jirafa observada por ella que desde suelo angolano pintó para su hija Violeta, por entonces una niña.
Cartel de la serie Ruta ADN Cuba. Foto: ENDAC
Música, poesía y decencia
Cuenta Silvio que la decencia era un valor importante en muchas familias de la época. “Se hablaba de ser decente, de tener un comportamiento social correcto y de ser considerado con los demás”.
De Dagoberto, su padre, recibió “el amor por la lectura”, pese a que era un hombre de educación rudimentaria, “pues desde niño trabajaba en el campo”, aunque “siempre tuvo un gran interés por los libros y la literatura. Le gustaban mucho el teatro y la poesía, y por él conocí la poesía de Martí y Guillén; un hombre con apenas el segundo grado, que disfrutaba leyendo poesía profunda”.
Del lado materno, el legado principal era la música. “Todos en la familia de mi madre eran músicos, empezando por mi abuela María, que cantaba en casa canciones antiguas como ‘El colibrí’, una tonada que yo canté mucho y que aprendí de ella y luego de mi madre”.
Argelia Domínguez formó un dúo junto a su hermana Orquídea cuando eran adolescentes y participaron en actividades culturales del pueblo. Sin embargo, los prejuicios sociales de la época dificultaron que continuaran su carrera artística, algo que no sucedió con los varones de la familia, quienes fundaron grupos musicales como el Jazz Mambo Beat.
Silvio Rodríguez. Fotograma del documental. Foto: ENDAC.
Chocolate amargo, Eusebio Leal y un hombre martianamente cosmopolita
En el informe genealógico obtenido de una muestra de saliva, se establece que Silvio Rodríguez posee en su ADN 291 secciones heredadas del hombre de Neandertal, algunas relacionadas con características físicas y fisiológicas como la facilidad para sonrojarse o la capacidad para sudar durante el ejercicio.
Tal herencia remite a nuestros ancestros lejanos y evidencia cómo fragmentos de esa antigua línea genética siguen presentes y afectan rasgos actuales. Entre estas peculiaridades, en su caso, destaca el gusto por el chocolate amargo, un rasgo que lo emparenta —de forma metafórica— con esos hombres que vivieron hace unos 400 mil años hasta su extinción hace alrededor de 40 mil años.
Además, Silvio tiene una predisposición genética para el oído musical, capacidad que le permite escuchar y reproducir melodías con gran fidelidad. Esta habilidad remite a una conexión profunda con su herencia familiar, en especial con su madre y su abuela, quienes tenían una notable musicalidad que influyó en su formación artística desde la niñez.
Un dato curioso y significativo es que el músico tiene un ancestro común con el historiador Eusebio Leal (1942-2020), con quien sería primo quinto, compartiendo un abuelo aproximadamente 180 años atrás, en la sexta generación.
“No me extraña. Y estoy seguro de que a él no lo hubiera extrañado tampoco. Éramos muy cercanos”, comentó el cantautor recordando al historiador de La Habana, cuya afanosa obra de restauración del patrimonio colonial y republicano devolvió a la capital buena parte de su majestuosidad perdida.
En cuanto a su origen genético, 87 % de la información genética de Silvio proviene de Europa, en especial de España y Portugal, con una fuerte presencia de linajes de las Islas Canarias y las Azores. También posee 4 % de ADN africano, principalmente de África occidental, y una pequeña proporción proveniente del norte de ese continente y otras regiones del mundo, lo que refleja su herencia multicultural y multiétnica.
El linaje materno de Silvio está marcado por la rama H4A1, que surgió hace unos 8 mil 500 años en Europa, vinculando su historia genética con regiones del Cáucaso y del llamado Viejo Mundo.
A través del cromosoma Y, su linaje paterno pertenece a la rama RL51, común en hombres europeos y relacionada con figuras históricas como el rey Niall de Irlanda, que gobernó en el siglo V, reflejando una conexión con culturas antiguas que se extiende hasta los vikingos. “El aventurero me llegó por ahí seguro”, aseguró en el documental con un toque de humor.
Luego de escuchar el informe genético de boca de la doctora Marcheco, confesó que le ocasionaba “un poco de miedo”, “porque me pienso diferente”, aunque ponderó que la información era “fascinante”.
“Veo que en todos los sentidos también somos el resultado de muchas cosas. Estamos tan emparentados que no lo sabemos. Y deberíamos llevarnos mejor, ¿verdad?”, agregó el trovador, corroborando su identidad universal y apostando por el entendimiento y el diálogo como necesidad civilizatoria.
“Realmente uno es cosmopolita, como decía Martí”, recordó al citar a uno de sus paradigmas.
Primeras consecuencias: los cromosomas saltan a la partitura
El descubrimiento de su álbum genealógico no solo ha sido una oportunidad de asombros y reinterpretaciones, sino un cauce para la composición.
En la carrera musical de Silvio aparecen partituras para cine tan temprano como 1968 con “Al sur de Maniadero” (documental); “Columna Juvenil del Centenario” (1970) y “República en armas” (1974). También su sello está, entre otras producciones, en “Como la vida misma” (1985) y en un par de temas que se convirtieron en clásicos, tanto de su música, como del cine nacional: “El hombre de Maisinicú” (1973), y “Balada de Elpidio Valdés”(1979).
Ignoramos si para este sexto capítulo de la serie Ruta ADN Cuba ya el creador nacido a las 4.30 de la madrugada del viernes 29 de noviembre de 1946 tenía premeditado componer su banda sonora, sea antes o después de los resultados de laboratorio.
De cualquier manera, la música, en este caso, es una discreta compañera de viaje de la narrativa del documental, pero —y eso lo ignora el espectador, lamentablemente— es resultado de una “subjetividad científica”, si es que el término es capaz de defenderse del oxímoron. Así lo cuenta el propio autor en exclusiva a la periodista y editora Mónica Rivero vía WhatsApp.
“De cada cadena de ADN puede extraerse una melodía, a partir de notas e intervalos, así que hice la música para el capítulo con los intervalos de mi propio código genético. Diría que tiene que ver conmigo. Sobre todo cuando lo organicé y le puse armonía, porque antes de eso es algo puramente melódico. Lo llamé —qué otro nombre— ‘ADN’ ”.
Silvio fascinado por la descripción de su genealogía rastreada por estudios genéticos. Fotograma del audiovisual. Foto: AMD.
Post Scriptum
Unos instantes antes de la proyección, una efusiva funcionaria del Icaic llamó al artista al micrófono. “¿Qué espera Silvio Rodríguez de esta obra de arte?”, le disparó a mansalva.
“Yo espero que sirva para algo. Sencillamente. Gracias”, respondió Silvio, jocosamente ríspido, intentando escapar de la vanagloria de su genio y el peso abrumador de su nombre.