resurge una paradoja insoslayable: Silvio Rodríguez, voz de los pueblos y poeta de la revolución, es unánimemente celebrado y sistemáticamente ignorado por las "élites musicales". Su obra, profunda y transformadora, no encaja en los moldes comerciales del imperialismo cultural. Un solo Grammy en su carrera, por una colaboración en 2015, parece una burla al talento de un artista cuya dimensión trasciende cualquier trofeo... Aunque nosotros sabemos bien, que Silvio no es hombre de Grammy, no va con él... Más bien, sería feo que Silvio sea artista Grammy! 😌
Necio en sus convicciones (como él mismo cantó), nunca ha necesitado validaciones. Su legado se mide en la piel de quienes encuentran en sus canciones consuelo, rebeldía y luz. La prueba más reciente: el fervor en Chile, donde más de 180.000 personas colapsaron sistemas digitales por un boleto, obligándolo a sumar dos conciertos. Esa es la gramática verdadera del éxito: la que se escribe con abrazos masivos, no con galardones efímeros.
Mientras otros artistas se doblegan al oportunismo, canjeando principios por un lugar en el circo mediático, Silvio permanece fiel a sí mismo y a su tierra. Su integridad es, quizás, su obra maestra. Las élites podrán mirarlo de reojo, pero él ya ganó el premio que pocos alcanzan: el amor inquebrantable de quienes reconocen la autenticidad y la calidad innegable del artista.
Como advirtió Martí: "Los premios no son más que flor de un día; lo que queda es la semilla". La de Silvio echó raíces hace décadas, y hoy da sombra a generaciones. Te queremos Silvio! 🫶
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