Por: Lil Rodríguez
02 de Octubre,- “Esta canción es una canción de rebeldía, de reafirmación, se la quiero dedicar a un amigo, a un gran cantor venezolano que físicamente nos dejó pero sus canciones maravillosas todavía están con nosotros, bregando y luchando: Alí Primera… un gran necio”
El trovador tal vez se fijó en el claro de la luna que esa noche de mayo cobijaba a los pobladores de Lutgaridta, el barrio habanero desde el que dedicó su recuerdo a Alí, Padre Cantor de Venezuela, salvado, entre únicos e impares, por la gratitud de un pueblo nada manso que reivindica amorosamente su memoria y su legado.
Después de esa dedicatoria Silvio Rodríguez entró de lleno, con una emoción particular, en su tema, El Necio: Yo no sé lo que es el destino/ caminando fui lo que fui…
De trovador a trovador, Silvio había escogido exactamente el tema preciso: … a la zurda, más que diestro…
Sería luego de aquél baño de ternura sobre una zona sin agua que Silvio ofrecería a esta periodista sus palabras. Y en una casa del barrio, de Lutgardita, en un ambiente de humildad cónsono con lo que vendría comenzó el vaivén de los recuerdos.
Silvio habla de Alí
“Yo conocí a Alí en Berlín en 1972. Él estaba allá por el partido (Partido Comunista de Venezuela) y estaba estudiando. En medio de un tremendo frío, y hasta nieve se dio en febrero el Festival de la Canción Política que hacía la Juventud Libre Alemana. Era la primera vez que yo salía, que iba a Europa. Ahí estaba Alí. Allí lo conocí. Era un festival lleno de participantes de Asia, de África, de iraquíes, de la Europa profunda también, húngaros,… y de pronto encontrar un venezolano allí
fue refrescante”.
No le cuesta mucho a la memoria de Silvio seguir evocando y recuerda, haciendo un movimiento con sus manos, la característica cabellera del falconiano en Alemania.
“Discutíamos mucho. Discutíamos muchísimo, pero nos llevábamos muy bien.
Nos queríamos mucho. Nos hicimos amigos a partir de ese momento. Yo no lo conocía. Empecé a escuchar sus canciones allí y ya después me empezaron a llegar por distintas vías, y me di cuenta de que era un cantor importante”.
Silvio acentúa: “Era muy discutidor Alí. Era sangre siempre hirviendo. Muy radical, y además, él siempre asumió que su canción era agitativa”
-Sí, siempre se reconoció como un Cantor de Barricada
“Totalmente: De barricada. Él es el cantor de barricada por excelencia que yo haya conocido en mi vida. He conocido a otros, sin lugar a dudas, pero así, que lo llevara así en el corazón...él asumía la canción de esa manera y lo planteaba, planteaba que la canción era para movilizar. Él lo decía: mi canción es una canción de barricada”.
-Ahora, cuando fuiste a Venezuela ¿lograste constatar o verificar el por qué de esa pasión de Alí?
La pregunta surgía porque ya Silvio me había hecho saber que hace muchos años cantó decenas de veces en Maracaibo, la zona del petróleo; también en la frontera norte con Colombia y hasta en San Fernando de Apure donde incluso conoció al Indio Figueredo. “Apure no era una zona por la que pasaba mucha gente en aquellos tiempos”, había dicho.
“Bueno, vi, estuve algunas veces en los cerros y sí, me di cuenta de que Alí cantaba así por los desposeídos venezolanos, porque la gente pasaba mucho trabajo; él era como una voz, no te voy a decir de la marginalidad, pero sí de la parte más sufrida y más dolida por lo menos del pueblo urbano. No sé cómo funcionaría lo que él hacía en zonas más agrestes, en los llanos, en otros lugares, pero al menos urbanamente él me parecía que era una voz muy urbana, que tenía que ver con lo que
pasaba en los cerros, en las calles”.
Managua y Caracas
La defensa de lo propio, de las realidades de cada pueblo asociando la militancia a la tarea de reivindicar ese bien intangible, no rentable y de conciencia que es la cultura cuando se desprende del sometimiento llevó a los dos trovadores por diferentes países. Volverían a encontrarse en Nicaragua en el II Festival de la Nueva Canción Latinoamericana (18 al 24 de abril de 1983). Habían transcurrido 11 años.
-Ustedes se consiguen nuevamente en Managua...
“Coincidimos en Managua en el festival de 1983. Estaba muy, muy afectuoso. Yo no sé si le pasaba algo, pero lo recuerdo porque me llamó mucho la atención”.
Fue ese el Festival donde Alí entonó “El sombrero azul”
El recuerdo cambia entonces de ciudad.
“Después de eso nos vimos en el Teatro Nacional, en Caracas. No recuerdo si yo estaba con Noel (Nicola) o con Pablo (Milanés). Yo estaba con otro compañero y me acuerdo que estuvo allá atrás en el camerino y me dijo: te traigo este regalo. Y me trajo el cuatro”.
Le digo entonces a Silvio que para nosotros Alí es el Padre Cantor, la referencia, que cuando no se hablaba de Bolívar él hablaba, que cuando no se hablaba de revolución él hablaba, que cuando no se defendía a Cuba él la defendía. Silvio responde con música:
“Qué linda la canción aquella que él hace del niño y Bolívar, un niño que habla con Bolívar”
-Él decía mucho que estaba entre la rabia y la ternura
“Seguro. Es que todas esas rabias salen de un profundo sentimiento de amor. La rabia es una reacción a los grandes sentimientos de solidaridad. Y en este caso salía de un ser eminentemente solidario, y yo creo que esa ternura subyacía detrás de esa manera rabiosa”.
De repente: “Siempre he oído decir de que hay sospechas de que le arreglaron el carro ¿no?
Silvio se refería al fatídico 16 de febrero de 1985…
-Venía del estudio de grabación… El disco lo terminó su hermano José Montecano
“Creo que yo lo conocí. Cantamos juntos con Lilia alguna vez, una de las últimas veces que fui a Venezuela. Él estuvo. Yo conocí a los hijos, pero cuando eran chiquitos. Había una hembrita también, una niña. Conocí también a Sol en algún momento, me parece que en casa de Lilia”...
El tiempo apremia y el camino de retorno de Lutgardita al centro habanero es largo. Le entrego a Silvio como obsequio un par de libros donde se recogen la obra musical y la expresión ideológica de Alí.
Silvio dedica un afiche:
“Al pueblo de Falcón, cuna de Alí Primera, cantor inmortal de los pueblos latinoamericanos”
Y luego, corazón y guitarra en mano, Silvio Rodríguez, antes de salir del barrio soltó aquél “Gracias por acordarse de mí” que sonó inmenso, como el tamaño de la noche.
P.D. Al otro día pudimos ver el cuatro de Alí, la letra de Alí Primera sobre la madera de aquél instrumento que Silvio Rodríguez guarda y preserva celosamente, como nosotros, pueblo, preservamos la memoria de quien nos enseñó con ese cuatro que la Patria es el Hombre.
Publicado en Últimas Noticias en “La Cota Lil” del domingo 2 de octubre
2011
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