miércoles, abril 18, 2007

Que Levante la mano la guitarra limpia

9 al 15 de DICIEMBRE de 2006

Víctor Casaus • La Habana

Fotos: Víctor Junco, La Jiribilla

La jiribilla


Este libro es un regalo compartido. Por una parte es una fiesta para los silviófilos y trovadictos que han acompañado sus canciones, en algunos casos durante décadas, disfrutando, reflexionando, sufriendo, aprendiendo, amando o maldiciendo con la ayuda de aquel texto memorable o de la melodía de aquella canción que de pronto ya pertenece a nuestra vida, lo que no es poco decir. Y por otro lado este libro es también parte de una fiesta íntima, en minúsculas pero internamente enorme, con la que estamos celebrando el cumpleaños 60 del trovador.
Desde la imagen de su contraportada podemos recordar también, con júbilo y con justicia, que este es un libro hecho desde la amistad. Por ello nunca lo concebimos Wichy y yo como el acercamiento distante a una figura de la canción, ni fuimos los entrevistadores aburridos u oportunos que se sitúan ante un artista para disfrutar de su sombra o lucrar con sus destellos.

Fue un libro, ahora lo confirmamos, pensado por tres cabezas y escrito a seis manos.
El método para concebirlo y realizarlo partió de esa premisa colectiva, sin que hiciera falta convocar a una reunión para decidirlo ni levantar un acta para establecerlo. Tampoco chequeamos sistemáticamente los acuerdos de su escritura, sino trabajamos, conversamos y trabajamos otra vez, haciéndole llegar a Silvio nuestras preguntas, esperando (con la impaciente paciencia de la juventud, que por suerte nos ha seguido maravillosamente acompañando) a que el trovador nos trajera sus respuestas, escritas a vuelamáquina, con alguna nota garabateada al margen la noche anterior.



Sobre esas respuestas volvíamos, para ir construyendo, en las páginas, los textos que eran en realidad la transcripción de los diálogos cotidianos de nuestras vidas –o, mejor, de nuestra vida común y repartida en aquellos años intensos, difíciles y alumbradores.
Así construimos la larga entrevista incluida en Que levante la mano la guitarra. El texto introductorio, que tenía de crónica, de ensayo y de conversación, lo fuimos escribiendo Wichy y yo, repartiéndonos los temas y decidiendo no firmar ni identificar por separado cada aporte, sino sumarlos a ese discurso coloquial (como podría decir alguno de los críticos que este libro felizmente no ha tenido), para que pasara después igualmente por las manos de Silvio y completara su ciclo de intercambios y de crecimiento.

La selección de las canciones que aparecen en Que levante… fue también labor tripartita, revolviendo los textos mecanuscritos del trovador al mismo tiempo que seleccionábamos las fotos que se incluirían en el libro acompañadas de pequeños textos entre los cuales siempre nos ha gustado (también a Wichy) recordar y aplicar aquella respuesta rápida de Silvio: “Donde hay hombres no hay fantasmas”.



El libro tuvo –tiene– un hermano audiovisual, el documental del mismo nombre para el que Wichy escribió el guión. Allí nos reunimos nuevamente, junto con el equipo del ICAIC que me acompañó en aquella otra aventura de la amistad y de la cultura, en los espacios de la Casa de las Américas, “útero de la nueva trova cubana”, como le gusta afirmar al trovador.
Por todo ello este es también, de hecho, el libro de una generación, la nuestra, a la que Silvio ha dedicado su más reciente obra, el disco Érase que se era:
A aquellos años provocadores; a la diversidad que nos hizo; a mi soñadora, contradictoria y entrañable generación dedico estos aprendizajes.


En la memoria podemos asistir nuevamente a aquellos conciertos espontáneos en la sala de una casa amiga cuando los teatros y los medios no habían decidido abrir sus puertas a aquella forma de creación inquietante, viva y transgresora, militante (a su modo igualmente vivo y transgresor) del tiempo que nos tocaba vivir… y ayudar a transformar. Podemos también, sin mucho esfuerzo, convocar en la memoria la imagen de aquel concierto titulado Teresita y nosotros, el primero en el que participó el trovador después de terminar su servicio militar, en el que nos reunimos los poetas de El Caimán Barbudo para acompañar las canciones de aquel contemporáneo armado de guitarra y de aquella trovadora cristiana y martiana, santaclareña y filinera, Teresita Fernández, a quien nos gustaba acompañar en sus presentaciones nocturnas e íntimas de El cóctel y el Monseñor.

Como una fugaz referencia audiovisual pueden también aparecer, en estas convocatorias del recuerdo, las imágenes (no conservadas) del programa Mientras tanto, en el que Silvio compartió sus canciones, su nerviosismo y sus ideas con los televidentes cubanos durante algunos meses, hasta que la intolerancia canceló la aventura, que ha quedado como un temprano intento de renovación del lenguaje televisivo y un ejercicio de la frescura comunicacional, ajeno a la retórica, el mimetismo y la repeticiones ineficaces que caracterizaron por mucho tiempo la atmósfera de ese medio.

Esta enumeración de proyectos compartidos es también parte del regalo que estamos haciendo al trovador en su cumpleaños. Por ello este volumen reproduce la primera versión publicada por la editorial Letras cubanas en 1984, solamente con el agregado vertiginoso de estas líneas y de las que Silvio estará escribiendo en estos momentos para el epílogo del libro. Como co-autores y cómplices hemos tenido la alegría de constatar que este texto ha desafiado al tiempo cronológico y ha seguido llegando, tocando, transformando probablemente un tilín a lectores y lectoras de diversas décadas, de distintas edades sucesivas, aquí y en otros claros rincones del mundo. Esa misma experiencia he tenido con el documental cuando me ha acompañado a otras tierras y ha servido para mostrar ese perfil auténtico y vigente del trovador.

Entre los planes que tenemos y soñamos (algunos de ellos de machete, como dijera Wichy en una carta memorable) está el de extender, ampliar, enriquecer el contenido de este libro, incluyendo letras de canciones creadas por Silvio en las dos décadas posteriores a la escritura de este texto, y actualizar los temas de la entrevista y del ensayo introductorio. Siempre me he detenido ante el análisis de esta posibilidad, pensando que se convertiría en otro libro. Frente a ese argumento del corazón, aparecen otros que la razón propone: contar con la extensión de ese diálogo comenzado en 1983, de modo que llegue hasta nuestros días y nos traiga las respuestas y las preguntas del trovador (que han sido las nuestras) en estos otros años distintamente intensos, difíciles y alumbradores, haría justicia impresa a la autenticidad del pensamiento, la obra y la vida de Silvio –y también, de hecho, a los que han (hemos) tratado de dar continuidad a aquellos sueños, a pesar de las tentaciones del desencanto, los derrumbes ideológicos planetarios, la cruda certeza de algunas realidades y los cantos de sirena mercadotécnicos y neoliberales que vienen a “convidar a tanta mierda”.

No es casual la cita de “El necio” en esta nueva introducción a Que levante la mano la guitarra. Aunque este libro no incluya escritos de las últimas dos décadas, es imprescindible mencionar y reconocer, también como regalo cumpleañero colectivo, que esa canción, síntesis de la obra de Silvio en estos años, cumple la difícil y honrosa misión de ser aviso transparente, advertencia desgarrada y declaración de principios de una época difícil, incluso incierta para algunos, como se vio y se vivió entonces, en la que todavía, en cierto sentido navegamos, pero a la cual podemos decir que hemos sobrevivido, a pesar de algunas predicciones apresuradas y otras hierbas agoreras. Este nuevo momento, particularmente sensible, que ahora vivimos puede contar con la bandera inteligente y apasionada de esa canción, al mismo tiempo que reclama nuevos ejercicios del compromiso y la imaginación para seguir construyendo, en este mundo donde prevalece la desigualdad pero alienta la esperanza, territorios de mayor justicia y equidad para los excluidos de siempre.

Esta nueva edición de Que levante la mano la guitarra, fiesta de la amistad compartida y de la memoria fiel y persistente, inicia, por otra parte, una nueva colección de las Ediciones La Memoria del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. La colección lleva el nombre de A guitarra limpia, el espacio cultural abierto a finales de 1998 para ofrecer medio de expresión a todas las generaciones y tendencias de la nueva trova cubana y para difundir las obras de trovadores y trovadoras, sobre todo de las más recientes generaciones, que llegan, con su talento y su participación, al panorama creciente, cambiante y necesario de esta manifestación activa de la cultura cubana.

Tampoco es casual, por supuesto, que este libro inicie esta colección editorial. Silvio ha apoyado ese espacio cultural desde su creación. A estas alturas del partido creo que podemos desclasificar algunos datos significativos: el primer concierto A guitarra limpia, en noviembre de 1998, iba a ser realizado por Silvio; las manos y la guitarra que aparecen desde entonces en la identidad gráfica son las suyas. Desde entonces, su vida y su obra han inspirado lo que hemos tratado de hacer en ese espacio que proclama su diversidad y propicia la participación activa y el compromiso con la autenticidad, la belleza y los valores que nos dejó Pablo de la Torriente Brau a lo largo de su corta vida y de su intensa obra.

Silvio nos ha acompañado en el patio del Centro Pablo, ha cantado para los trovadictos que rondan ese lugar y ha compartido con los jóvenes trovadores sus preguntas, sus respuestas, sus nuevas preguntas, como debe ser.

Por todo ello, al lanzar nuevamente el libro Que levante a mano la guitarra, desclasificamos este otro dato, no por previsible menos sincero: donde hay trovadores y trovadoras no hay fantasmas, Silviano. Toda la gente que te quiere, que es mucha, en muchos sitios, compartimos la felicidad de tu obra constante y sonante que nos acompaña. Que levante la mano la guitarra limpia.

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