Por Alex Ibarra Peña
18 de abril de 2025
“Eso no está muerto
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado”.
(Santiago de Chile, Silvio Rodríguez)
Gran parte de la Trova Cubana fue una muestra de que la praxis revolucionaria, recordándonos de que la única violencia legítima es la de las víctimas, puede ser poetizada. Soñar un mundo posible capaz de transformar el orden de la dominación es un deber ciudadano con un imperativo ético que se ampara en la justicia a favor de las simetrías sociales en pos de la igualdad. Eso fue el programa de la Revolución Cubana que inspiró a varios movimientos políticos, especialmente en América Latina, convirtiéndose en Lumen Gentium aportando un sentido escatológico para nuestra historia.
La poesía de esa Trova Cubana, sin renunciar a lo político, apeló a un ideal que iba más allá de lo ético y que abrió la puerta a una estetización de apertura a la construcción de lo bello asumiendo el postulado del Pseudo Longino enfrentándonos a otro imperativo: que asume que es posible construir la belleza. Grandes trovadores cubanos tomaron la pluma y empuñaron la guitarra, dando el testimonio de que todos pueden participar de la acción revolucionaria desde sus dones.
Silvio Rodríguez es un artista de la Revolución Cubana que fue estímulo para las juventudes del continente. Recuerdo los años noventa viajando desde el Maule a Santiago y a Viña del Mar, aprendiendo que el Estadio Nacional no sólo era un lugar para el fútbol, ahí se torturó y se mató a varios ciudadanos que se les consideró peligrosos para el régimen cívico-militar de la dictadura de Pinochet (perrochet se decía en la época, advirtiendo las disculpas a esta noble especie animal), y que la Quinta Vergara no era puro festival televisivo. La emoción en ese estadio conmovía con las canciones del cantautor cubano en ese encuentro con el pueblo chileno.
Conocí las canciones de Silvio en cassettes piratas en conversaciones de encierro con amigos en los duros inviernos, las canté en las fogatas en Vilches y una que otra en un programa radial que se llamaba “el sereno de la medianoche”. Siempre me impactó la interpretación de las composiciones en guitarra, las cuales intenté tocar reduciendo la ejecución a muy pocos acordes, sólo los virtuosos podían imitarle sus magistrales interpretaciones siguiendo algunos cancioneros. Hasta hoy puedo repetir algunas partes, un poco más complejas que quedaron en mi memoria musical.
La relación de Silvio con el pueblo de Chile, es una larga historia de amor. Ha cantado en grandes escenarios de nuestro país, no sólo en Santiago, también estuvo apoyando encuentros en organizaciones comunitarias en las que se reunían los opositores a la Dictadura en reuniones más o menos clandestinas como bien lo ha recordado Eduardo Peralta en algunas entrevistas, de ambos hay una foto testimonial en el subterráneo de El Mesón Nerudiano.
Estos días causó furor el anuncio de su vuelta a Chile, no quiero decir visita, ya que según lo anterior me tiento a considerarlo un nuestro. Las entradas se agotaron de inmediato y tuvo que agendar más conciertos que también se agotaron rápidamente. Entre los jóvenes de esta época se dijo que se hizo “viral”, tal vez sí, pero dada su trayectoria esto sería una explicación injusta. Como sea Silvio nos vuelve a hacer un regalo que conmueve esta vez posibilitando el encuentro de generaciones que poco dialogan y que pocos ideales comunes comparten, de ahí que la visita de este trovador constituye un hito con renovadora esperanza en tiempos en que es necesario volver a creer que es posible cambiar el orden político escapando del escepticismo y del relativismo político. La Revolución Cubana sigue siendo un hito histórico para la liberación de los pueblos oprimidos, la traición del recién fallecido Mario Vargas Llosa no constituye un relato inapelable, más bien es un relato de la traición de todos aquellos que se voltearon al servicio de los privilegiados.
Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra
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