sábado, diciembre 24, 2022

Mis veintes minutos con Pablo Milanés

 MIS VEINTE MINUTOS CON PABLO MILANES

Por Leonardo Depestre Catony


Leonardo Depestre Catony

Ha muerto Pablo, España, y la noticia —aunque esperada— ha estremecido a la sociedad cubana. Pienso que tal conmoción no solo está dada por la grandeza del artista, sino por la pérdida en sí, por la imposibilidad física de sus admiradores de expresarle nuevamente su amor y cariño como lo hacía en sus conciertos.



Quien redacta, confiesa que no estuvo presente en ninguno de tales conciertos, aunque sí tuvo la oportunidad de conversar con el cantautor, en perfecto sosiego y comodidad, durante unos veinte minutos, en su hogar. De tal encuentro han transcurrido  ya 38 años y tuvo lugar en la tarde del 27 de noviembre de 1984. Primero lo localicé por teléfono, le planteé mi objetivo y obtuve su anuencia para conversar sobre el tema, no otro que Miguelito Cuní y sus interpretaciones a dúo. 


Antes de proseguir deseo hacer ciertas precisiones. La primera, que entonces se tuviera o no confianza con él, se le llamaba simplemente Pablito. Y otras dos: entonces era delgado y lucía espendrún, aunque no tan largo como le he visto en algunas fotografías. Otro detalle, poseía una buena vivienda aunque en modo alguno vivía como un rico. Si luego lo fue, al menos entonces no lo  era. Vestía con el desaliño de cualquier hombre en casa y además de la conversación, que entonces transcribí, publiqué y aquí le va, el detalle que más conservo es el de su voz, que como soy profano no puedo clasificar técnicamente pero era tan natural, melodiosa y armónica como le escuchamos toda la vida, una voz matizada, de volumen estable, en que las palabras jugaban con la musicalidad interior del artista. 


¡Qué pena: no hubo selfie! No existía, tampoco tenía yo cámara  y a falta de grabadora utilizaba la hoy perdida técnica del bolígrafo. (Ruego del lector que recuerde la fecha, año de 1984, ¡y en Cuba!).


La admiración y cariño de Milanés por Miguelito Cuní era auténtica, profunda, lo llama un caballero. Fue pues la opinión de un caballero de la nueva trova sobre un caballero del son tradicional, en opinión nuestra, realización exacta de la sentencia martiana “honrar, honra”.


Emiliano Salvador y yo soñábamos con hacerle un homenaje a Cuní, que se materializó con nuestra versión de “Convergencia”. Sin embargo, no fue hasta 1978 que yo vine a conocerlo personalmente en una actividad en el teatro Karl Marx, durante el XI Festival Mundial de la Juventud, en que coincidimos ambos invitados por Sergio Vitier. En el ensayo nos conocimos y fue emocionante porque nos abrazamos como si nos conociéramos de toda la vida. Se inició así una amistad que no era sino el resultado de la acumulación de cariño y admiración mutuas. El conocía todo lo que yo hacía y yo lo de él. 


Cuní era un poco como un caballero antiguo. No le gustaba vestir con camisa sino con traje o guayabera y zapatos con brillo. Muy cuidadoso en el hablar, utilizaba frases no usuales, pero lo hacía de una manera natural. Respiraba cultura, independientemente de sus estudios escolares. Tenía virtudes exquisitas, muy educado en el sentido de la urbanidad; ni en los momentos más jocosos, de relajamiento, le escuché una grosería. Persona de ética increíble, humana y artística, tanto al cantar como en su aspecto humano, enseñaba a los demás. Fue una lástima que nos conociéramos tan tarde. Nuestra relación artística no es comparable con la compenetración que establecimos en el plano personal. Yo lo trataba de mi padre y él me decía mi hijo. 


Hace algún tiempo Almeida me mandó a decir que había hecho un número, “Este son homenaje”, y que dada mi compenetración con Miguelito deseaba que yo la cantara. Frank Fernández hizo el arreglo y entonces la grabamos. Es un número muy bello.


Nada más que decir. Descansa en paz, Pablo Milanés, cubano ilustre y artista superior.


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