martes, mayo 29, 2007

La obra de Silvio: una eclosión de la imaginación


Víctor Casaus • La Habana Fotos: Víctor Junco, La Jiribilla




Silvio y yo invitamos al Chino Heras (Eduardo Heras León) a hacer la presentación del libro para darle continuidad a la idea de que este es un libro hecho a partir de la amistad.
En el nuevo prólogo –incluso en el primero probablemente– se habla de un hecho que es capital: este no es un libro por encargo en el que a dos periodistas se les pide que hablen de una figura de la música o de la literatura.


No es un libro, tampoco, hecho para ganar algún premio o concurso literario sino fue hecho entre los tres –a tres cabezas y seis manos como hemos dicho otras veces– para disfrutar, para compartir la amistad. En aquel momento no había otras razones. Aún no estaban abiertos los grandes escenarios que Silvio se merecía ni otros espacios para nosotros. Es más, habían estado cerrados.




De manera que lo hicimos por esa vocación de compartir lo hermoso, como es siempre compartir la amistad. El hecho de que estemos aquí veintidós años después haciendo una edición nueva de este libro y presentándolo es sin dudas un ejemplo y una comprobación de esa victoria, de la victoria de la amistad.




Si Wichy (Luis Rogelio Nogueras) no está físicamente, ya está aquí en las palabras de Eduardo. Por eso es que lo invitamos, porque sabíamos que juntos y con la presencia de los familiares de Wichy y de tantos amigos que están aquí queríamos, precisamente, decirle eso como dice Silvio en la dedicatoria del epílogo del libro —que no es un epílogo porque lo que hace es abrir nuevamente el libro.




Es, también, una dedicatoria compartida. El regalo compartido que anuncia el prólogo del libro tiene también que ver, en primer lugar, con Silvio en su cumpleaños y también, al mismo tiempo, es un regalo para la gente que ha creído, confiado, disfrutado, sufrido, amado, maldecido a partir de las canciones de Silvio en estos años.
Esta ha sido la comprobación mayor de la dimensión de la obra de Silvio, de la cual a él no le gusta que se hable en público (y casi ni en privado), pero en estas ocasiones no queda más remedio que hacerlo, No es fácil que un autor de cualquier género artístico se mantenga interesando, teniendo sus lectores o sus oyentes a lo largo de cuatro décadas, es decir, alrededor de cuatro generaciones de personas.




Entre nosotros hay una trovadora que disfruta mucho esa situación que ella también ha generado, que es Teresita Fernández. Cuando uno va caminando por la calle con Teresita la asalta la gente más insólita y le dice que su hijo, que su nieto, que su sobrino ha crecido oyendo “El gatico vinagrito”. A ella no le gusta que la identifiquen sólo con “El gatico vinagrito” y en eso tiene razón porque la difusión a veces crea cosas siniestras y alguna gente puede llegar a pensar que su obra es sólo eso, y su obra es mucho más extensa y compleja. Pero bien, a lo que iba es a eso que sucede con Teresita y con Silvio: durante décadas un joven aquí en La Habana, en Lima, en Barcelona, en muchos lugares del mundo se ha interesado por esas palabras, por esas letras, por esas músicas al principio difíciles y aparentemente inentendibles. No las entendían al principio y, luego, se han convertido en himnos para muchas gentes en la vida. En himnos y no sólo en himnos —aunque a veces éstos son importantes—, sino también en motivo de reflexión que es tan importante como los himnos.




A esa continuidad de la obra de Silvio, a ese poder de decir, que está también presente en la imaginación de otros autores no solamente en Cuba sino en otros países, es que dedicamos esta presentación.




Hace unos días cuarenta trovadores cubanos en el patio del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, cantaron cada uno una canción diferente de Silvio y eso demostró, también, qué difícil es seleccionar dentro de una obra tan intensa y tan amplia una canción para compartir esa tarde con Silvio.
Una trovadora, Rita del Prado, nos escribió desde Colombia que había visto la lista de los trovadores que iban a participar y que ninguno había escogido la canción que ella habría seleccionado si hubiera estado en Cuba por esos días. Ella prometió cantarla y la cantó en Medellín ese día a la misma hora en un espectáculo que tenía programado.




Esto lo digo para reafirmar que la obra de Silvio es intensa e inmensa y que para eso, para que se le conozca mejor hemos hecho esta nueva edición del libro, tan amplia y útil en el tipo de distribución que va a tener, cosa que no tenía este libro desde hace años.
Silvio nos ha enseñado muchas cosas, algunas se mencionan en el libro, otras, obviamente, en sus canciones que es donde primero están y eso también debemos agradecérselo. Entre ellas, una frase que nos dijo cuando hicimos este libro: “donde hay hombres no hay fantasmas”.




Creo que, ratificando esa idea a lo largo del tiempo, ahí está la continuidad de Silvio en su obra, en su actitud y en su compromiso. Silvio nos ha enseñado en sus canciones que la historia no es una sucesión de efemérides –algunas triunfantes, otras luctuosas– sino que es algo mucho más importante, más hondo y que por ello merece la atención más profunda de los creadores, los autores, los poetas: es decir, ver la realidad con la complejidad que nos enriquece a todos y no con el facilismo que nos empobrece a todos.


A esa eclosión de la imaginación que es la obra de Silvio, queremos dedicar esta nueva presentación de Que levante la mano la guitarra.
Gracias.
Palabras del poeta y cineasta Víctor Casaus en la presentación de la sexta edición Que levante la mano la guitarra.

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