sábado, diciembre 17, 2022

Vicente sin fama ni glamour, el compañero

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Foto del archivo personal de Carlos León

Créeme,

cuando te diga que me voy al viento

de una razón que no permite espera,

cuando te diga: no soy primavera

si no una tabla sobre un mar violento.

No recuerdas, gentil bayamesa,

que tú fuiste mi sol refulgente…

Yo soy de todas partes
donde algún día un corazón se levantó.
Llevo en la frente una verdad como la luz
y en la mirada una barrena a más allá.

Una canción siempre es buena

para saber cómo andamos,

si es verdad que lo que canto

es en verdad lo que sentimos

¿Quién no ha soñado su velorio,
con los amigos dando espaldas y algún busto de Vallejo?
¿Quién ha vencido a la tristeza,
quién no ha rodado entre sus piernas en las noches solitarias?
¿Quién va a morirse esta mañana?
¿Quién va a morirse esta mañana?

Vicente Feliú

Sé de la mano tendida al pasar,

de la mano que ofrezco sin mucho girar,

sé de caminos de vidrio y neón

tan veloces que al cabo han perdido el andar.

Sé que no hay sueño barato, ni gris,

ni riqueza que brote de un cuerno feliz.

A quien no entendió mi forma de estar

recomiendo mirar hacia el fondo de sí.

Mire bien, pues quizás hubo alguna que otra presencia

que no se advirtió por temor.

Que nadie se calle todo lo que fui,

lo hermoso y lo triste que engendra un perfil

centrado en los años mediados del cerdo

y del hombre que un día esperamos nacer.

Y aquí, a cada noche, se busca en tus libros

el justo propósito de toda acción,

y se abre tu memoria a todo el que renace,

pero nunca falta alguien que te alce en un altar.

Y haga leyenda tu imagen formadora,

y haga imposible el sueño de alcanzarte,

y aprenda algunas de tus frases de memoria,

para decir: “seré como él”, sin conocerte.

Y lo pregone sin pudor, sin sueños, sin amor, sin fe.

Y pierdan tus palabras sentido de respeto.

Así el hombre que nace cubierto de tu flor.

Algún poeta dijo, y sería lo más justo:

Desde hoy nuestro deber es defenderte de ser Dios.

A quien haya llegado hasta el fondo de mi hombre,

sencillamente olvídeme.

A mis amigos les pido vivir

toda la vida que quede ante mí,

toda la muerte que no haya podido matar

con mis manos, mi sueño y mi voz.

Que no haya canciones, ni duelo, ni adiós,

que nadie se pare a contar que me vio

arrastrando el alma hacia encima de dios,

mordiendo una flor y pidiéndole amor.

Vicente Feliú y Silvio Rodríguez

Amor, qué único ese amor
y único este
que nace de las ruinas de nosotros

(Qué polvorienta el alma se nos queda
después de haber amado
y amar aún, de otra manera).

Yo soy de todas partes

y hacia todas partes llevo mi canción

porque este canto que nació del batallar

ha sido un pacto de los que han echado a andar.

Colectando la memoria de un país,

su propia historia,

sin miedo y sin preguntarlo,

sin una espera,

sin la mano que aliviara su destino,

ahí va el trovador,

como un camino.

Como siempre he vivido, así morir


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