sábado, septiembre 14, 2024

Nuevo análisis de quería saber


Visti Cárdenas


12.08.2024


13 min. de lectura


Silvio Rodríguez ha sobrevivido a todas las décadas, esté mala o buena la cosa, suba o baje el dólar, gane o pierda Industriales. Desde hace muchos años tiene autonomía: no depende de las disqueras, tiene su propio estudio; no está pendiente del marketing ni de las campañas de lanzamiento; tiene las redes sociales, y el streaming le viene como anillo al dedo. Tampoco depende de hacer música para una telenovela (que parece ser casi la única forma en que una canción que no sea urbana se pegue ahora mismo), aunque haber hecho la música de El Balcón de los Helechos, a principios de siglo, fue bueno para él y para la novela. Ni siquiera está a la merced  de bares privados, ni teatros estatales en los que presentarse. Él mismo creó una “gira interminable” por barrios desfavorecidos, como si fuera un teatro vernáculo ambulante, totalmente gratis, demostrando que aun ejecutando su obra en “la marginalidad”, Silvio sigue siendo Silvio.


Acompañado por grandes músicos que provienen de géneros como el jazz o la música clásica, de este ejercicio performático y creativo han surgido muchas nuevas obras que siguen el hilo poético y musical de sus clásicos del siglo pasado; pero sobre todo, los arreglos de las obras han aprovechado los recursos tímbricos de los demás instrumentos, dándole un halo de modernidad, sin perder su estilo. Porque, como suele pasar con los colosos, tiene una base de fans bastante tóxica que no quiere que cambie, que se reestructure, que rompa sus esquemas. A pesar de esto, siempre tiene un as bajo la manga.


Pero, ¿cómo suena lo nuevo del viejo Silvio?


Su álbum número veintidós se titula Quería saber. Grabado en los estudios Ojalá del propio Silvio, se estrenó en las plataformas digitales el pasado 7 de junio y está conformado por 10 canciones compuestas en el siglo XXI y una del XX (Tonada para dos poemas Rubén Martínez Villena), que ya había grabado años atrás y retoma con una versión más fresca. También recicla otras dos canciones del álbum Para la espera (2020), pero con arreglos más enriquecidos, que son Viene la cosa y Danzón para la espera.


En la mayoría de las canciones figuran en la guitarra y voces, Silvio Rodríguez; al piano Jorge Aragón, en la batería, congas y percusiones, Oliver Valdés; en los teclados, Emilio Vega; Jorge Reyes al contrabajo; el tres a cargo de Maykel Elizarde; en las guitarras segundas, Rachid López; y en la flauta, clarinete y coros, Niurka González. Son, además, el focusgroup y crew de Silvio en sus giras (tanto internacionales como locales), un equipo de trabajo que ya casi es una familia y resulta fundamental en la sonoridad del disco.


Salvo dos canciones intimistas, es un álbum de corte bien social. Silvio ha pasado por varias etapas, pero es un creador de su tiempo. El país al que cantaba cuando escribió “Vivo en un país libre” ya no existe.*


El fonograma rompe con América y, a diferencia de otras dos célebres canciones con el mismo título —una de Nino Bravo y otra de José Luis Perales, que son una oda a las bellezas naturales geográficas, desde el punto de vista europeo, y de amores exóticos—, esta habla en otro sentido, para nada ingenuo, sobre la América actual desde la mirada de alguien que vivió una generación distinta. La mayoría de las canciones de Silvio de temática social parecen de amor, y viceversa. El arreglo tiene muchos de los elementos rítmicos del folklor latinoamericano; en cuanto a la armonía hay algunos momentos climáticos, que se logran a través de contactos y modulaciones no muy comunes. Los apoyos de la percusión en los platillos, hi hat y caja, junto a las células de marcha militar, le aportan mucho color al cuerpo del tema. La flauta de Niurka hace un contracanto de estilo responsorial y los demás instrumentos cumplen un rol acompañante. Sobresale en la introducción la guitarra española, que recuerda un poco a las obras de Agustín Barrios Mangoré para este instrumento; y el tres de Elizarde le da ese aire barroco similar al timbre de un clavicordio, uniendo lo europeo con lo indígena.


Viene La Cosa, como mencioné antes, ya aparecía en su antepenúltimo trabajo fonográfico; en aquel caso el arreglo era a guitarra y voz. A pesar de ser un gran tema que habla sobre el fin de la doble moral y fantasea con el advenimiento de una utopía humana donde la sinceridad sea la moneda de cambio, el concepto musical aquí es otro. Si bien la célula del son era lo que arropaba el acompañamiento de la primera versión, en el arreglo para el álbum Quería saber se nota la influencia del blues, que crea una sonoridad muy interesante por la fusión de los dos géneros, como en algunos trabajos de Van Van donde la música cubana y anglo convergen. Me recuerda un poco los sones bluseados que interpreta Frank Delgado, o que popularizaron los de Habana Abierta; quizás no es casualidad. El caso es que Viene la cosa se las ingenia para jugar con el argot de “la cosa”, un código muy cubano: la cosa pudiera ser “cualquier cosa”.


De Pronto La Tatagua es una de esas canciones conmovedoras, que perfectamente pudieran ser infantiles, pero van mucho más allá, como la conocida El reparador de Sueños. Particularmente es la que más me gusta del disco. Como si fuera una nana, la guitarra acompaña la historia contada a través del lente de la tatagua: una mariposa bruja, cuya visita simboliza muchas cosas en la cultura popular, presagiando lo mismo cosas buenas que malas. Como si fuera la cámara de una película, es más importante lo que sucede alrededor de la tatagua que la tatagua en sí. La ausencia del estribillo y su sustitución por un puente de coro en modo frigio diciendo “Oh”, le confiere a La Tatagua la ligereza del vuelo breve de esta mariposa invasora.


Para No Botar El Sofá (canción editorial) tiene muchas lecturas, yo la veo como una canción protesta, una de verdad. El título hace referencia a una escena del costumbrismo, donde el cornudo en vez de terminar la relación con la infiel, bota el sofá donde ocurrió la traición. El tema fecha del 2016, pero si fue seleccionada para este álbum imagino que es porque el contexto no ha cambiado, o más bien ha empeorado. Tiene referencias a La era, del mismo Silvio, pero de manera desilusoria. La desilusión es un tema recurrente en muchos creadores, y en la esfera política aún más, ya que despierta pasiones que ni las relaciones más intensas llegan a igualar. En un mundo polarizado y con el caldo de cultivo perfecto para los extremismos políticos, estas canciones surgen de manera orgánica. También resalta en el tema la denuncia de la homofobia y la censura. La música y el arreglo beben de distintas fuentes: primero comienza a guitarra con el estilo característico de Silvio, los arpegios y las armonías modales trovadorescas que recuerdan más al juglar medieval que al trovador de los 30 de la República. Luego el tema rompe el estribillo en una suerte de chachachá con rock, con un groove en el drum estable, y los motivos en la flauta de Niurka emulando el estilo de Richard Egües. La mezcla da como resultado una suerte de cruce entre La Aragón, Led Zeppelin y The Beatles en su época más experimental, con una armonía llena de cadencias de engaño y acordes napolitanos que juegan con los modos y las tonalidades con sus relativas directas. Silvio nunca ha ocultado su influencia de la música británica, aquí está presente en todo su esplendor, pero con tumbao. En la parte B de la canción, previa al estribillo, regresa a la tranquilidad de la guitarra pasiva y la flauta que simula la calma antes de la tormenta, para luego romper de nuevo con violencia en los coros. Destacan también en la tímbrica una vihuela tocada por el mismo Silvio y un vibráfono, a cargo de Emilio Vega. Es una canción rara, pesada y muy estimulante, como nuestra realidad.


Danzón Para La Espera ya estuvo incluida en el álbum Para la espera, pero, como mismo sucedió con Viene La Cosa, en aquella ocasión el arreglo también era a guitarra y voz; y en la versión para el nuevo álbum el tema gana musculatura. Es quizás la canción del álbum con más influencia de la trova tradicional, como aquellos danzones donde sorprendía el montuno, a lo Matamoros. Con el estilo de la orquesta Failde, destacan en la interpretación el piano de Jorge Aragón y el ritmo sincopado. Rompe con un break la parte del montuno con el coro que anuncia que “Se va el danzón… —quizás como un guiño al Manisero de Moises Simons—; luego continúa el verso “…cuando del monte baja un son” y le da entrada al otro género en lenguaje metamusical. No hay mucho más que decir, una canción de amor a la música de goce y descarga, el tema bailable del disco.


La Cuota Diaria es la canción del álbum que modifica por completo el formato que viene usando Silvio. El acompañamiento se basa principalmente en un arreglo para quinteto de viento, donde Niurka interpreta todos los instrumentos, gracias a la multipista (Piccolo, flauta, flauta en sol, clarinete y clarinete bajo). Tiene una sonoridad muy renacentista y es una especie de huevo de Pascua sorpresa que uno se encuentra escuchando el disco. Sobre la temática solo adelanto que los primeros versos dicen: “Los impunes me echaron la jauría, y entre nuevos colmillos me abro paso; pero soy de mi día con mi pecho, y mis brazos, y mi sangre corriente todavía: mi Parnaso”. Es una canción optimista, y retadora.


Ciudad es una canción a La Habana, como tantas otras que se han hecho (y en verdad que hay muchas: Habáname, de Carlos Varela, Sábanas Blancas, de Gerardo Alfonso, Hermosa habana, de Los Zafiros, por solo citar unas pocas). Pero esta canción está cantada no desde la narración en tercera persona de alguien que evoca la ciudad, es la ciudad misma cantando con voz propia, como si tuviera vida. No es extraño que sea dedicada a Eusebio Leal. El arreglo tiene como base un bolero adelantado, con algunos bloques en el timbal golpeando el aro. En los puentes recuerda un poco a las bachatas noventeras de Juan Luis Guerra.


Nuestro Después es un son a guitarra y voz que habla sobre la migración masiva de las nuevas generaciones y la preocupación por el futuro del país. Dedicada a su nieto Diego, es una canción filosófica que reflexiona sobre quiénes contarán la historia si se van todos. La segunda voz la hace Malva Rodríguez, su hija más pequeña, que le aporta un registro agudo y juvenil. Tiene una modulación interesante al modo mayor en el coro que le da brillo y fuerza, antes de caer de nuevo en la parte triste de la estructura. Un son que no es precisamente para bailar.


Quería Saber es la que le da título al álbum; en palabras de Silvio, se debió haber llamado en realidad “Quiero saber”, en presente. Es una canción que habla sobre el viaje de la vida y de cómo, a través de la historia, el hombre ha aprendido, gracias a esa herramienta humana que es la curiosidad. En esta ocasión, sobre la base de un ritmo afro parecido a un yambú, utiliza un formato de cuarteto de cuerdas. El timbre de clavicordio del teclado le da también esa sonoridad barroca, que antes ya había utilizado. Hacia el final de la canción Silvio se vale de un filtro en la voz para distorsionarla y darle un efecto artificial. Encierra muy bien el concepto del álbum, es una canción autobiográfica y llena de referencias.


Ángel Ciego tiene el arreglo y acompañamiento de Frank Fernández. El tema de los “ángeles” es un símbolo muy recurrente en la obra de Silvio, un leitmotiv que protagoniza canciones como Ángel para un Final, Cita con Ángeles. Tiene un puente instrumental donde el chelo de Alina Neira toma protagonismo, y en la coda regresa y hace un contracanto con el piano, antes de despedirse. Melancólica y breve, Ángel Ciego es la antesala para el fin del último acto del álbum.


Tonada para dos poemas de Rubén Martínez Villena es un clásico de Silvio y la letra es uno de los poemas más conocidos de Villena. Muchos recuerdan aquella primera versión con un Silvio muy joven y, entre muchos otros genios como Eduardo Ramos y Leoginaldo Pimentel, estaba Emiliano Salvador en el piano haciendo frases de jazz tremendas. En esta ocasión retoma el tema y cambia el arreglo un poco, pero mantiene la esencia con los músicos que lo acompañan, que si bien no son los mismos de aquel Grupo de Experimentación Sonora al cual el mismo Silvio perteneció, son de los mejores de esta generación.


Y con esta canción cierra este viaje, por si “querías saber” cómo terminaba. Silvio no es como la Coca Cola, él es un artista, y acaba por sorprenderte siendo él mismo, que de por sí es algo bastante excepcional, ya que es de los buenos de siempre; como Scorsese, como Miyazaki, que todavía pueden dar más, porque la nostalgia es más fuerte que la innovación; y no es la historia que se cuenta, sino quién y cómo. Ojalá no sea el último álbum que nos regale el aprendiz.


* una versión original de este texto incluía la siguiente expresión: «El país al que cantaba cuando escribió “Vivo en un país libre” ya no existe; al punto que ha dicho recientemente durante una entrevista: “Ahora me siento incómodo cantando esa canción”.

Visti Cárdenas

Músico, compositor Humorista, dice él... Papá de dos gatas, fiel. Hijo de Aleida y cantor.


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