miércoles, noviembre 05, 2025

¡Gracias COLOMBIA🇨🇴!!!


 

  








 


Más fotos

Setlist del concierto de Cali.

 Ala de Colibrí 

La canción de las sillas

Sueño con serpientes

Virgen de occidente

Viene la cosa

La verdad y su reverso

Pequeña serenata diurna

Casiopea

Se van las mariposas

Tonada del albedrío (canción al Ché)

Créeme (homenaje a Vicente Feliu)

Te perdono (homenaje a Noel Nicola)

Yolanda (homenaje a Pablo Milanés)

Eva

Más porvenir

La canción del elegido

Quién fuera

Te amaré

Poema del poeta y escritor cubano Luis Rogelio Rodríguez Nogueras, tras visitar el campo de concentración de Auschwitz, Polonia, en 1979,

¡Halt! – ¡Deténgase!

"Recorro el camino que recorrieron cuatro millones de espectros. Bajo mis botas, en la mustia, helada, tarde de otoño, cruje dolorosamente la grava.

Es Auschwitz, la fábrica de horror que la locura humana erigió a la gloria de la muerte.

Es Auschwitz, estigma en el rostro sufrido de nuestra época.

Y ante los edificios desiertos,

ante las aceras electrificadas,

ante los galpones que guardan toneladas de cabellera humana

ante la herrumbrosa pierda del horno donde fueron incinerados padres e hijos,

amigos de amigos desconocidos,

esposas, hermanos,

niños que, en el último instante,

envejecieron millones de años,

pienso en ustedes, judíos de Jerusalem y Jericó,

pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión,

que estupefactos, desnudos, ateridos

cantaron la hatikvah en las cámaras de gas;

pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso camino desde las colinas de Judea

hasta los campos de concentración del III Reich.

Pienso en ustedes y no acierto a comprender cómo olvidaron tan pronto el vaho del infierno".

La era está pariendo un corazón

Angel para un final

Unicornio

Ojalá

Venga la esperanza

El necio.

Canción inédita Para mirar nacer

el tema regalo para Cali y la última canción del concierto y cierre de la gira por #AméricaDelSur



Este viaje inicio hace más de 32 años







Los contratiempos que vivió el público en Medellín durante el concierto de Silvio Rodríguez


Por:Iván Gallo


Entre las cinco de la mañana y las cuatro de la tarde del 31 de octubre llegaron trece aviones desde Bogotá, cargados con personas que querían cumplir el sueño de estar en un concierto de Silvio Rodríguez. Las giras internacionales, desde pandemia, han disminuido constantemente para el cubano. A los 78 años, las horas de aeropuerto, las conexiones, los cambios de clima afectan a cualquier organismo. Sabíamos de su paso por el sur del continente. En Argentina, brilló a pesar de una afección de garganta que recortó unos minutos su recital; en Chile fue adorado y recibido como un héroe por Boric; en Uruguay visitó a Lucía Topolansky y recordó a Pepe; en Perú fue idolatrado e incluso recibió la visita en su camerino de un fanático inesperado: el cantante mexicano Cristian Castro. Y así llegó a Colombia. 

Algunos tuvimos que comprar boletas sobre la hora. En Cali se presentaría en una plaza de toros, cerrada, con buena acústica; en Medellín, debido a la demanda de boletas, pudimos comprar a última hora. Se cambió el escenario a un estadio abierto, el polideportivo sur de Envigado, lo que generó hace unas semanas una investigación hacia la empresa Páramo, la encargada de traer al artista. Recibió la noticia a comienzos de octubre que sería investigada por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio, por este cambio de escenario:

 Desde la SIC cuestionaron la falta de información clara y completa sobre el horario del concierto en Medellín y la dirección web dónde consultar condiciones y precios del evento. Indicaron que hubo “una modificación no informada de las condiciones del evento en Medellín, incluyendo el cambio de locación y de operador de boletería, sin comunicar oportunamente a esta Superintendencia ni a los consumidores”. El punto es que muchas de las personas que compraron en una localidad para ver el show en la Macarena, resultaron en graderías en el Polideportivo. La verdad, los que compramos boletas, no reparamos en esa investigación de la SIC. Al estadio de Envigado le caben unas 10.000 personas. Técnicamente no era un estadio gigante. Silvio podría dar su concierto sin problema. Al menos eso creíamos.

En la capital del uribismo, un comunista metió 15.000 personas en una sola noche. Llamaba la atención cómo la mayoría de los asistentes no tenía treinta años. Había familias de tres generaciones, llegando desde cualquier parte del país. Incluso, me atrevo a afirmar, también había paisas. Nosotros llegamos a Medellín sobre las cuatro de la tarde y creímos que íbamos a tener tiempo de sobra para dejar las maletas, cambiarnos e ir directamente al estadio, pero es que esa fecha en Medellín no es sólo el Día de las Brujas, sino que es el día cuando oficialmente inicia la Navidad. El tráfico estaba absolutamente colapsado. Temimos no llegar, pero lo hicimos. Adentro, en gramilla, la verdad, el escenario se veía muy pequeño para un lugar de estas magnitudes. Se notaba que Páramo había desnaturalizado el recital. Algo que tenía que ser íntimo, se transformaba en un concierto de estadio. Por eso, cuando salió sobre las 8:10 de la noche, muy puntual, con su banda preciosa, cantando Alas de colibrí, nos dimos cuenta de que, los que habíamos pagado la localidad plata, que estábamos ubicados en la parte de atrás de la gramilla, no sólo no veríamos al cubano, sino que tampoco lo escucharíamos. Ya, en la segunda canción, Historia de las sillas, el pedido desde la tribuna era un grito: ¡Volumen! Le pedían a Páramo acompañado, cómo no, por tres insultos contundentes. Pero el volumen nunca mejoró. En la localidad de Oro hubo asistentes que denunciaron sobreventas, incomodidad, bloqueos de entradas y salidas principales. Un escándalo.

Hay cosas que no puede manejar Páramo, una de ellas es la decisión que tiene Silvio de hacer sus shows lo más austeros posibles. A veces, como cuando cantó Unicornio, lo hizo él solo con su guitarra. Sin artificios, Silvio es la verdad. Por eso, no tiene razón pedirle una pantalla a Páramo, eso no va a suceder porque a Rodríguez le gustan los shows así y si lo hace de esa manera es porque sus conciertos, la mayoría de las veces, son espacios cerrados, con excelente acústica, un lugar donde la gente está sentada escuchando algo parecido a una plegaria. Silvio, como Dylan, es un poeta. Las dimensiones de la cancha fueron el problema, y aun así, a pesar de esta quejadera, debo decir que Silvio, a sus 78 años, sigue siendo un monstruo de dimensiones épicas, un tipo capaz de hacernos llorar por Palestina sin panfletos ni palabras fáciles, sino recitando un poema dedicado a Israel y sus sufrimientos, una metáfora poderosa en donde todo el estadio guardó silencio, esperando arañar alguna palabra, juntarla, darle sentido y después gritar.

Este artículo se escribió un día después de la presentación en Cali, se hizo en un espacio pequeño, no se desnaturalizó y no hubo una sola queja. Igual, a pesar de los contratiempos, de la pésima organización y de la clara intención de Páramo de sobreexplotar un show, fue un instante inolvidable para los que amamos a Silvio. Y ahora lo queremos aún más, y lo admiramos con fervor. Lo vimos reponerse a todo para darnos lo que le queda. Y lo dio todo, a pesar de Páramo.

Silvio Rodríguez: “La era está pariendo un corazón” (Playlist)



El equipo de El Caimán Barbudo ha creado esta playlist con la certeza de que la poesía de Silvio Rodríguez no es un relicario del pasado, sino un lenguaje vivo…

La voz y música de Silvio Rodríguez son un rumor persistente que atraviesa el tiempo y vive en la conciencia de varias generaciones, no solo del pueblo cubano sino de un amplio público latinoamericano. Desde La Habana hasta la Patagonia, sus versos han sido han sido compañeros de viaje y encuentros, consuelo en las tristezas, combustible para la esperanza…

El equipo de El Caimán Barbudo ha creado esta lista de reproducción con la certeza de que su poesía no es un relicario del pasado, sino un lenguaje vivo. Esta es un homenaje a esa cualidad única de su obra: la vigencia selección. En un mundo de ruido y velocidad, las canciones de Silvio mantienen la rara virtud de la permanencia. Son un mapa de ruta para quien aún cree que un mundo mejor es posible.










martes, noviembre 04, 2025

Gira de Silvio Rodríguez: Una despedida con puntos suspensivos


Seis países y trece conciertos completamente llenos: en total unas 150 mil personas fueron testigos de un recorrido musical y emocional que unió generaciones, geografías y memorias con la música de Silvio.

por Kaloian Santos

 noviembre 4, 2025


Foto: Kaloian.

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La gira de Silvio Rodríguez por varios países de Sudamérica tuvo su última escala en Colombia. El viernes pasado en Medellín y el domingo en Cali fueron las presentaciones de cierre de un periplo que comenzó más de un mes atrás, el 19 de septiembre, en la escalinata de la Universidad de La Habana.


A lo largo de seis países y trece conciertos completamente llenos, unas 150 mil personas fueron testigos de un recorrido musical y emocional que unió generaciones, geografías y memorias.


Quince años habían pasado desde su último concierto en tierras colombianas —en julio de 2010, durante el Congreso Iberoamericano de Cultura celebrado en Medellín—. Desde entonces, la ausencia del trovador fue alimentando la expectativa y, a medida que se acercaban las fechas, el fervor se multiplicó.


Foto: Kaloian.


Foto: Kaloian.

El periodista y cineasta Iván Gallo, testigo de la jornada, narró en la revista Pares:

“Entre las cinco de la mañana y las cuatro de la tarde del 31 de octubre llegaron a Medellín trece aviones desde Bogotá, cargados con personas que querían cumplir el sueño de estar en un concierto de Silvio Rodríguez.”

El Estadio Polideportivo Sur de Envigado, con capacidad para cerca de quince mil personas, fue el escenario elegido tras quedar chico el Centro de Eventos La Macarena, donde inicialmente se había programado el recital.

Desde temprano, un sol ardiente acompañó a los primeros en llegar. Algunos, para mitigar la espera, llevaron guitarras y cantaron; otros repasaban posibles listas de canciones, calculando el orden y especulando con los bises.


Foto: Kaloian.


Foto: Kaloian.

La encargada de abrir la velada fue la cubana Lien Rodríguez, cantautora distinguida por su destreza y poderío en la guitarra. Media hora después, a las ocho de la noche, los músicos que acompañan a Silvio ocuparon sus puestos: Emilio Vega en el vibráfono, Jorge Aragón en el piano, Jorge Reyes en el contrabajo, Rachid López en la guitarra, Maykel Elizarde en el tres, Oliver Valdés en la batería, Malva Rodríguez en las voces y Niurka González en la flauta y el clarinete. Comenzaron a tocar un pasaje instrumental y, minutos después, apareció el trovador. La euforia fue total.


Foto: Kaloian.


Foto: Kaloian.


Foto: Kaloian.


Foto: Kaloian.

Esa noche, Medellín vivía un doble clima: el de Halloween y el de un reencuentro largamente esperado. Entre el público asomaban algunos con atuendos de unicornios, pero nadie pedía dulces: desde temprano pedían canciones. Luego de leer el fragmento de “Maestros ambulantes” de José Martí y cantar “Ala de colibrí”, comenzaron los pedidos de temas llegados desde todas las partes del estadio. 


Foto: Kaloian.

“¡Ojalá, Ojalá!”, gritaban. Silvio calmó la ansiedad:

—“Ojalá viene al final” —dijo, para que lo escucharan y, sobre todo, para que lo escucharan cantar el resto del repertorio preparado con tanto esmero tras más de un mes de intensos ensayos.

Desde las gradas más altas, el escenario se veía como un punto luminoso rodeado de una escenografía natural de montañas y luces dispersas que parecían luciérnagas bajo un cielo encapotado: una postal viva, de pinceladas cortas y vibrantes, como un cuadro impresionista.

La multitud coreó todas las canciones, incluso aquellas menos conocidas, como las del disco “Quería saber” y temas inéditos que presentó en esta gira: “Virgen de Occidente”, “La bondad y su reverso” y “Más por venir”.

En lo alto del estadio, Gabriela y Cristian se abrazaban. Detrás de ellos, la ciudad seguía viva: luces, tránsito, ruido. Adentro, la quietud. Entre canción y canción se miraban, sonreían, se limpiaban las lágrimas.

“Es tan surrealista —me dijo Gabriela— que alguien pueda convertir un estadio en una sala íntima. A lo lejos es solo un puntito de luz, pero su voz llega tan cálida, la música es tan envolvente… que se siente como un abrazo.”

En medio del recital se sucedían un sinfín de escenas paralelas. A metros del escenario, cuando sonaba “Te amaré”, un joven se arrodilló y le pidió matrimonio a su pareja. En “Virgen de Occidente”, las palmas del público marcaban el ritmo junto a las guitarras y la flauta, como si fueran parte del arreglo.


Foto: Kaloian.

“Silvio, a sus 78 años, sigue siendo un monstruo de dimensiones épicas”, escribió Iván Gallo en su crónica. Por su parte, el diario venezolano La Calle destacó: “Con escenarios abarrotados, el mayor exponente de la Nueva Trova Cubana demostró plena vigencia al reunir público de todas las edades, tejiendo ideas con maestría musical y humanidad profunda.” En esa crónica de Denis Miraldo, el periodista cerró con una nota personal:

“Pido disculpas a mis lectores por no mantener la objetividad periodística, pero no pude. Lloré. Lloré durante gran parte del concierto, en cada melodía amada desde mi juventud.”


Foto: Kaloian.


Foto: Kaloian.

La emoción no se detuvo. De hecho, muchos de los que asistieron al concierto de Medellín viajaron también a Cali. Otra flotilla de aviones aterrizó en la capital del Valle, y a ellos se sumaron viajeros desde Bogotá, Ecuador, Costa Rica, Panamá, Puerto Rico y hasta un par de cubanos que volaron desde Miami. También los hubo que cruzaron el Atlántico: llegaron desde España. Y quizá el más lejano de todos los silviófilos viajeros fue Diego, que vive en Australia y viajó solo por 72 horas para estar presente en el concierto.

Algunos coincidieron incluso en el mismo vuelo que traía a Silvio y a su equipo. Fue un caos amable, desde la sala de espera hasta la salida del avión: saludos, fotos, autógrafos, abrazos. En medio de aquel vendaval de afecto, Silvio se notaba sorprendido; era él quien terminaba agradeciendo tantas muestras de cariño que le llegaban como un huracán.

Entre firmas y fotografías, escuchaba con atención los relatos de quienes le contaban cómo habían vivido el concierto, y esas historias de vida que, de algún modo, habían quedado entrelazadas con la banda sonora de sus canciones.


Foto: Kaloian.

Aterrizar en Cali es, de algún modo, sentirse en Cuba: por el verdor, el calor y, sobre todo, por la música. “Nosotros musicalmente somos un poco hijitos de los cubanos —me dijo un taxista—, por el son y la salsa.”

Desde temprano se respiraba el ambiente festivo. En la fila predominaban los rostros jóvenes. “La última vez que vino, yo ni caminaba”, decía una chica de 17 años que sostenía un cartel: “Busco entrada, es mi sueño verlo.” Al final, la consiguió.

Una hora antes del concierto, el recinto ya estaba lleno. Se apagaron las luces y subió al escenario el trovador cubano Carlos Lage, encargado de abrir la noche. Acompañado por Maykel Elizarde en el tres y Rachid López en la guitarra, interpretó “El seguidor”, “Hermano mío”, “Procurando curar”, “Razón y sentimiento” y “El mar de los abismos”. Carlitos conectó de inmediato con el público y dejó el ambiente encendido.


Foto: Kaloian.

Sobre las ocho, detrás del telón, los músicos y Silvio compartieron abrazos y el ritual de chocar los puños antes de salir a escena. La introducción de los primeros compases de “Ala de colibrí” le dio la bienvenida. Apenas fue detectado entre bastidores, el público lo ovacionó: la primera de muchas ovaciones que recibirían él y sus compañeros esa noche.

La lista de canciones siguió casi al pie de la letra el recorrido de la gira. Un repertorio que fue de “Ala de colibrí” a “El necio”, pasando por “Historia de las sillas”, “Sueño con serpientes”, “Pequeña serenata diurna”, “Casiopea”, “Créeme”, “Yolanda”, “Quién fuera” y “Te amaré”. Luego, la lectura del poema “Halt”, de Luis Rogelio Nogueras, dio paso al tramo final con “La era está pariendo un corazón”, “Ángel para un final”, “Unicornio”, “Ojalá” y “Venga la esperanza”.


Foto: Kaloian.


Foto: Kaloian.

Durante las más de dos horas de concierto, el sentimiento estuvo a flor de piel. Desde el público se asomaban rostros jóvenes y adultos con la mirada vidriosa. Entre ellos estaba Francia Márquez, vicepresidenta de Colombia, quien al final del concierto se acercó a saludar al trovador y lo abrazó con gratitud.

Tres hombres se abrazaban y cantaban juntos. Ese gesto podría haber pasado inadvertido entre tantos otros, si no fuera porque Javier Rosas, Mauricio Suárez y Juan Manuel Toro se compartían así también a su propia historia. Hace más de treinta años, cuando eran bachilleres de 17, asistieron juntos al primer recital de Silvio en Colombia. Dos años después repitieron la experiencia en la segunda visita del trovador. Y ahora, quince años más tarde, volvieron a hacerlo, en Medellín y en Cali.


Foto: Kaloian.

En otra zona del público, un grupo de jóvenes formó una ronda iluminada por una linterna. En el centro, un cancionero. Buscaban las letras y las cantaban una a una, como en un ritual colectivo. Cuando sonó “Venga la esperanza”, miles de celulares se encendieron. Desde el escenario, Silvio y los músicos parecían abrazados por un mar de lucecitas.


Foto: Kaloian.


Foto: Kaloian

Una de las grandes sorpresas de toda la gira llegó en el cierre de ese último concierto. Después de los bises, y tras el delirio colectivo con “Ojalá” y “El necio”, Silvio tomó la guitarra, pidió silencio y anunció:

—“Voy a hacer algo que no he hecho en ninguno de los trece conciertos de esta gira”.

Mientras deslizaba los primeros acordes, reveló que se trataba de un poema de “un amigo muy querido, el cineasta y poeta cubano Víctor Casaus”, musicalizado en 1968, pero nunca antes interpretado en público. 

Así presentó “Para mirar nacer”, que dedicó a Amin Blanco, una de esas “imprescindibles invisibles” del equipo de Ojalá, quien esa noche celebraba su cumpleaños.

Entonces, con voz serena, cantó:

Para mirar nacer

la voz de esta mujer

lunas brillaron en la tierra.

Y el sol, el grande sol,

furioso ante esta luz,

no dio para alumbrar la tierra.

Para mirar nacer

la voz de esta mujer

llovió sin descansar

sobre el naciente mar.

El pez en su coral,

madréporas de sal,

los hombres y el color

terrestre del amor.

Para mirar nacer

la voz de esta mujer,

piernas, espaldas y sus senos,

vino la lluvia aquí,

vino el sol grande aquí

y vino el cielo sobre el cielo.

Al terminar, en medio de los aplausos, el trovador solo atinó a decir, bajito, con tono tierno y conmovido:

—“Gracias”.


Foto: Kaloian.


Foto: Kaloian.

Termina así más de un mes de ruta por seis países —Cuba, Chile, Argentina, Uruguay, Perú y Colombia— entre finales de septiembre y comienzos de noviembre. Aviones cruzando la Cordillera de los Andes, el Río de la Plata, el Cono Sur entero. 

Hubo contratiempos, como el fuerte catarro que afectó a Silvio en Buenos Aires, y desquites, como aquel tercer concierto también en la capital argentina. Un recorrido de grandes escenarios y una cálida recepción del público.

La gira fue un fenómeno en todo sentido: un éxito colectivo que desbordó cifras y fronteras, y también una travesía hecha de afecto, disciplina y complicidad. Más allá de los estadios llenos y las entradas agotadas en cuestión de horas, lo que se vivió fue una experiencia de memoria compartida, de arte en estado puro y de una entrega que no se improvisa.


Foto: Kaloian.


Foto: Kaloian.

Nada estuvo librado al azar. Cada concierto fue el resultado de un engranaje afinado entre equipos que ya funcionan como una sola familia: desde Argentina con Alfiz Producciones hasta Cuba con Ojalá.

Durante semanas, antes del primer recital en La Habana, las jornadas de ensayo se extendieron sin mirar el reloj: probar, ajustar, repensar, escuchar. El desafío era enorme —luego de más de dos años sin reunirse los músicos, volver a engranar y armar un repertorio de más de treinta canciones— y hacerlo sin recurrir al camino fácil de los “éxitos antológicos”. La apuesta fue otra: reinterpretar, buscar nuevas texturas sonoras, hallar un equilibrio entre lo clásico y lo inédito.


Foto: Kaloian.

Incluso las canciones más conocidas fueron revisadas con la paciencia de un artesano. Nuevos arreglos, respiraciones distintas, silencios que ahora pesaban de otro modo. Porque, al fin y al cabo, en esta gira todo parecía responder a una misma convicción: que la música y las canciones, cuando se hacen con amor, nunca se repiten; se renace.

Ahora, el camino de regreso a casa se perfila en el horizonte, pero para Silvio y los suyos, la palabra “descansar” es apenas una licencia poética. Lo esperan varios proyectos discográficos puestos en pausa y que verán la luz en un futuro próximo.

¿Y cuándo volverá a los escenarios? La pregunta que flota en el aire, susurrada entre la multitud golosa que aún vibra con la emoción de esta gira, de verlo vital y pleno. 

Tras el concierto de Cali, en la intimidad sagrada de los camerinos —ese espacio donde la adrenalina se disipa y la complicidad se afianza—, entre abrazos y la satisfacción del deber cumplido, Silvio, con una sonrisa que dibujaba una complicidad silenciosa, dejó entrever que aquello no era un punto final.

—“Puntos suspensivos…” —dijo, con una picardía entrañable. Hay más porvenir.

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Imágenes y Videos del concierto de Cali(actualizado).


 





Carlitos lage


lunes, noviembre 03, 2025

Silvio Rodríguez y su arte otra vez conmovieron a Latinoamérica

 

El periplo del ícono de la nueva trova cubana estuvo cargado de simbolismo, no solo por el reencuentro del poeta con un público que a todas luces le venera, sino por las entrevistas y los honores que le fueron concedidos.

Redacción Central La Habana, Cuba.- Radio Reloj.

La gira de Silvio Rodríguez por Latinoamérica culminó en Cali, Colombia, tras recorrer Chile, Argentina, Uruguay, Perú y Medellín con llenos absolutos y emotivos homenajes.


Rodríguez deleitó a un público que en todo momento lo reciprocó con aplausos atronadores, gritos ensordecedores, exclamaciones de bravo, por eso no fue de extrañar que la despedida del bardo se volviera inconcebible para sus fans quienes pedían por más canciones al final de la noche.


El presidente colombiano Gustavo Petro lamentó no asistir pero destacó que Silvio ha hecho arte y por eso perdurará por siglos, y esta gira confirmó la vigencia del poeta cuya música sigue convocando multitudes.


El periplo del ícono de la nueva trova cubana estuvo cargado de simbolismo, no solo por el reencuentro del poeta con un público que a todas luces le venera, sino por las entrevistas y los honores que le fueron concedidos.

“Se vive, se siente, Cepeda presidente”, cantaron en Cali previo a un concierto

Iván Cepeda se gozó con los asistentes al concierto de Silvio Rodríguez en Cali, quienes se unieron para dejar claro su apoyo hacia la presidencia

Iván Cepeda Foto tomada de la cuenta de Instagram: @ivancepedacastr (24/10/2025)

Daniel Barbosa

Iván Cepeda será el candidato del oficialismo para las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo el próximo año y ya miles de personas están ilusionadas con la posibilidad de verlo en la Casa de Nariño.

De hecho, en el concierto de Silvio Rodríguez en Cali, los asistentes cantaron: “Se vive, se siente, Cepeda presidente”.

Recientemente, Iván Cepeda obtuvo el 64.02% (800.839 de votos) para imponerse a Carolina Corcho y ser el candidato de la coalición Pacto Histórico, el cual está conformado por el Polo Democrático, la Unión Patriótica, el Partido Comunista Colombiano.

Por supuesto, una de las personas que principalmente apoya a Iván Cepeda fue el presidente Gustavo Petro, quien lo apoyará e invitará a todos sus seguidores a votar por él: “Se impone la democracia y hay que obedecerla. El pueblo ha elegido libre. Y ahora es lo que la sociedad colombiana quiera, si para atrás o para adelante".

Por su parte, Cepeda, quien además de celebrar su victoria, se gozó porque en la antesala del concierto de Silvio Rodríguez en Cali, muchos asistentes cantaron al unísono en apoyo a Iván Cepeda de cara a las próximas elecciones.

A continuación le presentamos el video que compartió Iván Cepeda:

El mapa emocional de una gira

 La gira latinoamericana de Silvio —que pasó por La Habana, Santiago, Buenos Aires, Montevideo y Lima, y que seguirá en Medellín y Cali— ha trazado, más que un itinerario, un mapa de memoria.

por Kaloian Santos

noviembre 1, 2025

Foto: Kaloian.

Una buena parte del tiempo, en los conciertos de esta gira latinoamericana con Silvio, me la paso escudriñando, a través del visor, al público: las miradas fijas, los ojos brillosos, los labios que se mueven antes que él, las manos que suben como si marcaran un compás íntimo. Me estremece ver cómo un manojo de versos y una progresión de acordes activan recuerdos, duelos, alegrías y decisiones vitales. En esa marea de miles se multiplican las historias personales atravesadas por canciones nacidas en la intimidad de un hombre que, al volar, se hicieron sentimientos colectivos.

La gira —que pasó por La Habana, Santiago, Buenos Aires, Montevideo y Lima, y que seguirá en Medellín y Cali— ha trazado, más que un itinerario, un mapa de memoria.

Foto: Kaloian.

Reinaldo Pineda, costarricense de 57 años, ya acumula varios kilómetros de esta ruta: “Estuve en La Habana, en el primero de Chile, los dos primeros de Buenos Aires, los dos de Montevideo y en Lima. Y estaré en Medellín y Cali, para cerrar”. En cada ciudad, dice, sintió variaciones de un mismo latido: “Lo he vivido con diferentes calibres, por la gente con quienes compartí. En todos, la emoción a flor de piel”.

Foto: Kaloian.

Hay constantes que lo atraviesan: “Tal vez los homenajes a sus compañeros de generación (Vicente, Noel y Pablo), vividos en cada lugar de diferente forma”. Y hay instantes que lo quiebran: “‘Ala de colibrí’ de arranque, por la emoción vivida con mis acompañantes… En todo lugar fue larga la espera del ‘Aprendiz’”. Lo une, dice, una certeza compartida: “El sentir a Cuba y a Silvio muy cerca del corazón, en tiempos complicados en la isla”.

Foto: Kaloian.

Desde Perú, Jhonatan —docente— encontró en esta ruta un círculo por cerrar: “Escucho a Silvio desde los quince. Su poesía hecha canción ha sido, es y será mi refugio. Mi hija se llama Adriana Mariana: su segundo nombre es por ‘Y Mariana’. Mientras ella nacía, en la sala de parto se escuchaba ‘Sólo el amor’”.

Viajó a La Habana y a Lima: “Quería verlo en su tierra y en la mía. En La Habana sentí que asistía a la historia; en Lima, que vivía un trozo de la mía”. “Venga la esperanza” fue su hilo: “En La Habana parecía que el público respiraba a la vez, un canto que resumía dignidad y fe. En Lima fue más bien una oración por no perder la luz”. El punto más alto llegó con “Yolanda”, en voz de Silvio y Malva: “Fue cerrar un ciclo entre la ausencia de Pablo y la permanencia de Silvio. El arte no muere; se transforma, se hereda, nos sobrevive”.

Esa memoria —de personas, ciudades y luchas— también la nombra Aida Roa Villar, chilena, que cumplió 50 años en uno de estos conciertos. “Crecí con sus canciones; las conocí por mi madre. Han estado en mis momentos más difíciles y en los más felices”, cuenta. En esta gira estuvo en Santiago de Chile, Buenos Aires y Lima. Cada plaza le dejó una emoción distinta: “En Chile, siete años de espera. Emoción total. En Buenos Aires me preocupó su salud; admiro que haga tantos conciertos y lo entregue todo con amor. En Lima, que cumplí cincuenta, lloré a mares”.

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

En Argentina, la generación que lo conoció en aulas y marchas también dejó registro. Clara Calicchio, de 34 años, habla desde la casa donde, de niña, transcribía letras y preguntaba palabras: “Silvio enseñaba más que música. En 2005 lo vi en la marcha del No al ALCA. Mi devoción creció”.

Esta gira la encontró en el primer Movistar Arena de Chile y en los tres de Buenos Aires. “Al primero en Argentina fui con toda mi familia; éramos ocho”. La conmueve la liturgia compartida —“cuando nombra al Che y aplaudimos, cuando se dice revolución y se grita”— y detiene la cámara en dos momentos: la “Eva” que en 2018 se cantó con pañuelos verdes en alto (“más sentida en Argentina”) y el domingo en Buenos Aires, cuando “Te amaré” se volvió silencio: “Fue escuchar a Silvio recitar y cantar; sus ganas de regalarnos esa canción. De los mejores recuerdos que me llevo”.

Foto: Kaloian.

Juan Sotelo Navarro, chileno de 60 años, le debe a su esposa el descubrimiento del trovador en tiempos de noviazgo, hace más de cuatro décadas. Desde entonces, dice, su obra lo acompaña “incluso en esos años ‘mi perro me buscaba en su puerta cuando me le pierdo’”. Su estremecimiento tiene un título: “Me emocioné todas las veces que oí ‘La era está pariendo un corazón’. Fue una de las primeras canciones ‘raras’ que oí en mi juventud. Trataba de descifrar cómo podía sonar así esa endemoniada guitarra. Lloré todas las veces que la escuché”.

Otra mirada, nacida a la vez de la investigación y del afecto, llegó desde Puerto Rico. Limarí Rivera Ríos, 42, autora de Silvio Rodríguez. Poética del amor revolucionario, viajó a Buenos Aires empujada por una constelación de fechas: “El 21 de octubre mi esposo y yo cumplíamos veinte años juntos y se acercaba la presentación de mi libro en Argentina”. En el concierto, confiesa, “rompí como en catarsis con ‘Ala de colibrí’”. Y guarda una imagen del silencio: “La lectura grave y perfecta del poema ‘Halt!’ resumió el respeto hondo de todos”.

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

Para Carlos Alberto Maldonado Espinaza, chileno de casi 53, el primer fogonazo llegó a los 12, con “Debo partirme en dos”: “Fue como un mazazo en la cabeza, y desde ahí el viaje no ha parado”. Siguió la gira desde La Habana, los cuatro conciertos en Santiago, Lima, y ya tiene entradas para Medellín y Cali. Le sorprenden los matices del público: “Unos más cantadores, otros más gritones. En todos lados había gente de todas las edades, y me encanta ver tanta juventud”. Hay un momento que lo atraviesa siempre: la lectura del poema “Halt”, de Luis Rogelio Nogueras. “Lo que sentí diferente fue lo que me ha ido pasando a mí con el poema”. Lo que une a los públicos, cree, es que “ven a Silvio como un bálsamo para estos tiempos atroces”.

También en Buenos Aires, cuando su voz se resintió una noche, la escena fue elocuente. Pilar Faccio, argentina, lo recuerda como un pacto tácito: “Cuando ya parecía que no podía dar más, cantó ‘Ojalá’. En cada pausa se escuchaba un silencio denso, como si todos contuvieran la respiración. Cuando el público empezó a cantar con él, los versos sonaron como de un solo cuerpo”.

A Pilar la atraviesa “Eva”, una y otra vez diferente según con quién la canta al lado —su madre, una amiga, una desconocida—: “La lucha no es la misma para todas, pero hay una voz que nos nombra a todas”. Para ella, estar en un concierto de Silvio “es pertenecer a algo más grande que uno”.

Foto: Kaloian.

La épica íntima de esta gira también se expresa en viajes que desbordan la agenda. Angie Beatriz Morales Jorquera, chilena, guarda el origen en un casete universitario, en plena dictadura: “Mi segunda mamá me hizo escuchar ‘Imagínate’. Desde entonces no ha pasado un solo día sin su música”. Cada concierto, dice, le sube la marea: “Aunque ya sabemos la parrilla, cada presentación tiene su propia magia. No pueden dejar de fluir todas mis emociones, muchas veces hasta el llanto”. En Lima vivió un arrebato: “Fue un arrebato de amistad, abrazos y lágrimas por estar reunidos tantos de mis troperos más queridos”.

Colombia aportó quizá la aventura más nítida del mapa emocional. Sergio Giovanny Flórez y María Alejandra Palacio, ambos de 32, decidieron convertir el miedo a quedarse sin entradas en una bitácora continental: La Habana, Santiago, Buenos Aires, Montevideo y Lima.

“Aseguremos la boleta, así sea en un país cualquiera”, se dijeron. Terminaron armando un viaje económico, con bufandas que vendieron en cada ciudad para financiar estadías y comidas. La música, dicen, iba narrando el presente de cada lugar: Palestina, Pepe Mujica, la memoria chilena, los problemas de cada país. “Las mismas canciones tienen carga social y emocional distinta en cada plaza”, explica Sergio.

Foto: Kaloian.

Sus himnos personales fueron “Te amaré”, que sonó en su boda, y “El necio”: “De ahí nuestra bufanda ‘Yo me muero como viví’. Esa dignidad para asumir retos sin dañar a nadie”. Tres escenas sellaron el periplo: una bufanda entregada a Silvio en La Habana; otra autografiada y devuelta en Uruguay; y, en Lima, la camioneta detenida por Silvio, Malva y Niurka para agradecerles: “Nos han visto en cada concierto”, les dijeron. “Que el artista reconozca el esfuerzo demuestra la humanidad y la pasión de Silvio”, cuenta María.

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A esta altura, el inventario de canciones —“La era está pariendo un corazón”, “Ala de colibrí”, “El necio”, “Te amaré”, “Eva”, “Te recuerdo Amanda”, “Santiago de Chile”, “Yolanda”, “Ojalá”, “Escaramujo”, “Venga la esperanza”— dice tanto como el mapa. Son títulos, sí, pero sobre todo son llaves que cada quien usa para abrir su propia puerta. También lo es “Halt!”, poema leído por Silvio con una pausa que el público respeta como si fuera un rezo. Y están los homenajes a Pablo Milanés, Vicente Feliú, Noel Nicola; nombres que, sin estar, siguen estando.

¿Qué aprendí mirando al público tanto o más que al escenario? Que la gira no solo reúne a un trovador con su gente: reúne a las personas consigo mismas. Que cada escala y país añade una capa —la historia chilena, la fe cubana, la memoria argentina, la gratitud uruguaya, la emoción peruana, el latido colombiano— y que, sin embargo, el común denominador aparece de manera natural y fluida: respeto, esperanza, comunidad. También, que concierto a concierto se tejen redes de afecto tan necesarias hoy.

Foto: Kaloian.

Al final de cada noche, cuando la ovación se estira y él saluda con esa mezcla de pudor y ternura, hay algo que queda vibrando más allá del último acorde y verso. Tal vez sea lo que cada persona en el público formula con palabras distintas: la certeza de que su poesía hecha canción nos ha acompañado a crecer, amar, resistir; que sigue siendo necesaria. En tiempos ruidosos, la belleza —esa belleza que convoca sin distancias— todavía puede ponernos de acuerdo.

La gira continúa. La gente seguirá llegando con bufandas, con casetes heredados, con hijas llamadas por canciones, con la primera escucha todavía fresca aunque pasen décadas. Y yo, detrás del visor, volveré a buscar esas miradas.

Foto: Kaloian.

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