Una tarde se le ocurrió telefonear a Vicente para contarle su devenir con la guitarra. Vicente, misterioso, afirmó tener un secreto que contarle, pero sólo en su casa. Cogió su guitarra Silvito y acudió a casa de su amigo. Entonces se encontraron los dos, uno frente al otro, cada uno con su guitarra. La sorpresa, como cabe esperar, fue mayúscula.
También en aquella época se reunía con un grupo de poetas cercanos a la revista El Caimán Barbudo. “Todos los jóvenes son rebeldes, aunque también los son, y a veces hasta más, algunos viejitos. Lo cierto es que yo no frecuentaba los “círculos intelectuales establecidos". Mis amigos intelectuales eran los escritores de mi generación, la del primer "Caimán Barbudo", con quienes me establecía casi siempre en la heladería Coppelia, a eso de las 12 de la noche. Allí arreglábamos el mundo, o lo "desarreglábamos", según se quiera ver. La verdad es que en aquel circuito de tragadores de helados, como yo, siempre fui muy bien recibido”.
Un amigo le propuso conocer a Belinda Romeu, que hacía canciones desde joven. Aceptó. Tocó seis o siete canciones, y un hombre salió de una puerta: el padre de la cantante. Quedó prendado de las canciones de Silvio, y le propuso hacer una prueba de grabación. El Aprendiz quería que otros cantasen sus canciones, pero el hombre insistió y lo citó en el ICR (Instituto Cubano de Radio). Mario, que así se llamaba el padre de Belinda, quería que debutase en televisión, mas el joven se negaba. Aburrido, acudía frecuentemente a la Biblioteca. Pero lo cogieron fuera de servicio, y estuvo un mes sin permiso para salir. El 12 de Junio del 67 Silvio dejó el ejército, tras tres años y tres meses y más de cien canciones compuestas.
El día anterior había terminado de pasar el Servicio Militar, y tenía veinte años de edad.
De las palabras que formaban el título de aquel programa, Silvio optó, ya desde entonces, por la primera.
Un productor -contaría Silvio más tarde- se me acercó un día a darme este consejo: “Muchacho, con el ángel que tu tienes, serías una estrella en un par de meses si no cantaras canciones tan raras.” No recuerdo lo que le respondí, pero sí sé que ni siquiera en ese momento me interesaba «ser estrella».
Al día siguiente se presentó en el programa. Las canciones: Sueño del Colgado, La tierra, Quédate.
SUEÑO DEL COLGADO Y EL ÁRBOL
Cerré los ojos y me vi
colgado de un árbol
en un raro paisaje
del sueño que te diré:
La tierra era rojiza,
púrpura el cielo
y blanco el sol.
El árbol del que colgaba
se estremecía
al golpe de la brisa
que tus ropas agitaban.
Mas tus brazos me soltaron
y besé la tierra amada.
Contigo.
QUÉDATE
Cuando este sol se apague
tú partirás de mí.
Seguiré solo con mi dolor
y llanto y llanto.
Mi convicción es no querer
ya nunca más, porque
la misma historia es otra vez
y otra vez y otra vez y otra vez.
Quédate,
quédate para poder vivir sin llanto,
sin llanto.
Cuando me desengañe
no sé si viviré,
porque es muy triste tener tan sólo
llanto y llanto,
y mil renuncias en el corazón
que implora
que alguna vez alguien se quede
y llora.
Mi convicción es no querer
ya nunca más, porque
la misma historia es otra vez
y otra vez y otra vez y otra vez.
Quédate,
quédate para poder vivir sin llanto,
sin llanto.
(GRABADA EN EL CD EXPEDICION)
Silvio, invadido por un miedo escénico, apareció sobre una banqueta con su guitarra. "Quédense con ese nombre: Silvio Rodríguez", publicaba la crónica de Verde Oliva.
“Debo confesar que las preguntas sobre cómo me visto me dan risa. Llevo medio siglo tratando de saber por qué hay gente que se fija tanto en eso, sobre todo cuando la vestimenta no es más que pedazos de tela. Creo que es un vicio de los cubanos, el de fijarse en la ropa de los demás. Recuerdo que cuando niño pescaba al azar comentarios de este tipo: "que si fulano se viste así o asao". Estas observaciones se agudizaron, acerca de mi, cuando aparecí en la televisión con mis botas militares, los únicos zapatos que tenía entonces, ya que me acababa de desmovilizar después de tres años de servicio. En esa época, 1967, en la televisión le ofrecían a los artistas una tarjeta para comprarse ropa en una tienda especial. Se partía de que los artistas debían presentarse ante las cámaras lo más correctamente posible, pero eran tiempos en que el pueblo se vestía muy mal, eran los primeros retorcijones de la escasez. Yo, quijote y guevarista hasta la médula, rechacé la tarjeta con gesto épico y continué usando mis botas rusas, sin saber que casi 30 años después serían el último grito de la moda.”
“Fíjese si los cubanos le damos importancia a la ropa, que parte de las "aventuras, venturas y desventuras" por las que luego pasé, creo que tuvieron su origen en aquel gesto idealista y juvenil (valga la redundancia). Porque, cuantitativamente, mi generación de trovadores fue más criticada por su aspecto que por lo que cantaba. Hasta la gente que nos daba apoyo, como un amigo que recuerdo de la UJC, nos descargaba por aquello. El problema era que nos mandaban a actividades y luego les llovían las quejas. En mi caso, lo que más escandalizaba a algunos del auditorio, no eran los zapatos cañeros que la mitología popular magnifica, sino unos tenis carmelitas (habían sido blancos) que yo llevaba a todas partes como chancletas.
La cosa llegó hasta tal punto que, cuando nuestros detractores carecían de diatribas ideológicas, acudían al contundente "¡pero es que son unos asquerosos!" En medio de esos lances hubo una amiga, muy querida y que nos defendía a capa y espada, que un día nos agarró por las orejas a Pablo, a Noel y a mi, nos metió en una tienda y nos compró a cada uno un par de zapatos, dos pantalones, dos camisas y varias mudas de ropa interior. A ella no me atreví a decirle que no, porque la respetaba mucho. Era Haydeé Santamaría”.
Tres meses después, ya trabajando de manera fija para la TV, Silvio comenzó a hacer el programa “Mientras tanto”, una emisión semanal de treinta minutos de duración dirigida por Eduardo Moya y escrita por Víctor Casaus.
Aquel programa - en las condiciones técnicas de la Televisión cubana a la altura del año 1967- fue una pequeña hazaña, a la que el trovador aportó, además de sus canciones, la simpatía de su figura juvenil y aquel «ángel» de que le hablara el productor de marras.
El programa se transmitió cada sábado a las 8:30 de la noche, desde septiembre del 67 hasta principios del año siguiente, y durante este tiempo llevó en el inicio y en la despedida la canción que le daba título, acompañada con imágenes fílmicas de gente joven, a la que el programa y la canción estaban particularmente dirigidos.
También en aquella época se reunía con un grupo de poetas cercanos a la revista El Caimán Barbudo. “Todos los jóvenes son rebeldes, aunque también los son, y a veces hasta más, algunos viejitos. Lo cierto es que yo no frecuentaba los “círculos intelectuales establecidos". Mis amigos intelectuales eran los escritores de mi generación, la del primer "Caimán Barbudo", con quienes me establecía casi siempre en la heladería Coppelia, a eso de las 12 de la noche. Allí arreglábamos el mundo, o lo "desarreglábamos", según se quiera ver. La verdad es que en aquel circuito de tragadores de helados, como yo, siempre fui muy bien recibido”.
Un amigo le propuso conocer a Belinda Romeu, que hacía canciones desde joven. Aceptó. Tocó seis o siete canciones, y un hombre salió de una puerta: el padre de la cantante. Quedó prendado de las canciones de Silvio, y le propuso hacer una prueba de grabación. El Aprendiz quería que otros cantasen sus canciones, pero el hombre insistió y lo citó en el ICR (Instituto Cubano de Radio). Mario, que así se llamaba el padre de Belinda, quería que debutase en televisión, mas el joven se negaba. Aburrido, acudía frecuentemente a la Biblioteca. Pero lo cogieron fuera de servicio, y estuvo un mes sin permiso para salir. El 12 de Junio del 67 Silvio dejó el ejército, tras tres años y tres meses y más de cien canciones compuestas.
El día anterior había terminado de pasar el Servicio Militar, y tenía veinte años de edad.
De las palabras que formaban el título de aquel programa, Silvio optó, ya desde entonces, por la primera.
Un productor -contaría Silvio más tarde- se me acercó un día a darme este consejo: “Muchacho, con el ángel que tu tienes, serías una estrella en un par de meses si no cantaras canciones tan raras.” No recuerdo lo que le respondí, pero sí sé que ni siquiera en ese momento me interesaba «ser estrella».
Al día siguiente se presentó en el programa. Las canciones: Sueño del Colgado, La tierra, Quédate.
SUEÑO DEL COLGADO Y EL ÁRBOL
Cerré los ojos y me vi
colgado de un árbol
en un raro paisaje
del sueño que te diré:
La tierra era rojiza,
púrpura el cielo
y blanco el sol.
El árbol del que colgaba
se estremecía
al golpe de la brisa
que tus ropas agitaban.
Mas tus brazos me soltaron
y besé la tierra amada.
Contigo.
QUÉDATE
Cuando este sol se apague
tú partirás de mí.
Seguiré solo con mi dolor
y llanto y llanto.
Mi convicción es no querer
ya nunca más, porque
la misma historia es otra vez
y otra vez y otra vez y otra vez.
Quédate,
quédate para poder vivir sin llanto,
sin llanto.
Cuando me desengañe
no sé si viviré,
porque es muy triste tener tan sólo
llanto y llanto,
y mil renuncias en el corazón
que implora
que alguna vez alguien se quede
y llora.
Mi convicción es no querer
ya nunca más, porque
la misma historia es otra vez
y otra vez y otra vez y otra vez.
Quédate,
quédate para poder vivir sin llanto,
sin llanto.
(GRABADA EN EL CD EXPEDICION)
Silvio, invadido por un miedo escénico, apareció sobre una banqueta con su guitarra. "Quédense con ese nombre: Silvio Rodríguez", publicaba la crónica de Verde Oliva.
“Debo confesar que las preguntas sobre cómo me visto me dan risa. Llevo medio siglo tratando de saber por qué hay gente que se fija tanto en eso, sobre todo cuando la vestimenta no es más que pedazos de tela. Creo que es un vicio de los cubanos, el de fijarse en la ropa de los demás. Recuerdo que cuando niño pescaba al azar comentarios de este tipo: "que si fulano se viste así o asao". Estas observaciones se agudizaron, acerca de mi, cuando aparecí en la televisión con mis botas militares, los únicos zapatos que tenía entonces, ya que me acababa de desmovilizar después de tres años de servicio. En esa época, 1967, en la televisión le ofrecían a los artistas una tarjeta para comprarse ropa en una tienda especial. Se partía de que los artistas debían presentarse ante las cámaras lo más correctamente posible, pero eran tiempos en que el pueblo se vestía muy mal, eran los primeros retorcijones de la escasez. Yo, quijote y guevarista hasta la médula, rechacé la tarjeta con gesto épico y continué usando mis botas rusas, sin saber que casi 30 años después serían el último grito de la moda.”
“Fíjese si los cubanos le damos importancia a la ropa, que parte de las "aventuras, venturas y desventuras" por las que luego pasé, creo que tuvieron su origen en aquel gesto idealista y juvenil (valga la redundancia). Porque, cuantitativamente, mi generación de trovadores fue más criticada por su aspecto que por lo que cantaba. Hasta la gente que nos daba apoyo, como un amigo que recuerdo de la UJC, nos descargaba por aquello. El problema era que nos mandaban a actividades y luego les llovían las quejas. En mi caso, lo que más escandalizaba a algunos del auditorio, no eran los zapatos cañeros que la mitología popular magnifica, sino unos tenis carmelitas (habían sido blancos) que yo llevaba a todas partes como chancletas.
La cosa llegó hasta tal punto que, cuando nuestros detractores carecían de diatribas ideológicas, acudían al contundente "¡pero es que son unos asquerosos!" En medio de esos lances hubo una amiga, muy querida y que nos defendía a capa y espada, que un día nos agarró por las orejas a Pablo, a Noel y a mi, nos metió en una tienda y nos compró a cada uno un par de zapatos, dos pantalones, dos camisas y varias mudas de ropa interior. A ella no me atreví a decirle que no, porque la respetaba mucho. Era Haydeé Santamaría”.
Tres meses después, ya trabajando de manera fija para la TV, Silvio comenzó a hacer el programa “Mientras tanto”, una emisión semanal de treinta minutos de duración dirigida por Eduardo Moya y escrita por Víctor Casaus.
Aquel programa - en las condiciones técnicas de la Televisión cubana a la altura del año 1967- fue una pequeña hazaña, a la que el trovador aportó, además de sus canciones, la simpatía de su figura juvenil y aquel «ángel» de que le hablara el productor de marras.
El programa se transmitió cada sábado a las 8:30 de la noche, desde septiembre del 67 hasta principios del año siguiente, y durante este tiempo llevó en el inicio y en la despedida la canción que le daba título, acompañada con imágenes fílmicas de gente joven, a la que el programa y la canción estaban particularmente dirigidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario